ÓSCAR Y JORDI.

[La magia de la Literatura me ha permitido rendir este pequeño homenaje a las dos mascotas que tantos maravillosos instantes me han regalado].









Óscar. 1982-1998.













Jordi. 2001-

El cantar alegre, atronador, rítmico y, en ocasiones, atolondrado de Óscar brillaba por su ausencia aquella mañana lluviosa y fría del otoño, una mañana que parecía querer sumarse a la melancolía y la tristeza que el otrora vivaracho canario experimentaba irremediablemente desde hacía dos meses. Acurrucado en un extremo de su preciosa jaula blanca, que hacía que el color naranja de su plumaje y el tono negro de sus ojillos destacasen y llamasen la atención de cualquiera que se acercara a contemplarlo y decirle cualquier cosa, Óscar deseaba que lo dejasen tranquilo; no tenía ánimo para nada, no quería comer... Ni siquiera las deliciosas lengüetas o las ricas hojas de lechuga que sus amos le ponían a diario, sabiendo que esos dos alimentos eran sus preferidos.

El animal contemplaba la lluvia que se estrellaba contra los cristales de la ventana y se estremeció. Pero no era frío lo que sentía. Era pena. Pena enorme por la marcha del abuelo. Lo echaba muchísimo de menos, y no podía entender por qué se había ido; era el miembro de la familia de sus amos que más quería, era con el abuelo con quien mejor se lo pasaba cantando y comiéndose los dulces que el anciano le ponía a hurtadillas y con cara de niño travieso mientras sonreía complacido al contemplar el deleite goloso con que él los devoraba con la misma celeridad con la que desaparece un billete de diez euros en la mesa de una sala de bingo, era el abuelo quien le enseñó un fragmento del himno del Fútbol Club Barcelona y con el que más lo cantaba, era el abuelo el que pasaba más tiempo junto a su jaula diciéndole cosas... No sabía a dónde había ido ni porqué, sólo sabía que lo echaba terriblemente de menos y que quería que volviera... Que volviera para alegrarle de nuevo la vida y estar otra vez tan contento como antaño...

Óscar sorbió un poquito de agua de su bebedero con evidente desgana y volvió a observar el encapotado firmamento mientras una idea que le rondaba desde hacía dos meses tornó a pasar por su pequeño cerebro con persistente rapidez: ¿Sería verdad lo que afirmaba su amita, que el abuelo había ido al Cielo? Pero, si los humanos no tienen alas... ¿Cómo había conseguido el abuelo volar y llegar al Cielo? ¿Para qué los había dejado y se había ido? ¿Dónde estaría? No entendía por qué el abuelo se había ido tan lejos. Eso no podía ser; su sitio era su casa, su familia... ¿Y si salía a buscarlo? Él tenía alas, y si el abuelo estaba en el Cielo él podría encontrarlo... ¿Lo vería, en la grandiosa inmensidad del firmamento? ¿Se acordaría de él? ¿Podría convencerlo para que volviera a su casa con él? Seguro que sí. El abuelo lo quería mucho, y si él iba a buscarlo...

El canario suspiró. Estaba muy satisfecho de la resolución que había tomado, aunque también empezaba a devorarlo la impaciencia; hasta que no cesara de llover y el cielo recuperase su preciosa e inmaculada tonalidad azul celeste no podía escapar de su jaula y emprender la búsqueda del abuelo. Intentó imaginar la alegría de ambos cuando se reencontrasen, mientras la emoción lo embargaba. Esperaba encontrarlo, porque si no su tristeza sería infinita... Y los peligros a los que iba a enfrentarse en su aventurada búsqueda, era consciente de ellos por las cosas que veía en la televisión de sus amos, serían en vano. Pero sacudió la cabecita y alejó de sí malos presagios y temores; por volver a ver al abuelo era capaz de dar la vuelta al mundo sin comer y sin nada. Era el cariño, la añoranza, lo que le proporcionaba esa fortaleza. Óscar cantó un poco. El tomar esa decisión hizo que se animara. Volvería a cantar estruendosamente cuando retornara a su casa con el abuelo. Eso lo tenía muy claro...

Transcurrieron dos semanas más hasta que las lluvias cesaron y el sol hizo acto de presencia en un cielo ya limpio de nubes por doquier. Óscar se agitaba inquieto y expectante entre los barrotes de su jaula mientras esperaba que su amo abriese la puerta y la dejase así mientras le cambiaba los papeles del piso (siempre lo hacía así porque Óscar ni se inmutaba ni intentaba escapar) y le fregaba la “casa”... ¡Qué ganas tenía de ir ya en busca de su adorado abuelo y traerlo con él de vuelta! No cesó de pensar y de impacientarse hasta que escapó ante la mirada de asombro de su amo y la consternación de su amita; no daban crédito a lo que el tranquilo y bonachón canario acababa de hacer... ¿Por qué había huido Óscar, el que nunca quería salir de la jaula y que piaba desesperadamente cuando se dejaban la puerta abierta? ¿Por qué había hecho algo así? La niña se echó a llorar desconsoladamente al escuchar a su padre decir, preso de la impotencia, que Óscar no estaba preparado para la vida en libertad y que no tardaría mucho en morir víctima de las garras de un gato hambriento. El anaranjado pájaro había crecido en cautividad, con todas sus necesidades básicas atendidas y habituado a las cuatro paredes de su casa... ¿Cómo iba a desenvolverse en un mundo que no conocía? ¡Pobre Óscar!

En la inmensidad del firmamento implacablemente azul, rodeado por numerosas aves que se encontraban en su salsa disfrutando de la placentera libertad que sus alas les daban, Óscar se rindió muy pronto al cansancio y al hambre y a la soledad y a la cada vez más evidente sensación de que nunca encontraría al abuelo en esa vasta bóveda celeste cerúlea cuyo fin no alcanzaba por más que volaba. Llevaba dos días sin pisar tierra, bebiendo agua en las canales de los tejados, sin atreverse a bajar a comer porque había visto a un desventurado jilguero caer en las garras de un minino glotón, sin saber donde se encontraba, desesperado por el miedo y el frío y desmoralizado ante la imposibilidad de poder averiguar dónde se hallaba el anciano; el cosmos era más grande, más inmenso, de lo que en un principio habiase imaginado... ¿En qué parte estaba el abuelo? ¿Cómo llegar hasta él? ¿Cómo encontrarlo en un vasto firmamento que no se acababa nunca? Estaba perdido, no tenía ni idea de cómo regresar a su casa y si querrían acogerlo después de la escapada que había protagonizado. Estaba perdido, sin saber a dónde dirigirse y dónde se hallaba... Y sin haber dado con el abuelo, lo que más le dolía. Y más le dolió llegar a la desalentadora conclusión de que nunca volvería a verlo; ahora que estaba sobre el terreno, se daba cuenta de que su anhelo era tan quimérico como tratar de buscar un gramo de alpiste en medio del mar. El anciano se había marchado para siempre sin dejar rastro, y él ya no podía hacer nada más por encontrarlo.

Óscar rompió a llorar con impotencia y desesperación apoyado en un alféizar lleno de migas de pan, sin duda esparcidas por el canario que cantaba con desafinado estruendo en su cómoda jaula junto a la ventana (tan cuidado y tan a gusto como yo cuando estaba en mi casa con mis amos, se dijo el anaranjado animal, redoblando su incontenible llanto). El canario de la jaula era amarillo más bien tirando a ocre, y dejó de cantar cuando se percató de la presencia del intruso que se estaba zampando con ahínco lo que él tiraba a la par que no dejaba de llorar como un bebé humano. Óscar lo contempló temeroso al darse cuenta de que el otro lo miraba con compasiva curiosidad...

-¿Qué te pasa, buen mozo? No te preocupes, hombre, come, come, si no eres el primero que se pirra por mis sobras...-Dijo el canario.
-Gra... Gracias-tartamudeó Óscar, sorprendido y agradecido. Se sorbió las lágrimas y añadió:-Tengo mucha hambre...
-No pareces un pájaro salvaje-repuso el otro, mientras Óscar engullía el alpiste que le lanzó su interlocutor-¿Qué demonios te ha pasado que lloras más que las fans histéricas de un cantante famoso en su entierro? ¿De dónde te has escapado, tío?
-Ay-suspiró Óscar-si yo te contara...
-Cuenta, muchacho, cuenta... Estoy pensando en abrir un consultorio animal; no te puedes figurar la cantidad de bichos que se paran aquí a contarme sus penas-le contestó-Para que luego digan los humanos que no pensamos ni sentimos... ¡Qué ignorantes son!
-Vaya... En eso te doy la razón...-Respondió Óscar, ya satisfecho de comida y más tranquilo.-Bueno, me he zampado tu pan y tu alpiste y me estás consolando... Y aún no te he dicho cómo me llamo...
-Jajajaja-rió el otro-Es verdad... Yo tampoco... Bueno, soy Jordi...
-Encantado, Jordi... Yo soy Óscar...
-Lo mismo digo, chaval... Y ahora cuéntame qué diantre te pasa, a ver si te puedo echar una mano... Bueno, más bien una pata-Jordi sonrió complacido al ver que Óscar esbozaba un amago de sonrisa...
-¿No te vas a reír de mí?-Óscar veía que Jordi tenía mucha soltura y desparpajo, y temía que se burlara de su intención fallida de encontrar al abuelo en el cielo.
-Yo sólo me río del gato asqueroso de la vecina de ahí enfrente...-Dijo Jordi-¿Sabes que le gusta el pescado sin espinas y con trozos de pan y que lo asustan los truenos, los petardos y los ratones? No me extraña, porque su ama es tan pija y tonta como él... Son tal para cual...-Observando el divertido asombro de Óscar, añadió:-Adelante, muchacho... Puedes contarme lo que te pasa, y, si puedo, te ayudaré... Vamos, no te cortes...

Jordi esperó con paciencia a que Óscar le relatara su sueño y la peligrosa aventura que, por ese anhelo, había vivido. Muy al contrario de lo que el anaranjado canario temía, no se burló ni hizo comentario irónico alguno; estaba vivamente asombrado y conmovedoramente emocionado escuchando la narración del pájaro y el cariño infinito que le tenía al abuelo por el que había escapado de su cómoda y mimada jaula para ir a buscarlo. Ese cariño iba más allá de la vida, y a Jordi no dejaba de parecerle increíble la inocencia de Óscar al pensar que el anciano estaba vivo y él podía convencerlo para que volviera con él a su casa. Le daba mucha pena tener que explicarle que el anciano estaba en el Cielo porque había muerto, y sólo se reencontraría con él cuando a él también le llegase la hora y fuese al Paraíso. Tendría que explicarle también que al Cielo sólo van los que se portan muy bien en vida y esperan a que Dios les llame (no fuera que a Óscar se le ocurriera alguna trastada para morirse antes), y que los que ya están allí cuidan de nosotros y nos protegen... Y no les gusta nada vernos tristes; la vida en estos mundos es ya lo bastante deplorable como para amargárnosla aún más con algo que no podemos hacer nada para variar, la vida es un camino de luces y sombras y los que llegan a su final y se van al Cielo quieren vernos alegres. Debemos consolarnos con la perspectiva de que tarde o temprano nos reencontraremos.

Jordi suspiró. Se dispuso a hablar y no atinaba con las palabras. Le iba a resultar muy duro abrir los ojos a su nuevo amigo y arrebatarle esa candidez que tan adorable lo hacía ser, pero no le quedaba otra alternativa más halagüeña; Óscar había corrido una aventura tan espectacular como temeraria, movido por la inocencia y el cariño hacia el abuelo humano fallecido, y en absoluto merecía acabar muerto de hambre, de frío, de sed, electrocutado o en las garras de cualquier minino glotón en una vuelta a un mundo que le era por completo desconocido y que no le iba a conducir a ninguna parte positiva... Más bien todo lo contrario. Más valía hacerle sufrir un poco revelándole la verdad que conducirlo a una muerte segura pudiéndolo evitar.

-¡Así que era por eso, por lo que mi amita decía que el abuelo está en el Cielo!-Después de un rato interminable de discusión y paciencia infinita por parte de Jordi, Óscar había acabado por aceptar la realidad. El canario de la jaula se lo explicó con dulzura y suavidad, y él lo entendió: El abuelo estaba en el Cielo con Dios, y se reunirían cuando fuese el momento. Óscar, a juicio de Jordi, perdía candor pero ganaba sabiduría... Y eso le venía de perlas.
-Sí, Óscar, por eso tú entendías que se había ido al Cielo. Y sí; se ha ido... Pero no como tú creías que se ha ido. Sé que te resulta muy difícil de entender, pero no te preocupes; ni siquiera los propios humanos saben comprenderlo la décima parte que tú. Mira, como dicen sus curas cuando algo es muy complicado de explicar, es cuestión de fe...
-Jo...-Suspiró Óscar, y añadió:-¿Cómo sabes tú tantas cosas? ¿Sabes que eres super listo?
-¡Bah!-Rechazó Jordi, rascándose las uñas con el pico-no exageres, tío... Sólo es que me paso el día viendo la tele con mis amos, y me entero de todo... Tengo mucha suerte con esta familia de humanos, Óscar, porque me cuidan y me quieren como a uno más de la casa, y donde más fresquito o calentito se está, ahí me ponen... Son muy enrollados.
-¿Muy qué?
-Muy buena gente, Óscar, muy buena gente...
-¡Ah!-Asintió el anaranjado canario, y añadió:-Yo también tenía una familia muy buena-con amargura, suspiró-y ahora no sé lo que voy a hacer... No sé volver, no sé a dónde ir... Supongo que terminaré siendo la comida de alguna culebra o de algún gato...
-¡Buah!-Jordi arrugó el gesto en una mueca de asco, y dijo:-¡Joder, Óscar, sí que eres emprendedor, macho! A ti no te va a comer ni Dios mientras vivas en esta casa, ¿me oyes?

Sí. Un patidifuso y pasmado Óscar lo había oído... Y ahora sonreía con agradecimiento a su amigo. Jordi, sabedor de la afición de sus amos a los animales, convenció a Óscar para que se metiera en la sala de estar y se dejara enjaular; así estaría alimentado, cuidado y querido. El anaranjado pájaro había perdido a su familia por perseguir un sueño quimérico, utópico, imposible. Óscar había perdido al abuelo humano a quien adoraba, pero había ganado un amigo que jamás lo dejaría en la estacada y que siempre lo cuidaría. Si a Óscar le hacían gracia el desparpajo y la inteligencia de Jordi, a éste le chocaban la dulzura y el candor del primero.

-Bueno-asintió Óscar-pero si no quieres que me escape de aquí a la menor oportunidad, te pongo una condición...
-A ver... ¿Cual?-Inquirió Jordi, sosteniéndose en el palo más alto de su jaula con una sola pata.
-¡Que me dejes enseñarte a cantar! ¡Lo haces fatal!
-¡Pero tío! ¡Qué pronto has copiado mi morro! Jajajaja...
-¿Me dejas o no?-Óscar se contagió de la hilaridad de Jordi y apenas acertaba a hablar.
-¡Bueno! ¡Vale! ¡Ay, y yo que me creía el Nino Bravo de los animales!

Mientras estallaban en alegres y estruendosas carcajadas, a los dos canarios, al aloque y al ambarino, les cruzó por sus diminutas cabezas el mismo pensamiento: Sí. Iban a ser muy buenos amigos. Y tenían muchas cosas que aprender de su mutua compañía... ¡Para que luego dijeran los humanos que dos canarios machos no se podían ver! ¡Qué poco saben de animales!

2004.

Comentarios

Francis Nicolás ha dicho que…
¿Jordi es del Barça? ¿No será "periquito"?

Cuidado con quien comparas a Nino Bravo por estos lares...lo mismo te sale algún critico literario fans número uno del de Ayelo de Malferit.

Bien contado!!
Anónimo ha dicho que…
Mañana te leo, Puri!
Un beso!!!
PD. Muchas gracias por tu comentario!!! Eres impresionante!!! :)
Puri ha dicho que…
Prooooooooooooooofeeeeeeeeeeeeeeeeee... ¡¡GRACIAS!!

¡¡Jordi es muy culé, jejejejjjjjjjjj, tiene un escudo del Barça en su jaula!! ¡Pobre de él si me sale periquito, jajsjajjjjjjjjjjjjj!!

Nino Bravo es mi cantante preferido, por eso Jordi lo nombra en el texto... ¡Espero la visita del crítico...!

BEEEEESOSSSSSSSSSSSSSSSSSS.
Puri ha dicho que…
¡¡Ok, Sapo, espero tu lectura!!

GRACIASSSSSSSSSSSSSSSSS.
Anónimo ha dicho que…
Hola Puri,
Es una historia muy bonita! Con final feliz!!! :)
En tu cuento viven juntos. Como en tu corazón! :)
Un beso muy fuerte!!
buggy ha dicho que…
Hola Puri,
seguro que esos pajaritos hacen buena compañía
Puri ha dicho que…
¡¡Qué razón tienes, Sapo!! Los dos conviven en mi corazón: Si bueno era Óscar, bueno es Jordi. Si inteligente era Óscar, inteiigente es Jordi. Óscar era tranquilo, Jordi es un terremoto. El cuento es mi pequeño y humilde homenaje s mis dos mascotas.

MIL BESAZOSSSSSSSSSSS.
Puri ha dicho que…
Dicy, hacen mucha compañía y se aprende de ellos. Saben mucho.

UN ABRAZO,
Francis Nicolás ha dicho que…
Y digo yo una cosa... ¿öscar y Jordi también se van a jubilar a los 67 años?

Camino llevan, desde luego.

Jeje...

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