GAVIOTAS EN GUERRA.

A juzgar por las expresiones verbales y faciales de unos y otros, no parece muy claro que las gaviotas hayan enterrado el hacha de guerra en el PP. Más bien todo lo contrario. Y es que ni la reciente convocatoria por parte de Camps del Comité Regional (en el que llevó a cabo una reestructuración de la cúpula popular, tratando así de cumplir la exigencia de Rajoy de zanjar de una vez por todas la crisis y la brecha abiertas por el estallido del caso Gürtel y la suspensión de militancia de Costa) ni la polémica sanción a Cobo parecen haber serenado los ánimos de un partido político que se olvida (por lo visto) de que tiene más de diez millones de votantes en los que pensar y por los que actuar de una forma distinta a la actual. De un partido político que no debe olvidar que pese a su crisis interna aventaja en casi 4 puntos en intención de voto al PSOE y que representa la esperanza de cambio y mejora para muchos ciudadanos escaldados, hartos, ahogados por la crisis y hastiados de tanto escándalo y tanto dimes y diretes entre unos y otros.

Es de imaginar que Rajoy tendrá claras sus ideas y sus prioridades, sus estrategias y sus por qués para mantenerlas, pero a la vista de los órdagos y los conatos de rebelión que durante estas últimas semanas vienen montándole Camps, Aguirre, Gallardón o Cobo, de la dimisión del Vicepresidente de Ceuta (por motivos que no han quedado muy claros), de la pugna por Caja Madrid o del sonado escándalo del Palma Arena en Mallorca parece que el líder popular no ha actuado con la contundencia exigible en situaciones así. No se puede estar mareando la perdiz dándole vueltas a las cosas a ver si mientras tanto escampa el temporal, porque ello genera dudas en la calle.

Rajoy hace mucho tiempo que debió pegar un puñetazo en la mesa y ponerlos a todos firmes, haciéndoles cumplir los estatutos del partido relativos a que las cuestiones internas se resuelven en los órganos internos, castigando con rapidez a quienes se vean envueltos en casos de corrupción, regalos o sobornos (independientemente del dictamen final de la Justicia) y aprobando medidas que generen transparencia en la gestión y evaluación de los cargos públicos del Partido Popular y que transmitan confianza a los ciudadanos… Unas medidas, cincuenta, que, por cierto, han sido ya redactadas y remitidas a los demás partidos políticos para su discusión y aprobación, y que es de esperar que no se queden en un bonito gesto cara a la galería o en una voluntariosa declaración de intenciones.

No lo merecerían los miles de militantes ni los más de diez millones de votantes de un partido político que se debe a ellos, que existe por ellos y que lo que debe hacer de una vez por todas es enterrar el hacha de guerra entre sus gaviotas y centrarse en los problemas de este país. Que no son pocos. Ni pequeños.