MARÍA MAGDALENA.

[Este relato está basado en la historia real de una mujer con la que compartí asiento en el autocar que nos llevaba desde Roquetas de Mar hasta Almería el 31 de mayo de 2003. Ignoro su verdadero nombre y el de su hija, pero la crudeza con la que la vida la ha tratado me puso los pelos de punta y me hizo pensar que realmente hay personas que nacen con estrella y otras que nacen estrelladas. Espero que “María Magdalena” no haya perdido la estrella que da sentido a su vida. Como ella me dijo, estaba en manos de Dios].



María Magdalena se abanicaba con un ejemplar del Código Penal para combatir el bochorno pegajoso que hacía en ese atestado autobús que nos llevaba desde Roquetas de Mar hacia Almería aquella mañana del último día de mayo. A su lado, servidora la observaba con curiosidad y con cierta precaución; su aspecto de mujer desaseada, abandonada y dejada de la mano de Dios se mezclaba con el olor a sudor y a café con leche que despedía su cuerpo. Su camiseta blanca dejó de serlo hace muchísimo tiempo, de tantas manchas como llevaba. Sus pantalones vaqueros pedían a gritos ser reemplazados por otros nuevos. Sus sandalias playeras enseñaban unos pies castigados por innumerables peripecias, unos pies que no habían visto una pastilla de jabón y un poco de agua en Dios sabría cuánto tiempo. Su bolso, ajado y ocupado por mil y un objetos, parecía ser su única posesión; a él se aferraba como un náufrago a una tabla de madera en medio del océano.

Mientras contemplábamos el Mediterráneo camino de Almería, María Magdalena sacó de su humilde y abultado bolso una raída y manoseada estampa de San Giles y la besó con sincera y afectada devoción. No pude evitar asombrarme por este gesto suyo, y ella debió percatarse... Porque me preguntó con humildad:
-¿Te parece raro que alguien como yo bese la estampa de un santo, verdad?
-No, no-me apresuré a responderle-¿es el patrón de...?
-De las enfermedades-me contestó ella, cediéndome por un instante la estampa del santo-espero que me ayude... Me hace mucha falta...

Y, sin que yo le dijese nada más, se limpió apresuradamente una gruesa lágrima que amenazaba con caer de su ojo izquierdo y me relató su historia. La escuché, y no puedo evitar estremecerme aún con la crudeza con que la vida ha tratado a María Magdalena...


Nací hace 37 años en... ¿Qué importa dónde? Me crié con mis abuelos maternos, porque mi padre murió en la mina y mi madre se hizo borracha y murió 2 años después atropellada por un hombre en coche, que no pudo hacer nada por evitarlo. Creo que esos han sido los únicos años felices de toda mi vida; mis abuelos eran muy pobres, pero me dieron tanto cariño y tantos cuidados, tantos mimos y tantos abrazos cuando más lo necesitaba, que lo demás me importaba un rábano...
Mis abuelos se fueron al Cielo con 8 meses de diferencia cuando yo tenía 18 años. Fue un golpe que aún hoy me hace daño, que aún hoy me duele... Y, a partir de ahí, empezó mi mala suerte. Conocí al tío que, la madre que lo parió, me hizo meterme en esa mierda de la droga, en esa porquería de las jeringuillas y las agujas, en esa basura de la papelina... Y, normal, como no tenía perras para pagar el vicio, empecé a ser puta y ratera, carterista y atracadora de comercios de barrio. Me trincaron, y estuve 5 años en el trullo, y cuando entré estaba preñada... Y sin saber quien demonios era el padre.

Tuve a mi hija, y le puse Genoveva, porque mis abuelos me regalaron cuando era mocita aún el libro con la vida de Genoveva de Brabante y me enamoré de esa historia. Mi niña se crió conmigo, y, cuando salimos, busqué un curro de fregona en un bar y un pisito barato de alquiler... Pero la gente, no sé cómo, se entera de todo. Supieron que había estado en el trullo y me despidieron. Me quedé en la calle, nadie me daba curro, sin curro no podía dar de comer a mi niña, de tanta desesperación volví a atracar y a robar, y me trincaron otra vez. A mi niña la metieron en un orfanato, y no la volví a ver hasta que salí. Pasaron 7 años, y yo en el trullo me drogaba otra vez para soportar la tristeza, el dolor, la pena, la amargura, la rabia por no haber podido hacer nada por volver a ser una mujer normal y haber retenido a mi hija conmigo... ¡Qué mala que es la gente, Dios míoooooooooo! ¿Por qué tienen que hablar si ellos tienen también cosas que callarse? ¿Es que ellos son perfectos y no se equivocan nunca?

Pienso que quien más habla es quien más tiene que estar en silencio, porque seguro que tiene más trapos sucios que nadie... Pero como una ha sido lo que ha sido, parece que tenga que serlo el resto de sus días, y yo me digo, ¿tengo que llevar hasta que la palme ese sambenito? Creo que no está bien eso, pero esta cochina Sociedad es así. Así de hipócrita.

En el trullo le pegué una paliza a una de las vigilantas. Reconozco que no debí haberlo hecho, pero mira, me cogió con la regla y con el mono de la dosis y al mínimo grito que me dio, lo pagué con ella. Total, hija mía, resumiéndote la historia, estuve presa, entre pitos y flautas, hasta que mi Genoveva cumplió 15 años, hace 9 meses. Todo ese tiempo ha estado con una familia de acogida, y hace 4 meses que me la devolvieron los de Servicios Sociales y toda esa gente lista y poderosa. Mi niña me recordaba, mi niña quería estar conmigo, por mucho que también quisiera a las personas que la han tenido en su casa tanto tiempo. Nos vinimos aquí a Roquetas, donde ni Dios nos conoce, y el Ayuntamiento nos dio una casa de alquiler y nos consiguió un curro de cocinera a mí en un bar y un instituto para mi hija; chica, estábamos la mar de contentas, estábamos juntas, yo iba dejando el caballo poco a poco con ayuda de los Servicios Sociales, mi hija tenía una ilusión loca por acabar la ESO, o como se diga, y ponerse a trabajar para que pudiéramos vivir un poquito mejor... Parecía que, por fin, la vida era menos asquerosa y más bonita para mí...

Sólo me lo pareció. Hace 2 meses, el Jueves Santo, Genoveva vino al bar a buscarme para ir a comer a casa y luego a ver las procesiones. No llegué a verla entrar... Una moto se subió a la acera, sin saber cómo, y se llevó a mi niña por delante. Está en el hospital de Almería, en estado de coma. Los médicos no me han dado muchas esperanzas, no creen que pueda despertar del coma y volver a ser la de antes. Sé que mi niña está en manos de Dios, y a eso me agarro.

Voy a verla 2 veces por semana, siempre que puedo librar en el bar, porque no puedo dejar el trabajo. Tengo que comer, tengo que vivir, se lo debo a Genoveva. Tengo que curarme, tengo que dejar ya hasta la metadona, tengo que arreglarme un poco esta pinta que llevo, tengo que comprarme alguna ropa barata pero limpia y nueva. Es tanta mi desesperación, que me dan ideas de drogarme otra vez, ¡pero esta vez seré fuerte! Se lo debo a Genoveva. Cuando despierte, verá a su madre a su lado. Ya sé lo que dicen los médicos, que no saben lo que va a pasar, pero yo confío en Dios. El Señor ya me ha hecho pagar bien pagaos los errores de mi juventud, y le ruego que salve a mi niña. Mi Genoveva está en sus manos. Lo único que me queda en este mundo, y por lo que lucharé mientras tenga una gota de sangre en las venas, está en manos de Dios. Y, te digo una cosa, joven, si mi hija se va, creeré que Dios no existe... Y, si existe, que es un malvado que disfruta viendo los sufrimientos que manda a los mortales.

Cuando descendimos del autocar en la estación de autobuses de Almería, le deseé buena suerte y me fui a donde me esperaban mis padres y mi tía. Mientras avanzaba hacia ellos, compartí el pensamiento de esa pobre mujer; si María Magdalena tiene que sufrir la pérdida de su razón de ser, de su niña Genoveva, Dios se habrá pasado tres pueblos. Bastante ha purgado ya sus faltas esa pobre mujer para que encima le sobrevenga esa tragedia.
Dios, como afirma María Magdalena, su hija Genoveva está en tus manos.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hola Puri,

Bufff... Voy a agarrarme fuerte a las niñas. Yo también me moriría de pena si les pasase algo. ¡¡Estas cosas no deberían ocurrir!! ¡Ojalá su historia haya tenido final feliz!

Paciencia con tu brazo! Sé que la tienes! Ya queda menos!

Un besazo, Puri!
buggy ha dicho que…
Hola Puri,
pobre mujer. Espero que su suerte haya cambiado.
Francis Nicolás ha dicho que…
Muchas veces vivimos precisamente porque no entendemos la vida. Queremos llegar hasta el final para ver el otro lado de la dureza.

Y nos sorprendemos de la fuerza que tenemos para eso.

Un beso.
Puri ha dicho que…
¡¡GRACIASSSSSSSSSSSSS, Sapo, por todo tu apoyo y cariño!!

Estoy de acuerdo contigo en que suceaos como este no deberían ocurrir. Ojalá haya tenido un desenlace afortunado, pero nunca lo sabremos, desgraciadamente.

MIL BESAZOS,
Puri ha dicho que…
Hola, Dicy...

Yo también espero que la suerte de esta pobre mujer haya cambiado, pero por desgracia nunca lo sabremos.

UN ABRAZO.
Puri ha dicho que…
Profeeeeeeeeeeeeee, totalmente de acuerdo conntigo. Pese a su extrema dureza la vida es muy hermosa y todos deseamos vivirla a tope el máximo tiempo que se nos permita.

PD: ¡GRACIAS por tu opinión "reminiscente"!

MIL KISS, MY DEAR PROFE,
Anónimo ha dicho que…
Hola Puri,
No recuerdo la reacción de mi marido! En serio! :)
Un besazo!!!
Pablo ha dicho que…
Hola Puri, me ha emocionado la historia, no sólo por la historia en si, sino por la forma en que la cuentas.

Ojalá la hija de esta mujer se haya podido recuperar, y juntas puedan rehacer sus vidas... Es una pena que no podamos conocer el final de esta historia.

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