EL PELIGRO DEL ODIO

Que en la España constitucional, moderna y solidaria, que da lo mejor de sí misma, que se vuelca con los afectados por catástrofes de todos los colores (inundaciones, volcanes, pandemias…, etc), que ha conseguido avances sociales a base de insistir en las calles y poner contra las cuerdas al Gobierno de turno, que se olvida de rencillas varias cuando hay que arrimar el hombro, haya gente que se dedica a odiar, atacar y agredir a homosexuales sólo por el hecho de serlo, es increíble, peligroso y vergonzoso a partes iguales. La trágica muerte de Samuel o las agresiones verbales y físicas que sufren día sí y día también gays o lesbianas no deben, bajo ningún concepto, quedar en un castigo judicial leve; si la legislación vigente es obsoleta y no abarca la realidad de la sociedad española de 2021, los que tienen la posibilidad de hacerlo deben ponerse a ello sin dudar, sin retroceder ni un milímetro ni ceder a presiones ni sentirse encorsetados por aritméticas parlamentarias de tres al cuarto. Sin dudar ni un segundo, porque en siguientes citas electorales la gente reconoce y recompensa esas cosas. 
Sin embargo, es indignante que haya quien sea capaz de mentir contando una agresión homófoba para (supuestamente) esconder una infidelidad, un caso que había provocado una gran ola de indignación y una enorme polémica política, con la oposición conservadora pidiendo la dimisión del ministro del interior. Es indignante porque esa falsa denuncia es un bofetón para otras personas de colectivos LGTBI que sí padecen y denuncian casos verdaderos. Eso es tirar piedras contra su propio tejado, eso es ensuciar a un colectivo que se ha aplicado en la defensa de unos derechos que la Constitución española de 1978 ya les reconoce. Son personas con deberes y derechos. Son personas normales y corrientes que sólo quieren vivir y convivir en paz en su país. 
El odio es el sentimiento (junto al amor) más importante y peligroso del ser humano. Su fuerza es descomunal, y peligrosa. Es el arma de los partidos políticos de ideología fascista, retrógrada, radical y oportunista. Es un arma que agitar y disparar para conseguir votos y fieles seguidores. Se agita la bandera del odio sin pensar en nada, sin detenerse ante nada, sin pensar en el daño que se hace. Asimismo, el odio es peligroso cuando, como sucede en la actualidad en la sociedad española, los padres (sin ánimo de generalizar) no tienen tiempo ni ganas de educar en valores, los profesores no asumen este rol, los medios de comunicación priorizan la audiencia a los contenidos, y las redes sociales causan estragos en unos niños y adolescentes que carecen de referentes muchísimas veces. El odio es peligroso, y lo seguirá siendo mientras no seamos capaces de seguir avanzando como Sociedad. El odio seguirá siendo peligroso mientras no se pueda asumir que nada diferencia a nadie, que nadie es más ni menos que nadie, que nadie es diferente a nadie por compartir vida, cama o sofá con quien le dé la real gana. Esto no es moralina barata; esto es una realidad incontestable.

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