DE AUTÉNTICA VERGÜENZA
Por fin dimitió Luis Rubiales. Demasiado tiempo ha tardado en deponer su actitud numantina y victimista, una actitud de auténtica vergüenza que ha hecho un daño imperdonable al hito histórico de una selección de fútbol femenino que ha sido capaz de ganar un Mundial a los pocos años de haber empezado su participación en competiciones internacionales, pero no es sólo eso; también ha empañado la brillante imagen del deporte español en el extranjero. Una actitud de auténtica vergüenza: Desde luego, acorralar (presuntamente) a Jenni Hermoso para plantarle un beso que ella no quería, cargarse a hombros a Athenea del Castillo en medio de la euforia o tocarse los genitales en el palco durante la final del Mundial de fútbol femenino, máxime teniendo al lado a la Reina Letizia y a la Infanta Sofía, es un comportamiento inaceptable e injustificable a todas luces.
Es cierto que la alegría por un éxito de tal calibre puede descontrolarse y provocar situaciones que de otra forma no se darían ni en un millón de años, pero es de auténtica vergüenza que una persona con el cargo que ostentaba Rubiales haya vulnerado el propio protocolo antiviolencia sexual de la RFEF: Los que ocupan un puesto de semejante responsabilidad han de tener un comportamiento impecable y procurar que los demás lo tengan también, porque les guste o no, representan a todo un país, a un deporte con unos valores que van más allá del mismo y a unas futbolistas hartas de la desigualdad que sufren respecto a sus homólogos masculinos y de pedir unos cambios estructurales a todas luces necesarios: ¿No es de auténtica vergüenza que sólo 6 de los 140 miembros de la asamblea de la RFEF sean mujeres? ¿No es de auténtica vergüenza la brecha salarial que sufren con respecto a los futbolistas varones? Que estas heroínas hayan logrado una auténtica gesta y ésta sea de lo que menos se esté hablando en todo este tiempo es de auténtica vergüenza. Han hecho muy bien en plantarse y presionar en defensa de sus derechos, algo que tarde o temprano conseguirán… Porque es lo justo y lo que les corresponde.
Por el amor de Dios, señores, que una mujer no es un objeto que puede toquetearse, besar o mirar como una leona a una gacela antes de cazarla. Una mujer decide quién, cómo y por qué quiere que la toquen. Una mujer no tiene por qué aguantar actitudes machistas envueltas en supuestos halagos que en realidad repugnan. Una mujer en el mercado laboral o deportivo no tiene porqué cobrar muchísimo menos que un hombre por el mero hecho de serlo, y haciendo exactamente lo mismo; ¿por qué? Sencillamente, porque se nos sigue considerando el sexo débil. Y es de auténtica vergüenza que a estas alturas del s. XXI tengamos que seguir hablando de estas barbaridades.
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