LA CHICA QUE SOÑABA CON UNA CERILLA Y UN BIDÓN DE GASOLINA.

Mi crítico favorito [Dicybug] me va a dar una soberana colleja virtual cuando lea este post, pero he de ponerlo para ser honesta conmigo misma y –sobre todo- con vosotros mis admirados colegas bloggeros.
Acabo de dar por finalizada la lectura de “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina”, segundo tomo de la triología Mileniumm, del fallecido escritor sueco Stieg Larsson. Y lo primero que he de puntualizar es que con esta novela se cumple aquello de “segundas partes nunca fueron buenas”, y menos si enlazan con una tercera que se presume tan incongruente, tediosa, plasta e insoportable como ésta.
Os enumero mis críticas:

· Personajes planos. Se acuestan con todos, se levantan con todos, son o buenísimos o malísimos o tontos del culo y no aportan diálogos constructivos. Sólo se salva, en mi opinión, Lisbeth Salander: Impresionante.
· Pasajes contradictorios. ¿Por qué en un capítulo pone que Salander estaba en casa de la pareja asesinada cuando entra el criminal y en otro pone que se fue una hora antes de que éste llegara?
· Habla de Suecia y de la prostitución y las redes de explotación sexual como si le asombrara que eso pase en un país tan, se supone, avanzado como el de Larsson.
· Habla de discapacidades y enfermedades raras con una ligereza indignante.
· Erika Berger y su feminismo exacerbado aburren al más pintado.
· Mikael parece un adolescente; se tira todo lo que lleve faldas. Si fuera más sensato no se le habría escapado Salander.

Ya os contaré qué tal está “La reina en el palacio de las corrientes de aire”… ¿Soy masoca o morbosa por tragarme la tercera parte de Mileniumm?