A TORTAZO LIMPIO

 La 94ª edición de los Oscar de Hollywood no se recordará ni por la doble nominación de la pareja española Bardem y Cruz ni por ser la primera tras la pandemia ni por el desfile (a veces terrorífico) de modelitos de los invitados ni por la expresión de espanto de Nicole Kidman (que, al parecer, nadie sabe a ciencia cierta a qué se debía) ni por el palmarés. La 94ª edición de los Oscar de Hollywood ha pasado a la Historia por el tortazo que le propinó Will Smith al presentador de la gala, Chris Rock, tras una desafortunada broma de este sobre el aspecto de la mujer del protagonista de “en busca de la felicidad” o “men in black”. La 94ª edición de los Oscar de Hollywood ha pasado a la Historia por el desconcierto que generó el suceso en los que lo vieron in situ o por televisión y redes sociales.
 Muchas personas que forman parte de la Academia de Cine estadounidense exigen que se castigue al actor con la retirada del Oscar como consecuencia de la agresión. Sin embargo, no parece que esa sea la intención de la junta directiva; el agredido ha dejado claro que no va a presentar cargos, por lo que todavía no ha trascendido qué sanción se le impondrá a Will Smith. Esperemos que sea ejemplar, porque nada, absolutamente nada, justifica la violencia, por muy mala que sea la causa que empuje a una persona a actuar de semejante manera; somos humanos y reaccionamos como reaccionamos cuando vemos que alguien a quien queremos es atacado física y/o verbalmente, somos personas con sentimientos y emociones y nos puede el instinto de protección, de amor y de superhéroes… Y aquí no se trata de violencia machista; se trata de la idiosincrasia de la persona, que ve que se meten con alguien a quien quiere y responde sin pensar… Pero eso no puede justificar la violencia, el tortazo, el insulto o las amenazas, máxime cuando se es un personaje público que ha de ser un ejemplo para niños y adolescentes (y adultos, claro), cuando sus acciones y sus palabras son copiadas hasta la saciedad.
 ¿Dónde está el límite entre el humor y la ofensa? ¿Dónde termina la libertad de expresión y empieza la humillación? Reírse de los problemas y de uno mismo es parte de la vida, y es un componente fundamental para dejarlos atrás… Pero cuando esas burlas son proferidas por alguien que va de gracioso y no para de meter la pata hasta el corvejón, cuando esas palabras son hirientes porque no las pronuncia la persona afectada sino otra que no es capaz de empatizar ni de entender el daño que hacen sus chistes zafios y de mal gusto, cuando se traspasa ese límite por parte de esos graciosos sin gracia, de esos que se dicen cómicos y no son más que metepatas, se expone a que el ser humano ofendido se haga “un Will Smith”y se quede más a gusto que nada… Por mucho que la violencia no sea nunca lo más aconsejable. 

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