CONTUNDENCIA EXIGIBLE

            Dice el presidente de la Generalitat Valenciana que los últimos datos de la pandemia «son muy malos porque tenemos un índice de 171 casos por cada 100.000 habitantes de incidencia acumulada en los últimos 14 días», y que el Consell adoptará las medidas que se estimen oportunas para doblegar la curva del maldito Covid-19 hasta su control total.

            El Estado de Alarma va a ser clave para la implementación de restricciones, cierres perimetrales y hasta nuevos confinamientos domiciliarios si la presión de las UCIS se desborda. Que sean las Autonomías las que decidan las medidas necesarias sin que la Justicia las desbarate, sin duda ayuda a agilizar el proceso, pero, al mismo tiempo, genera desconcierto y enfado entre la ciudadanía, que ve boquiabierta cómo 150 políticos y empresarios se han juntado en un fiestón sin mascarillas ni distancia de seguridad, mientras que el español de a pie debe hilar fino para aprender 17 modelos de acción regional contra el Covid-19 y no perderse en ninguno.

            ¿No sería más eficaz un plan nacional? ¿No sería más fácil crear una estrategia para todo el país, evitando el caos entre las personas que deben desplazarse por motivos laborales, médicos o funerarios, que no saben qué ciudad tiene limitada la movilidad o cual es la hora del toque de queda? O… ¿Es que van improvisando sobre la marcha porque no saben realmente qué hacer? Sea como sea la situación y la actuación de las autoridades autonómicas, locales y nacionales, hay que exigir, sin paños calientes ni florituras poéticas, que se predique con el ejemplo y que sean más contundentes en las medidas que adopten. Porque no hay derecho a que se esté viendo a diario botellones, farras, fiestas, reuniones…, etc, ¡como si no hubiese un mañana!, sin mascarillas, sin distancia de seguridad, sin respeto, sin pensar en lo que puede provocar semejante actitud, ¡como si no hubiese un mañana!, sin ser conscientes de la situación de los hospitales ni de la dramática cifra de fallecidos ni del peligro al que exponen a su propio entorno laboral y familiar con su vergonzoso comportamiento. ¿Tantas personas han muerto para nada? ¿Tantas personas están arriesgando su vida y su salud para nada? ¿Tantos sanitarios se están dejando el alma en la atención a los infectados para nada?

            Seamos serios y sinceros: A muchísimos jóvenes, a los negacionistas, y a buena parte del personal que se salta toda normativa, las multas les dan lo mismo que lo mismo le dan. Hay que echar redaños al tema y optar por la aplicación de sanciones, castigos y educación cívica y hay que exigir valentía y contundencia a legisladores y jueces; que pongan a los insensatos y a los desvergonzados que no hacen caso de la gravedad de la situación a desinfectar hospitales, geriátricos o colegios, que los pongan a lavar, cambiar pañales, dar de comer y/o acompañar a los enfermos o estar con los que vayan a morir sin que sus seres queridos puedan darles su último adiós; que los pongan a ayudar al personal sanitario, que los pongan a cocinar o fregar en hospitales de campaña (como esto siga así, no tardaremos en verlos de nuevo en España); que los pongan a leer o cantar a contagiados hospitalizados que no tengan medios para entretenerse. Con esa contundencia, exigible al máximo, más de uno/a tomaría, al fin, conciencia de la espantosa realidad que nos ha tocado vivir.

 

 

 

31 de octubre de 2020.

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