IMPERDONABLE

Es total y absolutamente imperdonable que los grandes bancos se jacten de sus 400, 500 o 600 millones de euros de beneficios anuales mientras reducen plantillas, cierran sucursales y envían a los usuarios a los cajeros (que, para más bochornoso inri) están mayormente situados en la calle… Con todo lo que supone en materia de seguridad y privacidad, asunto que se agrava en la España vaciada y en la España anciana. Es imperdonable que desde el sector digan que la inclusión financiera en España es total; si realmente eso fuese así, ¿habría triunfado la iniciativa ‘Soy mayor, no idiota’ impulsada por un médico jubilado valenciano que ya ha entregado 600.000 firmas contra la discriminación de este sector poblacional? Si eso fuese así, ¿estaría la vicepresidenta económica exigiendo transparencia y medidas específicas, y no maquillaje, a las entidades financieras? Si eso fuese así, ¿estarían ultimando planes para cumplir con dichas exigencias gubernamentales? Si eso fuese así, ¿habría tantísima gente identificada con lo que denuncia este señor?
Es total y absolutamente imperdonable que las entidades financieras crean que el dinero de sus clientes les pertenece, que todo el mundo entiende a la primera el avance en digitalización y que todo el mundo comprende a la primera lo que es la concentración del sector bancario. Es imperdonable que (por citar algunos ejemplos) un banco cobre casi 200 euros anuales a una persona que a duras penas llega a fin de mes por “el paquete de servicios y comisiones totales cobradas”, que oferten productos financieros complejos a clientes que están en pañales en esa materia, que sólo atiendan con cita previa y con más prisas que un atleta en una final olímpica. Es imperdonable que nadie haya declarado la guerra a estas prácticas hasta que ‘Soy mayor, no idiota’ ha irrumpido en escena. Es imperdonable el oportunismo del Gobierno, con la vicepresidenta económica saliendo a recibir al promotor de la iniciativa cuando entregaba las firmas en el organismo correspondiente; ya se sabe, “a río revuelto, ganancia de pescadores”.
Pero, por desgracia, esta exclusión de las personas mayores no sólo se da en las entidades financieras: Las gestiones de citas en atención primaria y las relacionadas con temas tan vitales como la luz o el agua también son un calvario para los ancianos que no se manejan con internet, apps, correo electrónico, Whatsapp y un sinfín de elementos de la era digital. Si lo de las entidades financieras es imperdonable, esto ya no hay por donde cogerlo: Los ancianos no son marionetas, no son hologramas, no son drones o robots que se programan y ya está, no tienen agilidad mental para manejar dispositivos electrónicos, no siempre pueden contar con ayuda y compañía para realizar dichas gestiones, no son rápidos en un cajero automático con decenas de personas en una cola esperando su turno con prisas. Las personas mayores merecen paciencia, cariño, ayuda y respeto por parte de las administraciones públicas, de las entidades financieras y de esa parte de la sociedad que se desespera cuando los ve peleándose con un cajero automático o un ordenador. Las personas mayores no pueden seguir siendo ninguneadas, excluidas, apartadas, por haber nacido en la época más dura y oscura de este país, en la que el progreso tecnológico brillaba por su ausencia y era exclusivo de la élite social y económica. Las personas mayores están arrinconadas por el universo digital… Y eso es imperdonable.

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