DIARIO DE UNA SEMANA SANTA EN LLORET DE MAR.

Martes 7 de abril de 2.009.

Por primera vez en nuestras vidas, mis padres, mi tía y yo vamos a viajar con el IMSERSO… Ya veremos cómo va la experiencia. Así, a bote pronto, somos escépticos.
Es Martes Santo y el tiempo es lluvioso, frío y desapacible. Ya en el tren –que tomamos en Elda, en nuestra añeja e inadaptada estación-, empiezan los problemas: Nuestra guía acompañante resulta ser una chica desastrada, torpe, lenta y aparentemente “retrasadilla”, que no sabe llevar a cabo su labor sino con ineptitud, desidia y desconcierto, que enciende los nervios de todo el vagón cuando nos percatamos de que la colegui nos ha dejado sin nuestros asientos ¡porque no hemos subido al tren en Alicante, y ha dado por sentado sin consultar con nadie y sin encomendarse a nadie que hemos anulado nuestro viaje!... Lo que, con toda razón, desata una airada protesta por parte de mi padre, quien se niega a pasar las 7 horas de trayecto de cualquier forma, con cada uno de nosotros 4 en un vagón diferente y encima en un tren viejo, que traquetea más que los de antaño y cuya comodidad brilla por su ausencia más que el silencio en un congreso de grillos.
Solventado ¡¡al fin!! por la guía este primer incidente, nos pasamos las 7 horas del trayecto incómodos, malhumorados y mareados, aunque acabamos pasándolo bien distrayendo a una de nuestras compañeras de vagón, Evelyn, una niña preciosa de seis meses que soporta con un estoicismo impropio de su edad las incomodidades de un desplazamiento tan largo en un tren tan añejo.
Menos mal que el picnic que nos proporcionan para el almuerzo es aceptable, aunque tampoco es que se pase de bueno, la verdad. El trayecto transcurre con clima lluvioso hasta Girona, y a mí me da por pensar que la lluvia nos persigue: El año pasado ya nos aguó –nunca mejor dicho- la estancia en Peñíscola, y éste presiento que la historia se repite. Ya veremos.
Cuando llegamos a la estación de Girona, es ya casi de noche. Estamos tan agotados y fastidiados que apenas vemos lo poco que se capta de la ciudad por las ventanillas del autobús que nos lleva a Lloret de mar. Por más rabia que me dé, he de admitir que yo poco he visto de la capital… Porque cuando me he despertado ya estábamos en la puerta del hotel.
El hotel constituye un nuevo motivo de desengaño en este viaje… Joder, si por algo dicen que las desgracias no vienen solas. Es un establecimiento de tres estrellas, pero tan viejo y reviejo que parece sacado de una película de terror: Las puertas aún tienen los pomos redondos, los muebles no han visto una capa de barniz o un tapizado en siglos, la pintura de las paredes pide a gritos una nueva capa, las habitaciones son diminutas, las camas estrechas, los baños imposibles de usar sin sufrir “heridas de guerra” e inexplicablemente no están adaptados para su uso por mayores y discapacitados (los dos colectivos beneficiarios de estos viajes del IMSERSO), y el comedor es ya la gota que colma el vaso de mi espanto… ¡Colas, colas para coger una comida tan espantosa, invariable y desaboría que dudo que en tiempos de guerra fuese peor…! He viajado mucho, y he visto de todo, pero este recinto hotelero se lleva la palma en cuanto a cutrez y desastre logístico.
Después de cenar y jugar una partida de parchís para relajarnos un poco, en un salón que si de algo adolece es de espacio y que (tal vez para ahorrárselo) aúna televisión, mesas de juegos y baile con orquesta en vivo (me reservo los comentarios sobre éste), nos vamos a dormir. Estoy tan cansada que desisto de protestar por la estrechez de la cama y la blandura y pequeñez de la almohada…


Miércoles 8 de abril de 2.009.

Miércoles Santo. Aunque la mañana es fría, ventosa y amenaza lluvia a la vista del cielo cada vez más gris, tras desayunar –nueva cola, nueva comida repetitiva y malísima- nos abrigamos y nos vamos de turismo.
Lloret de mar es el centro turístico por antonomasia de la Costa Brava, con unas playas y calas maravillosas, 5 de las cuales han sido premiadas con la Bandera Azul de la UE por su gran calidad. En esta primera mañana descubrimos el increíblemente bello Paseo Marítimo, las cosmopolitas y típicas calles peatonales y comerciales y el magnífico Castell d’en Plaja, que vemos al visitar la playa de Sa Caleta por su lado norte. Este hermosísimo, fastuoso y perfecto conjunto arquitectónico es una casa-castillo mandada construir por Narcís Plaja al arquitecto gerundense Isidor Bosch, fue terminada en la década de los 40, y de ella destacan sus torres almenadas. No me extraña que sea uno de los puntos más visitados de la ciudad; nunca podré olvidar las impresionantes vistas del Mediterráneo que he gozado desde las murallas empedradas y mojadas del recinto.
La tarde se presenta horrible. Lluviosa y fría, para variar. Decidimos coger un taxi e ir a Blanes a un local de ocio. En vista del aburrimiento y de lo caro que resulta el sitio, volvemos al hotel. Aquí, mientras cenamos, comentamos que la dinámica del IMSERSO no nos acaba de convencer: Sí, son viajes muy baratos, pero te llevan a hoteles en el quinto pino y lo de hacer salidas nocturnas es arriesgado tal y como está la inseguridad ciudadana en todas partes, si quieres ver cosas te tienes que apuntar a unas excursiones carísimas de Mundo Senior (agencia del IMSERSO) o irte por tu cuenta –y te sale igual de caro-, y eso de paseíto por la mañana, cartas por la tarde y baile por la noche… Pues como que no nos mola. Es muy respetable, pero nosotros queremos turismo “a pie de calle”, alojamiento céntrico y un mínimo de seguridad en las salidas y entradas más allá de las 9 de la noche… Justo lo que aquí no hemos encontrado.


Jueves 9 de abril de 2.009.

Jueves Santo. Amanece un día (¡por fin!) soleado y de temperatura más cálida. Decidimos aprovecharlo y efectuamos un agradable recorrido hasta llegar al Ayuntamiento. Aquí coincidimos con un matrimonio maño encantador, Manolo y Paquita, de Zaragoza, que también está alojado en nuestro hotel, y en el divertido intercambio de ayudas con las cámaras de fotos nace una corriente de amistad y simpatía con ellos que estoy más que convencida de que ni la distancia y el tiempo borrarán jamás. Me hablan de su pequeño nieto Juan, discapacitado como yo, me cuentan su titánica lucha junto a su hija y su yerno por sacarlo adelante, y no puedo evitar emocionarme vivamente: La gran fortaleza de esta familia, la inmensa ternura de estos abuelos por su tesoro Juan, hace que me acuerde de la tenacidad de mi familia y de su lucha por mí, hace que me acuerde de mis abuelos Luis y Paca (DEP); para ellos yo era su niña, la niña de sus ojos.
Reanudamos el paseo y visitamos la Iglesia Parroquial, de estilo gótico aunque con clara transición al Renacimiento, en la que nos han comentado que hay unos retablos preciosos de pintura catalana del S. XVI… Pero nos percatamos de que hay un funeral, y optamos por abandonar el recinto por respeto al finado y a sus familiares.
La tarde, otra vez, es gris y desapacible. Decidimos dar un paseo por los alrededores del hotel y giramos al este. Descubrimos un paisaje montañoso, frondoso, verde y bellísimo, que desemboca en una urbanización llamada “Septiembre Romá”… Pero la lluvia, el viento y lo escarpado del terreno hacen que volvamos al hotel.
A cenar y a jugar al parchís. Creo que voy a soñar con fichas, puentes y matanzas.


Viernes 10 de abril de 2.009.

Viernes Santo. Otra vez la mañana es gris y fría. Empiezo a estar cansada de este clima desapacible, pero no me queda más remedio que poner al mal tiempo buena cara…
Caminamos por el paseo Verdaguer y nos quedamos boquiabiertos por la belleza de Can Garriga, que alberga el Museo del Mar. Entramos y visitamos, admirados por su majestuosidad, una de las colecciones más importantes de maquetas navales relacionadas con la marina y la pesca de Cataluña, y a lo largo del recorrido por los 5 ejes principales de la muestra, Hijos de Lloret, Mare Nostrum, Navegando el mundo, Lloret después de los veleros y Más allá de la playa, me quedo enamorada de los barcos en miniatura y del esplendoroso montaje audiovisual que acompaña su exposición. Asimismo, me sorprende y emociona la mención que en “Navegando el mundo” se hace a Alicante y a la tradición marinera y emigrante de mi tierra. Es un museo espléndido, y nadie que venga aquí a Lloret de mar debería perdérselo.
La tarde se presenta lluviosa y muy fría… Así que tras disfrutar de un muy divertido café con nuestros nuevos amigos maños, los adorables Manolo y Paquita, mis padres, mi tía y yo nos echamos 4 partidas de parchís… Vamos, lo que yo digo: Sueño con fichas, dados, puentes y matanzas. Qué aburrimiento. Ojalá me hubiese traído un libro.
Aprovechando que ha cesado de llover, pero sólo momentáneamente (oiga, no sea que nos acostumbremos), mi padre se queda con nuestros amigos los maños mientras nosotras nos vamos al Caprabo cercano a comprar algunas cosas. Tras cenar (ya no me quedan adjetivos para describir la comida) y volver a jugar al parchís, nos vamos a dormir.
Espero que mañana la climatología sea un poco más clemente que hasta ahora… Porque nos hemos apuntado a una excursión de Mundo Senior y quiero disfrutarla, coño, que me lo merezco.


Sábado 11 de abril de 2.009.

Sábado de Gloria. La mañana nos saluda con una fina pero pertinaz lluvia, con frío y con viento. Estoy hasta los ovarios de la climatología, porque para una vez que consigo un viaje largo bien que me lo está jodiendo. Entre eso, la mierda de hotel y el fuerte resfriado de mi padre, que al pobre mío le provoca unos accesos de tos tan lacerantes como prolongados, este viaje se me está atragantando. ¿Quién nos habrá echado mal de ojo…?
Inspiro y suelto el aire. Me voy por fin de excursión y no es de recibo que un ataque de furia me arruine el día.
Para que luego digan que la gente joven es maleducada. Quien sostiene esa creencia debería haber presenciado el aborregado comportamiento de los jubilados que comparten la excursión con nosotros: Gritos, carreras y empujones para ser los primeros en la cola del autobús, para instalarse en los asientos, para recibir las atenciones de la guía…, etc. Sin comentarios. Los escolares muestran cuarenta veces más educación y respeto en este tipo de actos que ellos. Ni que se fueran a llevar los monumentos, me cago en la leche.
Empieza la excursión. Lloviendo. Los jubilados haciendo de todo para atraer a la guía. Gruño. Así va ser difícil que mi mal genio se disipe, entre una cosa y la otra.
Llegamos a Roses. Sin bajar del autobús nos enseñan la Bahía de Roses, que me deja extasiada por su belleza, hermosura, majestuosidad, extensión y señorío. Lamento de veras no poder recorrerla a pie, pero es lo que tienen las excursiones organizadas: Te llevan a visitar un montón de cosas en un mismo día, vas a son de pito y en resumidas cuentas no ves nada como Dios manda.
Seguimos hasta Empuriabrava, la bellísima ciudad conocida como la “Pequeña Venecia” por sus numerosos canales. Tras soportar con resignación el aborregado proceder de los jubilados, para bajar del autobús los primeros, abrir los paraguas los primeros y subir al barco los primeros, comienza el paseo fluvial… Y aumenta mi mala leche: El barco tiene unas goteras espantosas y quiere la desgracia que me toque sentarme justo debajo de una, y los cristales (por evidentes razones de seguridad) son de plástico… Así que con lo que está lloviendo se empañan, obstruyendo por completo la visibilidad. Pero, no obstante, esforzándome en mirar por una esquinita, contemplo la maravillosa fisionomía de canales, las espléndidas casas de famosos, el magnífico lago San Mauricio o los espectaculares embarcaderos y los soberbios yates que están amarrados allí. No puedo evitar pensar que hubiese sido la hostia hacer este recorrido con un cielo tan azul que se confundiera con el del mar y en un barco descubierto. ¡Joder, Puri, despierta ya, coño!
Es ya mediodía cuando arribamos a Figueres. Después de dar buena cuenta de una deliciosa comida, la primera decente desde que estamos aquí, por fin voy a hacer realidad uno de mis sueños: Visitar el Teatro-Museo Dalí.
Ya desde fuera es admirable, excéntrico, espectacular, increíble. Y dentro no acierto ya con los adjetivos, extasiada ante tanto esplendor. Alucino con la cúpula geodésica, transparente y reticular, con el antiguo patio de butacas (que exhibe el majestuoso Cadillac del artista), con los maniquíes art déco, con el vestíbulo y sus preciosos collages, con el patio, con la impresionante sala Tesoro (tapizada de rojo y que alberga algunas de las obras más queridas por Dalí, como los óleos La cesta de pan, Gala de espaldas mirando un espejo invisible o Leda atómica), con las Pescaderías (conjunto de obras sin orden cronológico), con la Cripta (que alberga la tumba del artista, una sala con dibujos y acuarelas y la Sala Dalí de Oro, en la que se exponen una serie de medallas numeradas y montadas en piezas de orfebrería), con el Mae West (surrealismo total en una habitación tridimensional), con el Palacio del Viento (realmente impresionante el techo pintado que le da nombre), con la Torre Galatea (donde nadie debería perderse la Sala de las Ilusiones Ópticas) y con la Sala de las Joyas.
Ha merecido la pena soportar tantas incomodidades en este día. He cumplido mi sueño de ver en vivo la obra de un genio como Salvador Dalí, uno de los más grandes artistas del s. XX y un hombre irrepetible. Gala sabía de quién se enamoraba… Aunque le pusiera luego los cuernos, pero eso es otro tema.
Regresamos a Lloret de Mar ya anocheciendo… Lloviendo y con frío. Y tan cansados que no tenemos ganas de quejarnos por la cena, tan espantosa como de costumbre.


Domingo 12 de abril de 2.009.

Domingo de Resurrección. Aquí lo que no resucita, me cago en su puta estampa, es el sol. Al contrario, quien no nos abandona ni por espejeras es la lluvia. La lluvia, el frío y el viento, que nos acompañan perennes a lo largo del día y que nos mantienen enclaustrados en el hotel… Y acabando hartos de parchís, de solitarios y de fútbol por TV. Sé que nadie tiene la culpa de lo adverso de la meteorología, pero estoy tan encabronada que opto por quedarme en silencio mientras mis padres y mi tía pasan el tiempo haciendo solitarios; no me dicen nada, porque saben que soy una tonelada de dinamita a punto de explotar. Sólo el café vespertino con Manolo y Paquita consigue arrancarme un rato de mi mal humor, haciéndome reír a carcajadas con sus chistes y anécdotas. Nunca sabrán cuánto se lo agradezco.
Después de cenar (nuevamente me ahorro los comentarios), un show flamenco centra el interés de los jubilados… Y el nuestro, desesperados como estamos por combatir el aburrimiento. Pero desistimos de intentarlo cuando comprobamos que la música es horrenda y enlatada y que está a un volumen insoportable… Lo mismito que el aire acondicionado.

Nota: Para que luego digan que la gente joven es maleducada, egoísta y descarada. Hiervo de indignación cuando una vieja grita a mi madre porque se rezaga un segundo en la cola del buffet por la sencilla razón de que se le ha caído un plato y ha de coger otro… ¡¡Y la vieja aún se atreve a llamarla caradura y sinvergüenza!! Mi madre se ha callado porque respeta a las personas mayores, pero, camino a nuestra mesa, a mí se me escapa un “hija de puta” que provoca que me mire todo el salón. No me importa; soy de las que piensa que muchos ancianos y discapacitados se aprovechan de su edad/condición para salirse con la suya, colarse en las colas (valga la redundancia) o inspirar lástima para que la gente se corte y no responda a sus chulerías.


Lunes 13 de abril de 2.009.

Lunes de Pascua. La mañana es fría y nublada, pero no llueve. Acompañados por otros de los matrimonios con los que hemos hecho amistad a lo largo de estos días, Jorge y Ana (de Novelda) y Linda y Francisco (de Polop de la marina), nos vamos de excursión.
Recorremos la Playa de Lloret. Linda y Francisco se quedan en ella y nosotros continuamos nuestra marcha. Visitamos el monumento a la Mujer Marinera, una preciosa estatua en bronce de 2,40 metros que se levanta sobre una roca natural en la punta oeste de la bahía de Lloret de mar. En torno a esta obra maestra del escultor Ernest Maragall, que representa a una mujer de aquí en clarísima actitud de espera u olvido, circula la leyenda que asegura que quienes, mirando al mar, la tocan, verán cumplidos sus deseos. El tiempo me dirá si esta leyenda es cierta…
Cuando nos disponemos a subir al Castillo de San Juan, situado en la cima de la montaña que separa las playas de Lloret y Fenols y que data de principios del s. XI d.C., empieza a llover… Vaya, para no perder la costumbre. Regresamos al hotel. Yo, malhumorada por perderme tantas cosas por culpa de la lluvia de mierda… O la mierda de lluvia, mejor dicho.
La tarde es tranquila en lo personal y agitada en lo meteorológico. Lo pasamos de puta madre con Manolo y Paquita, intercambiando fotos, números de teléfono y direcciones. Saber que es la última velada que compartimos hace que deba aguantarme las lágrimas; el cariño y la simpatía del personal del hotel y los compañeros de odisea turística en general y de estas dos personas en particular es el único recuerdo bueno que me llevo de este viaje horrendo y desastroso. Me va a costar no verlos a diario, pero me alegra saber que con Manolo y Paquita el contacto va a ser fluido y que ni la distancia ni el tiempo enfriarán nuestra amistad. Ya tienen un hueco en mi corazón.


Martes 14 de abril de 2.009.

¡¡Por fin nos vamos a casa!! Mi casa, mi casaaaaaaaaaaa, que diría el inolvidable E.T.
Tras aguantar –para que no se me olvide, al parecer- de nuevo las prisas, las colas y las burradas de los jubilados para recoger los billetes de tren y el picnic de manos de la –esta vez sí, ¡menos mal!- paciente y competente guía que hará con nosotros el camino de vuelta a Alicante, subimos por fin al autobús y en poco más de media hora llegamos a la estación de ferrocarril de Girona… Donde nos espera –sobre todo a mí- un buen susto: Los nervios, las prisas y el aborregamiento de muchos al percatarse de que hemos llegado con retraso provocan que todos salgamos corriendo hacia las escaleras mecánicas, con tan mala suerte que tropiezo con un escalón y caigo atravesada en las mismas. Mis gritos, la rápida intervención de Jorge y Francisco y la milagrosa aparición de la guía con un técnico de ayuda a discapacitados de RENFE evitan que la cosa pase a mayores y se salde sólo con unos moratones y magulladuras y un buen berrinche por mi parte. Esto ha sido la gota que colma el vaso de mi paciencia y el límite de mi aguante. Me paso las 7 horas de trayecto dolorida y cabreada.
Menos mal que ya hemos llegado a casa. Mi casaaaaaaaaaaaaaaaaa. Y menos mal que mi familia ha salido tan harta de la experiencia como la que estas líneas escribe. Los próximos viajes los haremos por nuestra cuenta, a nuestro aire y a nuestro acomodo, sin prisas ni imposiciones. Esto del IMSERSO será muy barato y todo eso, pero no he visto mayor descontrol organizativo y más poca educación de unos usuarios en toda mi vida.
Que no me inviten a repetir. Va a ser que no…

Comentarios

Francis Nicolás ha dicho que…
Pérate que me componga que llevo el fajín por los tobillos y se m'aenredao el cubito en la lengua...

Yeahhh....

Anoche tu amiga Adela me tiró el cubata...bueno, casi...

Como sabes que soy un borde te diré que no te imagino jugando al parchís... jua...

Viva San Antón y Viva San Pep...

Enhorabuena culé, culé..
Puri ha dicho que…
¡Profeeeeeeeeeeeee, VIVA SAN PEP, SAN ANDRÉS INIESTA y todo el F.C. Barcelona tricampeón! Muchas gracias por tu visita y por tu felicitación, ¡¡graciasssssssssssssssssss!!

Jejejeje, profe, cuidadín, recomponte el fajín... ¡No sea que te tropieces y la caguemos!

¿Pero qué le hiciste a Adela para que te tirara el cubata, o casi, jajajajaja? ¡¡Es broma...!! Va... Cuenta, cuenta, ¡que estoy deseando saberlo...!

Imagínate lo del parchís, porque es tan cierto como que mi Barça es tricampeón...

MIL BESOS, MY DEAR PROFE.
Anónimo ha dicho que…
Mañana intentaré leerte, Puri...
Una semana larga...
Un beso!
Anónimo ha dicho que…
Me refiero a mi semana no a la tuya, que aún no la he leído!! :)
Anónimo ha dicho que…
Hola Puri,
Vaya peripecia de viaje... Mal tiempo, grupo maleducado, comida mala, pésimo hotel... Menos mal que el sitio parece precioso y que entablasteis amistad con gente maja... Lo de la caída final, espantoso, pobrecita!! Tuvo que esperaros el tren? o realmente las prisas no eran tan necesarias y podrías haberte ahorrado un buen disgusto? Me alegro mucho de que no te hicieras nada grave!!
Les contaré a mis padres vuestra experiencia para que no se les ocurra apuntarse a ese tipo de viajes!
Un besote!
Puri ha dicho que…
¡¡¡MIL GRACIAS, Saporima!!

Tú lo has dicho, ¡vaya peripecia de viaje...! Fue para hartarse. Y lo del tren, llevaba retraso, sí, pero no tanto como para las prisas de los viejales, qué quieres que te diga. Y, como bien dices, menos mal que lo de la caída quedó en un susto.

¡¡Sí, aconseja a tus padres que no se apunten...!! Por lo que oigo, todos los viajes son así. UN DESASTRE.

Mil besazos,

Entradas populares de este blog

UN AMOR TAN EXTRAÑO COMO IMPOSIBLE.

UNA HISTORIA DEL TEMPLETE.

DE AUTÉNTICA VERGÜENZA