FERNANDO MARTÍN.


La luz de la mañana se filtraba por las rendijas de la celosía, mientras Fernando Martín gruñía aún soñoliento y se desperezaba ruidosamente. Aquel era su día de descanso en el centro de salud del pueblo, y su plan era quedarse en la cama remoloneando y durmiendo a intervalos iguales hasta que llegara la criada y le sirviera la comida bien entrado el mediodía… Pero él no contaba con los gallos y los pollos, que empezaban su particular coro apenas clareaba el día. No contaba con las comadres y los compadres que pasaban por la acera contando chismes y riéndose con estruendosas carcajadas de lo que decían sus interlocutores y ellos mismos. No contaba con los niños que jugaban en la calle y en el cercano parque… Pero no cambiaría por nada del mundo el relax y la tranquilidad que tenía en ese pequeño pueblo del interior de Aragón; era su paraíso terrenal, y ya no volvería a la atmósfera viciada y densa de la ciudad en la que nació y se crió… Y en la que se graduó en Medicina y conoció a Marta…
La reminiscencia de su mujer volvió a conmoverlo en lo más hondo de sí mismo. Mas ya podía recordarla y hablar de ella sin que el dolor y la desesperación lo invadiesen con la contundencia de los tres primeros años. Su remembranza de Marta era ya sosegada y carente de obsesión; el tiempo había mitigado su enorme pesar por la muerte de su esposa, médico como él, al explotar una bomba justo cuando pasaba por la calle donde unos terroristas la colocaron para cargarse a un ministro. Ahora ya podía evocar, revivir episodios, momentos, fragmentos, retazos, instantes, de su existencia junto a su adorada mujer sin que sintiera morir algo en su interior, porque había aprendido a convivir con su recuerdo, a quedarse por siempre y para siempre con la esencia de lo que vivieron y compartieron, a llevar la imagen y el amor que Marta le dio en el corazón y en la memoria. Nunca creyó que llegase el día en que pudiera dejar de sentir tanto dolor, más entendió que no debía sentirse culpable por ello. La vida pasa, la vida no se detiene, y eso es lo que a la postre nos cura las dolorosas heridas que ella misma provoca con las pruebas a las que nos somete.
Fernando acabó de despabilarse y saltó de la cama. Se dirigió al cuarto de baño y meó y cagó antes de desprenderse del pijama, cepillarse los dientes y darse una, para él, reconfortante ducha de agua fría. Cuando salió, se vistió con brío para combatir el helor de mediados de enero y se dirigió a la cocina, donde puso un vaso de leche a calentar en el microondas y tres trozos de pan de molde en la tostadora. Mientras esperaba a que se le hiciera el desayuno, encendió su móvil y su ordenador portátil, y su corazón empezó a latir con intemperancia cuando su teléfono celular y su correo electrónico le avisaron casi al unísono de que tenía cuatro mensajes de Elena… ¡Y en todos le decía que por favor la llamase, que necesitaba hablar con él! Se recostó en la silla con placer y pensó en la rubia farmacéutica: Elena del Valle llegó al pueblo dos años atrás, atraída por el anuncio del traspaso de una de las dos farmacias del lugar que leyó en un periódico de la capital, y dejando atrás un pasado del que nunca quiso hablar. Se hicieron amigos enseguida, se lo contaban todo, se apoyaban mutuamente en los días depres que ambos tenían… Y ello disparó la imaginación y la chismorrería de los lugareños, que se empeñaban en arrejuntarlos o en casarlos al precio que fuera. Elena y él se reían a carcajadas de esa manía de sus convecinos, porque los querían muchísimo y no lo hacían con mala intención.
Fernando desayunó mientras revisaba el resto del correo electrónico que tenía pendiente. Pero no pudo apartar de sí la imagen de Elena; no le quedaba más remedio que reconocerse abiertamente que estaba más enamorado de ella que Juana la Loca de Felipe el Hermoso o Romeo de Julieta. Marta se estaría partiendo de risa allá donde se encontrara, viendo que no era capaz de decirle a Elena que le gustaba o algo similar. Elena se había convertido en la mejor demostración de que se encontraba vivo, de que su avanzar por el camino de la existencia no se había detenido con la muerte de su mujer. Elena le había robado el corazón y le había proporcionado, sin saberlo, una nueva ilusión por la vida y por el mañana, no podía evitar imaginarse el placer que le produciría amanecer cada día a su lado por el resto de su vida… Esa frase le parecía risible y burlesca, pero expresaba con fehaciente exactitud el sentir que lo dominaba desde unos meses atrás. Aunque nunca se atrevía a traspasar de una vez por todas la barrera de la amistad con la bella y dulce farmacéutica, porque temía no poder soportar un hipotético rechazo y porque le aterraba pensar en la embarazosa situación que se crearía entre ambos en el mismo pueblo si ese extremo llegaba a darse, albergaba serias esperanzas de que Elena lo correspondiese; las bromas, los e-mails y los mensajes de móvil con doble sentido eran su pan nuestro de cada día, Elena decía a las mujeres del pueblo que él era un bombonazo de tío, alto, con unos ojos verdes que quitaban el hipo y cariñoso y amable como pocos… ¿Quería decir todo eso que estaba por él? ¿Elena lo amaba y quería empujarlo a tomar una determinación cuanto antes? ¿Qué estaba ocultando de su pasado para afirmar tan categóricamente que nunca volvería a enamorarse? ¿Por qué sin embargo le seguía el juego cuando él le mandaba algo picante al correo electrónico o al móvil? Daría cualquier cosa por abrir el interior de Elena y ver lo que sentía y lo que pensaba realmente… Así sabría a ciencia cierta cómo planear una estrategia de declaración de amor y llevarla a cabo… O no.
-Perdona que venga así, de improviso, pero es que tengo que hablar contigo-Elena entró como una tromba a la casa de Fernando tras llamar al timbre con la misma desesperación que si se supiese perseguida por un vampiro-necesito contarte algo. Necesito tu ayuda. Tienes que aconsejarme…
-¿Qué pasa, petarda?-Fernando se sentó en su sillón orejero de lectura y observó a su amiga despojarse del abrigo y atusarse su ondulada melena rubia mientras se sentaba en el sofá y lo miraba con las mejillas arreboladas por la carrera que se había dado para llegar hasta allí-¿Qué tal el fin de semana en la capital? ¿Te has perdido en algunos grandes almacenes?
-¡Capullo!-Elena sonrió divertida. Ya más en serio, añadió:-¿Qué tal por aquí? ¿Novedades?
-Bueno, si exceptuamos las típicas de constipados, gripes y gastroenteritis, poca cosa más… Ah, bueno-sonrió al ver la mueca cotilla de la muchacha y continuó hablando:-Jorge pilló a su perro tirándose a la perra del concejal de limpieza, Marta y Xisco se liaron en el pajar de la familia de él y los sorprendió la abuela…
-Es que son tontos del culo-repuso Elena-en lugar de coger la moto y largarse a echar el polvo al monte o al bosque…
-Ya…-Fernando se contagió de la risa de Elena-pero cuando la necesidad aprieta…
-O sea, que tú eres de los que piensan que el sexo es una necesidad fisiológica-Elena le sonrió socarrona.
-Yo no he insinuado eso, guapa-él se inclinó hacia delante y le tiró del pelo con una carcajada de niño travieso-yo he querido decir que estaban desesperados por demostrarse cuánto se aman, y que por eso lo hicieron en el primer sitio que encontraron…
-Ya-Elena no contuvo la risa-era precisamente eso lo que querías decir.
Tras bromear un rato sobre los cotilleos del pueblo, Fernando observó que Elena se ponía seria y se recostaba en el sofá. Aguardó paciente y en un nervioso y meditabundo silencio a que la joven quisiera hablar, mientras una punzada de celos le resquemaba el alma: ¿Qué le había sucedido en su fin de semana en la capital para volver con ese agitado estado de ánimo? ¿Era algún elemento de su pasado lo que la había puesto tan nerviosa? ¿Quién habría enamorado a Elena antes de su llegada al pueblo? ¿Por qué la bella y dulce farmacéutica se negaba a contar nada a nadie? ¿Quién sería ese tío?
Elena interrumpió el hilo de sus pensamientos al tumbarse en el sofá y rogarle que la escuchara. Quería contarle la historia de su vida, porque tenía la certera seguridad de que Fernando Martín era su amigo del alma y la aconsejaría lealmente. Fernando Martín iba a conocer un fragmento de su existencia que la había transformado como mujer y como persona, dejando una huella en su corazón que nunca olvidaría. Fernando Martín significaba mucho para Elena del Valle, y por eso iba a relatarle ese trozo de su vida que nadie conocía en el pueblo.
-Prométeme que no dirás ni mu hasta que no acabe de hablar. Si no te lo suelto todo de golpe no tendré valor para continuar…
-Pero…-Fernando alucinaba en colores.
-Prométemelo…-Elena se giró y se puso de cara a su amigo.-Por fi…
-De acuerdo, petarda, te lo prometo…
-Christian era mi mejor amigo en el instituto, era el amor de todas; morenazo, con un tipo de escándalo, unos ojos marrones que quitaban las chaparas del sentido, como dicen en Andalucía… Era un chaval muy inteligente y muy amable, un gran deportista y un matemático de primera. Nos enamoramos cuando ya estábamos en la universidad, él haciendo Matemáticas y yo Farmacia; quizá fuera la distancia lo que nos hizo darnos cuenta del sentimiento que nos unía… Fueron unos tiempos maravillosos, unos años que nunca olvidaré-Fernando escuchaba atento, preso de la curiosidad-nos casamos cuando nos graduamos y él consiguió trabajo como profesor de matemáticas en una academia de Zaragoza. Era el marido y el amante perfecto, pero le gustaba pescar unos merluzones de órdago cuando llegaba el fin de semana y alternábamos con los amigos. A mí eso me repateaba, Fernando, porque nunca he entendido por qué coño hay que emborracharse o drogarse para pasarlo bien, y menos comprendo que esos disparates los lleven a cabo tíos y tías que tienen una sólida base cultural…. Te juro que no lo entiendo, mas, ¡tantas cosas incomprensibles hay en esta Sociedad! En fin; el caso es que el veinte de agosto del noventa y nueve estábamos en Valencia en el chalet de unos amigos… Empezaron a beber y a apostar a ver quién se tiraba más rápido al agua-Elena rompió a llorar, y dejó que Fernando se sentase a su lado y la abrazara. Se aferró a su amigo y continuó su acongojada narración:-Se lanzó al agua en una zambullida brusca, imprudente y a todas luces innecesaria. En ese maldito instante nos cambió la vida para siempre. Por una jodida afición a pimplar nos varió el curso de nuestra existencia. Christian quedó parapléjico-Fernando no pudo evitar que se le escapara un resoplido de sorpresa-cuando los médicos del Hospital de Toledo confirmaron el diagnóstico de los de Valencia mi marido reaccionó con ansiedad, angustia y miedo, no sabía qué iba a ser de su vida, tenía miedo de que no le quisiera nadie, a que le rechazaran, a perder su trabajo, perdió la autoestima, sentía que no servía para nada y que no podía hacer nada de lo que hacía antes, se sentía desvalorizado ante él mismo y ante los demás. Decía que a partir de ese momento iba a tener que depender de una persona para cualquier cosa que quisiera hacer, y que eso era volver a la niñez y perder su intimidad e independencia. Tenía sensaciones de inferioridad, injusticia, discriminación, inseguridad, cobardía… Cayó en las garras de una depresión espantosa, y primero tuvo tres intentos de suicidio, optando más tarde por dejarme-Fernando acarició el pelo de Elena, mientras ella se abrazaba más a él.-Me dejó, porque decía que no tenía porqué enterrarme en vida a su lado, que me amaba más que a nada y más que a nadie en el mundo y que no quería verme atada a su lado soportando su amargura, su sentimiento de culpabilidad y su constante depresión. Me echó del Hospital de Parapléjicos de Toledo y cortó toda vía de comunicación conmigo; me hundí, quise que me tragase la tierra, quise morir, mi vida no tenía sentido ni valor sin él, no entendía por qué nos pasaba esto a nosotros. Nuestro avanzar por el camino de la vida estaba adornado por una alfombra de rosas, y de la noche a la mañana se convirtió en un sendero plagado de espinos que nos produjeron dolorosas heridas que no cicatrizarán nunca. ¿Por qué a nosotros? ¿Por qué ningún Gobierno tiene cojones para prohibir las bebidas alcohólicas y hacer desaparecer completamente tanto su fabricación y distribución como su venta? ¡Maldito alcohol! Maldito entre los malditos quien lo inventara. ¡Maldito! Destrozó la vida de mi marido y destrozó la mía. Ahora ya sabes por qué tomé la decisión de abandonar la capital y venir a este maravilloso pueblo; cuando los efectos de mi depresión disminuyeron, mi psiquiatra me recomendó que me fuese, que cambiase de aires, que era lo mejor que podía hacer para terminar de recuperarme… Y la verdad es que me alegro mucho de haberle hecho caso-Elena miró sonriente a Fernando y continuo con su relato:-Aquí he terminado por levantar cabeza, todo el mundo me quiere y tengo al mejor amigo del mundo-ambos sonrieron-he recuperado las ganas de vivir y me siento ya una más del pueblo. No me quiero ir nunca de aquí, y cuando debo visitar a mi familia en la capital estoy deseando volver, porque me encuentro tan a gusto, tan bien… Pero, a lo que iba: Christian y yo nos reencontramos la semana pasada en la capital, y fue un instante maravilloso, fue alucinante cómo se removieron en nosotros los sentimientos de antaño. Hablamos durante toda la semana, a todas horas, y me contó que gracias al extraordinario ejemplo de valentía y superación que había visto en los niños ingresados en Toledo recuperó las ganas de luchar y de vivir, que superó la depresión, aunque aún le quedaban secuelas, que volvió a trabajar y que no me llamó nunca porque seguía creyendo que era mejor para mí no estar atada a un parapléjico de por vida… Sin embargo, al reencontrarnos, nuestro amor ha salido a relucir, y ha podido más que su testarudez aragonesa. Soy de la opinión de que de la fuerza del amor entre dos personas depende la magnitud de los obstáculos que puedan surgir entre ambas; a mayor pasión, menos dificultad para superar un inconveniente… Christian se resiste, cada vez con menos convicción, y lo estoy convenciendo por Internet y por teléfono para que deje de hacerse el mártir y el duro y se venga de una vez aquí conmigo. Estoy adaptando ya mi casa, le he conseguido un local para que monte una academia de matemáticas, porque lo quiero, porque él me quiere, y porque un amor como el nuestro no merece truncarse por culpa de un maldito zarpazo del Destino. Un amor debe prevalecer siempre por encima de cualquier adversidad. Un amor, cuando es verdadero, está en lo más alto de cualquier escala de valores y de cualquier lista de prioridades. Volveré con Christian; él lo sabe, así que más le vale no hacerse el remolón, porque ya hemos perdido demasiado tiempo. Y el tiempo no se puede recuperar.
Fernando Martín aprovechó el pitido de su móvil para escabullirse a la cocina y cerrar la puerta para descargar un par de puñetazos sobre el mármol. ¿Por qué le pasaba eso a él? ¿Por qué ese tío y no él? Elena se había convertido en un instante en una estrella inalcanzable; Elena amaba a su marido, y estaba luchando por él. Elena era ya un sueño para un pobre diablo como él. Elena y Christian estaban unidos por un lazo que nada ni nadie había podido romper; un lazo de amor que él no podía ni quería romper. Elena siempre sería su amiga, y no iba a hacer nada que estropease ese tesoro. Nada. Ni siquiera confesarle que la amaba. ¿Para qué? Para nada. Sufriría por ese amor no correspondido en silencio. Y se alegraría cuando la viese por las calles del pueblo con su marido.Fernando Martín suspiró. Observó con el rabillo del ojo la foto de Marta que tenía sobre la mesa y supo que era cierto. Se alegraría cuando viese a Elena del Valle con su marido. No fue posible el amor, pero sí la amistad. Siempre sería amigo de Elena del Valle.

Comentarios

Francis Nicolás ha dicho que…
¿Fernando Martín no era un piloto de Rallies?

jeje...

Da gusto ver cómo la especie se perfecciona, Puridad. ¡Bien escrito!

Por lo,menos el 6'75 lo tienes.
(K kpu... yo soy!
Besos.
Puri ha dicho que…
¡¡¡MIL GRACIASSSSSSSSS, profe!!! ¡¡Uf, veo que tengo que esforzarme más para que me subas la nota, jejeje!! En serio, gracias por motivarme, porque de vez en cuando no me viene mal una buena corrección.

BESAZOS, MY DEAR PROFE.
Puri ha dicho que…
Profeeeeeeeeeeeeeeee, ¿no era baloncestista...?

Jejeje...
Francis Nicolás ha dicho que…
Por el amor de Dios, Purificación.. ¡que era una ironía...! Sé perfectamente que Fernando Martín fue un baloncestista.. negro, ¿no? Jugaba en Angola...o era en Brasil...

De lo que estoy seguro es de que era alto.
Anónimo ha dicho que…
Hola Puri,
¡¡Qué bonito!! Ella parece majísima, así que seguro que siempre querrá a los dos. Cada uno ocupando un lugar diferente pero importante en su corazón. Y con un poco de suerte Fernando encontrará a alguien. O en cualquier caso, será feliz en su nuevo hogar, ayudando a sus vecinos y saboreando los buenos momentos junto a sus amigos. Supongo que en un lugar así es más difícil sentirse solo.
Muy bonito y emocionante tu nuevo relato!!
Un beso!
Puri ha dicho que…
¡¡Profeeeeeeeeeeeee, que lo mío también era irónico, jejejejeje!!

Eso, ¿dónde jugaba...?

BESAZOS, MY DEAR PROFE.
Puri ha dicho que…
¡¡¡¡UN MILLÓN DE GRACIAS, Saporima!!!! Me alegro de que te guste este relato, yo disfruté escribiéndolo.

Comparto tu tesis sobre Elena, y me encantaría que Fernando encontrase a otra chica... Pero preferí dejarlo a la imaginación de los lectores... ¡Soy así de borde, jejeje!

BESAZOS, GUAPA.
buggy ha dicho que…
Hola Puri,
es un relato que despierta el interés. ¿Cuál será el pasado de Elena? ¿Por qué no está con Fernando?

Me sigue llamando la atención el vocabulario: cargarse, meó, cagó, depres, estaba por él, merluzones, pimplar, hacerse el remolón, etc. Me descoloca un poco.
Un abrazo
Puri ha dicho que…
¡¡GRACIAS, Dicybug!! Me alegra que te guste el relato. Me encanta que despierte interés, porque mi intención era dejar volar la imaginación de los lectores. Elena tiene miga... Y Fernando también.

Lo del vocabulario... Es que intento adaptarlo a la edad y el contexto sociocultural de los personajes, y sé que descoloco a mis lectores... ¡Soy así, ea!

UN ABRAZO,
Anónimo ha dicho que…
Hola Puri,
Muchas gracias por tus palabras!! :)
Un besazo!!

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