TRAS LA TEMPESTAD…

...Debería venir la calma a la Comunidad de Madrid. Pocas veces, en la España constitucional se ha vivido una campaña electoral tan bestia, tan bronca, tan crispada, tan polarizada y tan esperpéntica; las propuestas, las posibles medidas, la explicación de los programas electorales o la educación en los debates televisivos han quedado relegados al baúl de los recuerdos en aras del griterío de patio de colegio, de las pedradas, de los carteles injustificables, de los insultos, de los mítines reventados, de las bravuconadas y de los ataques personales. ¿De qué se sorprenden los ciudadanos cuando ven algaradas o cargas policiales? Las causas y las consecuencias de todo ello junto están ahí, sin que a nuestros políticos parezca importarles demasiado. Y si sí, ¿por qué no ponen de su parte para arreglar la situación? 
Una de las primeras consecuencias de los resultados electorales del 4M ha sido el anuncio del abandono de la política de Pablo Iglesias. El (todavía) secretario gral. de Unidas Podemos dejó la Vicepresidencia del Gobierno para tratar de ganar las elecciones autonómicas y salvar los muebles de un partido político muy tocado ya en anteriores comicios. Su dimisión es un gesto que le honra en los tiempos que corren, porque pone de manifiesto su coherencia para con su partido, sus compañeros y su electorado… Pero… ¿Por qué no ha hecho (a día de hoy) autocrítica? ¿Se ha parado a pensar que sus planteamientos no han generado confianza en la gente que ha ido a votar? Aquí no se tiene intención alguna ni juzgar ni de prejuzgar pensamientos o directrices; aquí no se trata de rebatir propuestas; aquí lo que se dice es que es necesario hacer autocrítica y darse cuenta de que su campaña electoral ha sido equivocada, que mezclar asuntos regionales y nacionales ha sido una pifia monumental, que ahora la gente está en medio de una pandemia y de una crisis económica de consecuencias dantescas, y que, a día de hoy, la Jefatura del Estado es la menor de sus preocupaciones. Iglesias fue un soplo de aire fresco en la estirada clase política española; una persona joven, educada, formada e informada, con una riqueza de vocabulario y una imagen alejada de corbatas clásicas y gominas que conectaron de inmediato con una parte importante de una ciudadanía cuyo hartazgo desembocó en el 15M. Iglesias proporcionó ilusión y soluciones a unas personas que ahora rechazan la deriva que ha tomado su partido político. Iglesias, como hemos comentado antes, ha metido la pata hasta el cuello y debería admitirlo. Iglesias ha mezclado churras con merinas, y las consecuencias están ahí.
Por su parte, el PSOE se ha dado un batacazo descomunal en su intento de ganar unas elecciones y copiar en la Comunidad Autónoma la coalición de gobierno nacional que tantos quebraderos de cabeza les está dando desde el primer día. Hay mucha gente que no les ha otorgado su confianza precisamente por eso, porque no quieren la implementación de esas políticas en la región, porque no desean bailar ese chotis político que Sánchez aceptó a nivel nacional sin despeinarse, porque no quieren ni más bailes de sillas ni más follones. La ciudadanía les ha dado un aviso tan claro, tan contundente, tan inequívoco, que es para hacérselo ver; ¿van a tener la valentía de llevar a cabo una introspección profunda y sincera? ¿Van a, de una vez por todas, a aprender de los errores y enmendar la plana? Tendrían que hacerlo. Tendrán que hacerlo… Aunque sea sólo por ellos mismos. Aunque sea sólo por los madrileños que les votaron el 4M.
Por su parte, el Partido Popular está instalado en la euforia tras su arrollador triunfo electoral el 4M. Y no debe cometer el garrafal error de dormirse en los laureles; no debe caer en la peligrosa autocomplacencia; no debe caer en la monumental pifia de extrapolar sus resultados regionales a nivel nacional. Y no debe porque no hay motivos para ello. ¿Olvidan que la gente les ha votado porque Ayuso se ha resistido a las restricciones provocadas por la pandemia y el Estado de Alarma? ¿Olvidan que han recogido los votos que anteriormente iban a Ciudadanos, ahora desaparecido del arco parlamentario regional? ¿Olvidan que se les va a mirar con lupa cuando pacten (que lo harán si quieren seguir en Sol) con los que les llaman “derechita cobarde”? 
Con un panorama pandémico, económico, social y político tan complicado, complejo y volátil, es de esperar y de desear que los distintos partidos madrileños se autoanalicen y autocorrijan; es de esperar y de desear que la calma se imponga, por el bien de todos.

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