EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA AMISTAD
Desde que el sr. ministro de Sanidad dijo eso de «en las fiestas navideñas, sólo se permitirán reuniones con familiares y/o allegados», mucho se ha dicho acerca de esta palabra. La RAE la describe en su diccionario como «persona cercana a otra en parentesco, amistad, trato o confianza». Pero, a pie de calle, todo el mundo conoce a alguien más allegado que pariente, más amigo que familiar, y quien afirme lo contrario miente como un bellaco. Allegados que, de diversas formas, están ahí cuando se les necesita; allegados que siempre sacan una sonrisa en la peor situación; allegados que aparecen en circunstancias difíciles sin que se les haya llamado; allegados que, con un simple abrazo, reconfortan en un hospital o un velatorio con más eficacia que un familiar. Allegados, en fin, que son (en muchísimas ocasiones) más amigos que familia.
Sobre esta palabra tan hermosa dice la RAE: «Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato». Sí, eso es verdad. Pero la amistad es mucho más de lo que aparece escrito en esa fría descripción oficial; amistad es estar ahí cuando la persona necesita una palabra de ánimo, de consuelo o de reproche. Amistad es estar ahí cuando alguien requiere de un paño de lágrimas, de un abrazo de afecto, de una sonrisa que levante su espíritu dolorido por los golpes que a todos nos propina la Vida. Amistad es encontrar un minuto para tender una mano a alguien que la necesita como el agua de mayo. Amistad es saber hacer ver a alguien que se ha equivocado, sin ofenderle ni herirle en su amor propio.
Amistad, ¿por qué no decirlo claramente?, es dar de comer, limpiar los mocos o llevar al baño a ese/a amigo/a que no puede hacerlo él/ella solo/a; mucho hay que querer a una persona que no es de tu familia para hacer todo eso por ella. Mucho. Y lo digo por experiencia. Nunca podré olvidar todo el cariño, la camaradería, el compañerismo y la ayuda que recibí de Marisol y de Sergio. Lo dije en su momento, lo digo ahora aquí en estas líneas y lo diré siempre. Donde sea, cuando sea y delante de quien sea. Amigos verdaderos, auténticos, sinceros, hay pocos. Muy pocos. Y Marisol y Sergio lo son; es increíble cómo me soportan... No, en serio, siempre están ahí; podría relatar cientos de instantes que hemos pasado juntos y que jamás olvidaré. Instantes breves, prolongados, alegres, cómicos, tristes, amargos, esperpénticos..., etc, que sirven para conocer realmente a las personas y para darte cuenta de quién es amigo (ciñéndonos a la fría descripción oficial de esta palabra tan hermosa) y quién es simple conocido.
Y a lo largo de los años he aprendido que Marisol y Sergio son mis amigos del alma; ¿cómo olvidar las veces que Marisol me llevó al baño, me dio de comer o me quitó los mocos en el cole? ¿Cómo olvidar aquella vez que vomité en clase y le tocó a ella recogerlo todo, ya que los demás escurrieron el bulto con más cara que el cemento armado? ¿Cómo olvidar que, por estar sentados a mi lado en primera fila en clase, les cayó más de un escupitajo del profesor en todas las narices? ¿Cómo olvidar las veces que Sergio se quedaba sin recreo por jugar y almorzar conmigo en clase? ¿Cómo olvidar que transcurren los años, transcurre la vida (cada uno en un sitio y con realidades distintas), pero siempre sacan un minuto de donde sea para mandarme un whatsapp cuando llevamos tiempo sin vernos? ¿Cómo olvidar su apoyo, su afecto y su fuerza cuando estuve tanto tiempo hospitalizada? ¿Cómo olvidar que siempre que tienen un hueco quedamos y nos atiborramos de helado p café mientras ahogamos las penas? ¿Cómo olvidar que durante la agonía de mi abuela (y años más tarde) la enfermedad y muerte de mi padre estuvieron a mi lado? ¿Cómo olvidar que soportan mis cabreos y que me cantan las cuarenta sin que me rebote por ello? ¿Cómo olvidar todo eso?
Quiero cerrar este artículo hablando de un amigo incondicional, de un amigo que se convirtió en un hermano maravilloso desde el mismo instante en que nos conocimos, de un amigo que me introdujo en su preciosa familia desde el principio de los tiempos, de un amigo que me prometió ser mi segundo padre cuando el mío ya no estuviera en este valle de lágrimas… Sin saber que se iría antes que él. De un amigo que es una de mis estrellas en el firmamento… Sí; estoy hablando de Elías, coordinador gral. de Sense Barreres Petrer y comarca: De un gran tipo, de un confidente capaz de hacerme reír en medio de un parraque de los que suelen darme con (a veces demasiada) frecuencia cuando no me salen las cosas como las planeo, de un amigo capaz de hacerme dar conferencias convertido en mi “traductor e intérprete”, de un amigo que me aconsejaba con prudencia, con paciencia y con ironía y estoicismo cuando le contaba mis pifias o mis estrafalarios amoríos, de un amigo capaz de sacar lo mejor de mí en las peores circunstancias. Elías no se rendía nunca cuando se trataba de hacerme trabajar el lenguaje corporal y la fotogenia. Elías siempre estaba ahí. Elías no se rendía jamás conmigo.
Eso es amistad… Y lo demás son cuentos.
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