¿Conocemos a quien conocemos?

Dani miró el cielo inmaculadamente vestido de azul esa mañana cálida, impropia de la estación otoñal que imperaba, de principios de noviembre. Pero no veía nada; sus ojos ya estaban secos de tanto como había llorado en las dos semanas anteriores, su cuerpo estaba aturdido y atormentado por la falta de descanso que venía padeciendo desde entonces, y su mente ni sabía ya dónde se encontraba. Mirando al cielo esperaba que Dios, de Quien, en su honda desesperación, empezaba seriamente a dudar de su existencia, le explicase por qué. Por qué se había llevado con Él a Mercedes, a la dueña de su corazón, a la mujer de veintiocho años que lo volvió loco de amor en las Navidades de 1.997 y con quien se casó en la primavera del año 2000, a la mujer por la que dejó su Barcelona natal y se trasladó a Alicante. Mercedes lo enamoró, y con ella pasó los 5 mejores años de su avanzar por el tortuoso y cruel camino de la existencia. ¡¡Maldito Destino!! ¡¡Maldito cúmulo de circunstancias!! Malditos fueran todos los que habían provocado su desgracia... ¡¡Malditos fueran, mil veces malditos!!
Observando el bellísimo azul del firmamento, las mismas preguntas pasaron una y otra vez por la cabeza de Dani... ¿Por qué Mercedes se había empeñado en aceptar la oferta de sus jefes y viajar a México a firmar un contrato con una empresa de allí? ¿Por qué demonios no se opuso a sus deseos y no le impidió subir a ese avión? ¿Por qué diablos tenía que tocarles a ellos la china de la desgracia? ¿Por qué tenía que haberse estrellado ese avión en medio del Atlántico? Mi... Mil veces... Mi... ¿Por qué? Por más que se rompía la cabeza, no hallaba ni explicación a la tragedia que había segado la vida de Mercedes con 33 años ni consuelo a su tremenda desesperación y a su espantoso dolor... Se moría nada más de pensar que ya no volvería a ver a su mujer, nada más de imaginar ese cuerpo que él tantas veces había poseído y amado pudriéndose entre bichos y plantas en el fondo del océano, nada más con la certeza de que tenía que seguir adelante él solo. Sin Mercedes. Sin su mujer. Sin su mejor amiga. No tenía fuerzas para tirar para delante. Y, sin embargo, no dejaba de ser consciente de que debía seguir viviendo. Tal vez sus padres y sus suegros tuviesen razón y fuera verdad que el tiempo mitigaría su dolor y aprendería a vivir con el recuerdo de Mercedes. No creía que se acostumbrara nunca a su ausencia, no, no lo haría nunca. Por mucho tiempo que transcurriera, jamás se adaptaría al vacío tan hondo que sentía al regresar solo a su casa y no ver a Mercedes.
Pero, en lo más hondo de sí mismo, sabía que no le quedaba más alternativa que hacer caso a sus padres, por mucho que se hubiese enfadado con ellos cuando se lo dijeron días atrás. Sí. Tenía que vaciar su casa de Alicante, venderla y regresar a Barcelona; quedarse en la tierra de Mercedes, y seguir viviendo en la casa que juntos arreglaron y compartieron, no le serviría para superar la tristeza y el dolor. Debía regresar a su tierra, estar con su familia y con sus amigos y, cuando su deplorable estado anímico se lo permitiese, volver a salir y volver a vivir... Por más que le cabrease admitirlo, sabía que el duro argumento de su madre era incontestable: Si, mucho amaba a Mercedes, pero ella estaba criando malvas y él no. Niño, le espetó su progenitora, tienes que seguir tu vida... Llorando y encerrándote no vas a sacar nada; por desgracia, no puedes resucitar a Mercedes...
Dani, sin dejar de mirar al cielo, se levantó y se sacudió la arena de los pantalones vaqueros. Caminando lentamente, salió de la playa del Postiguet y paseó por la Explanada, viendo sin ver los múltiples puestos de venta ambulante y los kioscos de helados. Queriendo ahogar en algo su tristeza, se compró un enorme cucurucho de fresa y sttraciatella y lo fue devorando muy poco a poco y con fruición hasta que llegó a la puerta de su casa. Allí, agradeciéndole al portero que le tendiera un pañuelo de papel y limpiándose con él, subió a su piso; mientras cerraba las ventanas que, con el fin de ventilar la vivienda, dejó abiertas de par en par antes de irse a la playa, sintió en toda su crudeza la acometida del dolor y la enorme sensación de soledad y de vacío que lo invadieron desde el mismo momento en que una voz femenina fría e impersonal le comunicó la tragedia sufrida por Mercedes... No. No podía seguir ahí, con todos sus recuerdos y todo su dolor. Se iría a Barcelona. Por lo menos, la compañía de sus padres, hermanos y amigos le serviría para relajarse un poco... Por más que fantasease, su mujer no iba a resucitar. Se había ido para siempre...
Situado en la entrada del salón comedor, Dani miraba en derredor suyo. No tenía ni idea de cómo empezar ni por dónde. Se le estaba encogiendo el alma de pensar en juntar las pertenencias de su mujer y meterlas en cajas y bolsas y dárselas al portero para que las sacara junto al resto de basuras del edificio a la calle. ¿Así terminaba todo? ¿En eso consiste la vida? ¿En tener que tirar un montón de cosas de un ser amado porque éste se ha ido para siempre...? La Vida es un cúmulo de alegrías, sorpresas, penas, desgracias y golpes; la felicidad completa no existe, y, cuando mejor estás, te da un palo de los fuertes y te deja hecho/a polvo y sin comprender muy bien por qué... La Vida... El tesoro más grande que tenemos, y se nos va siempre en el mejor momento, en el instante más inoportuno... Dani miró la fotografía de Mercedes vestida de novia que presidía el salón y no pudo evitar emocionarse otra vez; ese retrato se lo quedaría él, y nunca, nunca lo tiraría. Necesitaba ver la imagen de su mujer. No quería olvidar el físico, los ojos, la sonrisa de la dueña de su corazón. Ese retrato iría a donde él fuese.
Armándose por fin de valor, fue a la cocina y se pertrechó de un paquete de bolsas de basura. De nuevo en el salón, abrió una y fue echando las cajitas de madera que a Mercedes le dio por coleccionar, las espantosas figuras de porcelana que les regalaron las tías de su novia con motivo de su boda, los pequeños cuadros que colgaban de las paredes... Dani sentía crecer la rabia y la desolación en su interior a medida que las cosas que habían sido testigos de su idílica existencia al lado de su gran amor iban cayendo al fondo de la bolsa para ser pasto del basurero esa misma noche, pero reprimió a duras penas las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos... Fue recorriendo la casa estancia por estancia y repitió la misma operación hasta que cinco bolsas estuvieron dispuestas en fila india en el hall para ser sacadas a la calle, mientras su cabeza no dejaba de dar vueltas acerca del sorprendente hallazgo que había hecho minutos antes en lo más recóndito del armario empotrado del vestidor del dormitorio conyugal...
¿Qué contendrían los muchos sobres abiertos, clasificados por años y atados con cordel del tendedero que se encontraban ahora encima de la mesa de la cocina, mientras él, sentado en una silla, los miraba entre la sorpresa de su descubrimiento y los celos que le provocaba el imaginarse a Mercedes dirigiendo cartas de amor a alguien que no era él? Dani miraba el montón de sobres sin atreverse a rozarlo tan siquiera, y, al mismo tiempo, sintiéndose poseído por la cada vez más incipiente curiosidad de cogerlos uno a uno y leerlos letra por letra... ¿Habría podido Mercedes ocultarle algo a él, con la relación tan apasionada que les unía, con la confianza tan profunda y tan sincera que se tenían el uno a la otra y viceversa? ¿Habría existido otro amor en la vida de Mercedes y ésta se lo había ocultado? En el hipotético caso de poder confirmar este inopinado y amargo extremo algún día, ¿por qué no se lo había contado? Sabía de sobras que Mercedes no era virgen cuando se conocieron, pero eso no tenía ninguna importancia para él; era normal que ella tuviera sus rolletes como todo hijo de vecino, y que se hubiese corrido alguna que otra juerga... Pero... Esas cartas... Eso ya quería decir algo más, y, ¿cuál era su contenido? ¿Traicionaría el derecho a la intimidad de su mujer si las leía? ¿O estaba en su derecho de conocer el contenido de esa correspondencia? Por un lado, por lo bien ocultos que estaban, era más que evidente que su esposa no había querido compartir con él el hipotético secreto que encerraban esos sobres... Pero, por otro, cada vez era más irrefrenable su expectación por sacar a la luz ese oscuro fragmento de la vida de su mujer. En un arrebato de resolución, optó por saciar su interés y descubrir qué ocultaban esas cartas que con tanto celo se había empecinado Mercedes en esconder. Sólo faltaba que su mujer le declarase su amor a otro... Entonces terminaba de morirse por completo... De modo que, quizá, sería mejor hacer como que no había hallado esa porrada de misivas; ojos que no ven...
Transcurrieron unos segundos. El agitado interior del viudo se debatió, aún dudoso. Sin embargo, un extraño impulso hizo que, a pesar de sus egoístas reticencias, cogiera unas tijeras y cortara el cordel del primer rimero y se pusiera a leer con desesperada ansiedad e inusitados temblores de cuerpo y de alma...
No pasó mucho tiempo antes de que la más escalofriante de las estupefacciones le hiciera pegar un par de gemidos que se asemejaban a los de las bestias cuando son atacadas mortalmente por depredadores. No. No. No. Se negaba a creerlo. Eso que estaba leyendo no podía ser cierto. No podía ser tan retorcida y tan cruel la deliciosa y tierna Mercedes. No. Coño, y sin embargo esa letra no dejaba ningún resquicio para la duda: Esa caligrafía demostraba a las claras que había otra Mercedes desconocida para él, una Mercedes cínica y truculenta que había sido capaz de cometer una canallada tan grande como la que confesaba a su amigo sacerdote en las docenas de epístolas que le dirigió entre los años 92 y 96, y que sabía protegida por el secreto de confesión... Empezaba a darse cuenta de que había dado su corazón y su alma a una perfecta desconocida, y ésta lo engañó como le dio la real gana. Necesitaba serenarse antes de poder tomar cualquier medida o llamar a alguien, porque el contenido de esas esquelas lo había sumido en la ira más descontrolada y en el más desagradable de los asombros. Si actuaba movido por la tensión que lo agarrotaba en ese instante, se sabía capaz de abrir con sus propias manos la tumba de la mujer a la que minutos atrás lloraba con amante desconsuelo y zarandearla con violencia inusitada y gritarle todo el odio que empezaba a tenerle; no esperaba encontrarse con tan espeluznante sorpresa entre las líneas caligrafiadas con tanta precisión y pulcritud por ese demonio con aspecto de ángel con quien se había casado... Necesitaba tranquilizarse, recuperar el aplomo y actuar con serenidad. De lo contrario, no respondería de sus actos. Es que lo que halló en esos sobres era muy fuerte... Tremebundo. Espantoso.
Dani pasó el resto del día vaciando la casa, sin perder de vista las cartas. Sin poder desviar su mente y su alma del contenido de esas epístolas. Hasta que llegasen sus padres no haría nada, no era capaz de pensar en nada, no acertaba a actuar por sí solo. Necesitaba el apoyo de sus progenitores, porque se sentía como el cachorro de cualquier especie animal en su despertar a la vida; sus padres tendrían que indicarle qué sendero debía tomar en relación con el atroz secreto que se escondía en las líneas de esas cartas. Dani, entre tanto asombro, acertó a pensar en lo estúpidamente que había sido engañado por su mujer... Empezaba a creer en los caprichos del Destino, y a ver con inusitada claridad que no es oro todo lo que reluce en una persona, que siempre hay aspectos oscuros, o no tan idílicos, como nos puede parecer si nos limitamos a valorar tan sólo el físico y lo que éste aparenta; creía conocer a Mercedes como la palma de su mano, pero el espeluznante secreto que sobre ella acababa de descubrir habíale demostrado que, en realidad, su esposa era una perfecta desconocida para él. Que la tierra se lo tragase. Qué pena que Mercedes estuviese criando malvas, porque le habría encantado enfrentarse a ella y ver la cara que pondría... Al ver descubiertas las cloacas malolientes que con tanto arte empecinado había ocultado durante años.
-¡Mare meua del Senyor!§-la madre de Dani no daba crédito a lo que estaba oyendo-¿Será posible semejante canallada, fill meuÀ?
-Por desgracia, mamá, sí.-Dani observó las muecas de asombro e indignación que iba haciendo su padre a medida que iba leyendo las cartas.-Mercedes conoció en Barcelona en el verano del noventa y uno a un tío casado, se lió con él y la dejó embarazada. Cuando iba a decírselo, él le pegó la espantá y le confesó que no se divorciaría de su mujer; Mercedes se vio sola y humillada y ocultó su estado a sus compañeros de facultad y a su familia y decidió que no se quedaría ese hijo, que si su padre no la quería a ella, tampoco quería ella al mocoso.....
-Qué hija de p...-Lo interrumpió sin querer su progenitora.-¿Cómo es posible?
-Ni idea, mamá, ni idea... -Dani estaba tan escandalizado que no sabía qué contestar-Lo cierto es que se aprovechó de que estaba estudiando en Madrid para ocultar su estado a todo Cristo... Nadie se enteró, no sé cómo lo consiguió, pero el caso es que nadie más que ese sacerdote supo que dio a luz un niño que nació enfermo y discapacitado... Que lo dio a las autoridades para que fuese entregado en adopción, y que por mediación del cura, no sabemos cómo, siempre supo, aunque no quisiera, cómo estaba el chiquillo. Siempre supo que nadie lo adoptó a causa de su discapacidad... Es monstruoso, mamá, monstruoso y cruel. Las cartas se interrumpieron en el noventa y seis, cuando el cura se largó de misionero a África y Mercedes ya no tuvo medios para seguir sabiendo de su hijo, aunque sin querer saber, como ella misma recalca en cada carta... ¿Cómo se puede dar a luz a un niño y abandonarlo a su suerte?
-No lo sé, hijo, no lo sé. Creo que te casaste con un demonio, en vez de con un ser humano... Tener un bebé es lo más grande que nos puede pasar a las mujeres. Es lo más, lo máximo. Yo misma entendí el sentido de la vida y del amor el día que fui mamá por primera vez. No comprendo la conducta de tu mujer... De verdad que no.
-Ni tú ni el mismísimo Jesucristo que bajase de los Cielos. Es que me hago cruces, es que me hierve la sangre de indignación... ¡De modo que esas cicatrices eran del parto y no de una caída de la yegua, como me aseguró! ¡Así que por eso nunca era un buen momento para tener hijos conmigo! ¡Era por eso! Y yo tan inocentón de creérmelo... Anda y anda, que me ha engañado como a un chino... Es que, cuanto más lo pienso, más increíble me parece. Mamá, tengo que hacer algo. Por eso os he llamado. Necesito que me ayudéis.
-¿Ayudarte? ¿A qué, hijo?-la progenitora de Dani sintió un escalofrío al imaginar la decisión que éste había tomado.
.-Ese niño necesita un padre, una familia, quiero adoptarlo...
-¿Estás seguro, hijo mío? Una decisión así no es para tomarla a la ligera... Ese niño está en una silla de ruedas, necesita atención para cualquier cosa que quiera hacer, te va a atar de una forma continua, y quizás te termines cansando de pelear... Piensa que es un niño, y que su cerebro está perfectamente, que a la mínima queja que sienta por tu parte, lo va a notar, se va a sentir mal por ello... ¿Asumes los pros y los contras? ¿Estás dispuesto a asumir el sacrificio y a soportarlo? ¿Has pensado la cantidad de papeleos y de pasos que vas a tener que dar para conseguirlo? ¿Has pensado en que esto se va a saber, que se va a enterar España entera, que la familia de esa monstruosa mujer con quien te casaste se va a quedar de una pieza cuando descubra el pasado de su hija? ¿Lo asumes?
-Lo asumo todo, mamá...-Dani esperaba ese sermón preñado de sentido común de su progenitora. Pero lo agradecía con toda su alma.
-Entonces, fill meu-intervino su progenitor, aún patidifuso por lo que acababa de leer en las cartas de su difunta nuera-solo podemos decirte una cosa...
-¿Qué, papá?
-Adelante, fill meu...-añadió su madre, expresando el sentir del matrimonio.-Puedes contar con nosotros para lo que quieras...
Dani abrazó a sus padres y les sonrió para expresarles toda la emoción que lo embargaba. En la durísima tarea que iba a emprender a partir de ese instante necesitaba todo el apoyo y el empuje de sus progenitores. Había sopesado todos los pros y todos los contras de su decisión y se arriesgaba; ese pequeño de diez años, en silla de ruedas por espina bífida y abandonado a su suerte por su madre, había despertado su simpatía y su solidaridad sin conocerlo... Y estaba dispuesto a luchar por él y lograr su adopción. Le importaba un estornudo de político el follón en el que se iba a meter; la injusticia que habían cometido con esa criatura indefensa clamaba al cielo, y no pensaba permitir que aquello quedara así. Lucharía por él y juntos crecerían y aprenderían de su mutua compañía. ¿Cómo era posible que existieran tipejas de semejante calaña? ¿Cómo se puede olvidar de esa manera a un ser que ha salido de tus entrañas? Pero... ¿Acaso tenía entrañas esa tía? No, la respuesta era obvia; para actuar como había actuado...
Y España entera pensó lo mismo cuando tuvo conocimiento de la historia de Dani. Su tenaz y valiente lucha ante los tribunales para lograr la custodia del pequeño Agustín conmovió a todos, haciendo aún más vivo el interés de los medios de comunicación por su firme propósito de convertirse en el padre de ese ángel a quien su madre abandonó despechada y sin ningún escrúpulo. Ese hombre merecía un monumento por su inmensa calidad humana; no es frecuente en la Sociedad hallar a alguien dispuesto a hacerse cargo de un pequeño discapacitado que encima es hijo de su esposa y que ésta ocultó su existencia por maldad y por hipocresía, y no es frecuente que este alguien asuma de buen grado el enorme sacrificio que supone adoptar a un niño de diez años que no entiende por qué no tiene una familia y por qué nadie demuestra por él nada más que una pegajosa lástima. Ese hombre merecía tener suerte y sacar adelante al pequeño, llamado Agustín por haber nacido el día de San Agustín de mil novecientos noventa y dos. Se lo merecían ambos...

Dani sonreía enternecido esa tarde fresca y plomiza de principios de diciembre mientras paseaba por las Ramblas de Barcelona con su hijo. A la par que empujaba la silla de ruedas de Agustín, miraba cómo el niño devoraba con fruición deleitosa el bocadillo de tortilla española que le había preparado su abuela antes de salir. Regresaban del colegio, y el niño tenía un apetito voraz; esperaba que Dani le llevase algo con lo que saciar su hambre, y Dani no le defraudaba nunca. Lo llevaba y lo traía a donde hiciese falta, pero lo más importante para ambos era que, un año después de haberse conocido y de lograr que los tribunales les permitiesen empezar juntos una nueva vida, ya no podían vivir el uno sin el otro.
El pequeño se había adaptado perfectamente a él, aunque al principio desconfiaba de ese chico amable y cariñoso que iba a verlo siempre que se lo permitían... Pero que podía dejarlo tirado y en el más completo de los olvidos en cuanto encontrase un niño que pudiese caminar, correr y saltar, lo que muchísima gente había hecho a lo largo de aquellos años en los que vivió en el orfanato... Sin embargo, Dani no le falló, y no paró de batallar hasta que consiguió adoptarlo y llevarlo a vivir con él; el día a día les resultó un poquito pesado a ambos en las primeras semanas, por su mutua y recíproca falta de acoplamiento, pero con el paso de los meses la adaptación fue total. A partir de entonces, su vida dejó de ser triste y monótona para convertirse en una fuente de sorpresas y de progresos cada minuto. Agustín podía ir a un colegio normal, y Dani no paró hasta conseguirlo; el pequeño había hecho ya grandes amigos y empezaba a destacar en redacción escrita y dibujo. El joven empezaba a creer en la veracidad del dicho popular Dios aprieta, pero no ahoga... Lo que le había quitado al niño por un lado, se lo estaba dando por otro. Se consolaba con este pensamiento, y se prometió a sí mismo que lucharía para darle a Agustín todo lo que necesitase. Era su hijo, y por su hijo daría su vida.
Unas gotas de lluvia sacaron a Dani de su ensimismamiento y le obligaron a acelerar el paso si no quería que su hijo se mojara. Contemplando el encapotado firmamento que cada vez soltaba lágrimas más gruesas, el joven entró con Agustín en una librería y los dos empezaron a hojear con hambriento deleite todos cuantos volúmenes se les antojaban. Se miraron y se sonrieron. Sí. Allí estarían hasta que la lluvia cesase... Y a buen seguro que no se marcharían sin haberse agenciado un par de tomos... No podían remediarlo, eran así de bibliófilos...La visión en un estante de las obras del gran escritor Romántico Gustavo Adolfo Bécquer hizo que Dani se acordara por un instante de Mercedes al venirle a la cabeza una de las más célebres frases del genial autor sevillano, sé que conozco gentes a quienes no conozco. ¡Qué razón tenía Bécquer! ¿Conocemos realmente a quien conocemos? Al recordar con abominación a la mujer que tanto había amado y que con tanto cinismo y malevolencia había procedido a lo largo de su existencia, tuvo muy clara la respuesta.
§ ¡Madre mía del Señor!
À Hijo mío.

Comentarios

Francis Nicolás ha dicho que…
Yeahhhh...

Bueno.. di que sí.

Te prodigas poco. Ya sabes.

¿Nos conocemos?

De leídas...

Un beso, alumna
Anónimo ha dicho que…
Hola Puri,
Te he visto, pero no te leo hoy... Cuando tenga menos sueño, ¿vale?
Un beso!
Anónimo ha dicho que…
Hola Puri,
Una historia muy bien contada. La he leído con avidez por saber qué ocurría.
Me parece maravillosa la decisión de Dani y me alegro muchísimo por el pobre niño.
Sin embargo creo que yo no juzgaría con tanta dureza a Mercedes...
Un beso!
Puri ha dicho que…
¡¡Profeeeeeeeeeeeeeeeeeeee, GRACIAS por abrirte paso entre las telarañas, jejejeje!! Me encantan tus visitas...

Dime, ¿qué te ha parecido el texto? ¡¡Profe, tus correcciones y tus comentarios siempre serán sagrados para mí!!

MIL BESOS, MY DEAR PROFE.
Puri ha dicho que…
¡¡¡MIL GRACIAS, Saporima!!!

Me encantan los relatos con fuertes cargas dramáticas, emocionales y psicológicas, y sólo aspiro a contarlos lo mejor posible. Eso ya lo dejo en manos de mis lectores.

Mercedes... Es Dani quien la juzga, pero es evidente que lo hace con dureza... ¡Creo que me metí demasiado en el personaje...!

BESAZOS,
Anónimo ha dicho que…
Hola Puri,
¡Muchas gracias por tu comentario!
Un beso!!

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