INCREÍBLE

          No hay palabra más adecuada para definir la sensación que se le queda al ciudadano de a pie mientras escucha las peleas de patio de colegio cutres de los políticos de todas las administraciones públicas en la gestión de la catástrofe natural más grave en España, la DANA del 29 de octubre en Valencia. Es increíble que ni por esas sean capaces de hacer a un lado las acusaciones mutuas, mientras miles de voluntarios se afanan en ayudar a los afectados de todos los modos a su alcance. Debería darles vergüenza, pero claro, para eso tendrían que saber el significado de esa palabra.

          La comparecencia del presidente de la Generalitat Valenciana el jueves, lejos de aclarar aunque fuera un poco las cosas, las enredó más: ¿Por qué se fue a comer con una periodista cuando la situación era la que era? ¿Por qué se alertó a la población tan tarde, fuera de quien fuera la competencia? ¿Cómo es posible que desde el primer momento hubiera personal de emergencias de toda España dispuesto a ayudar y no se les permitiese entrar en acción? Si han fallado los protocolos, ¿por qué no se cambian ya? Claro que no lo harán, porque sería reconocer que se han equivocado, y no hay mucha gente capaz de hacer autocrítica al relacionarlo con algo tan humano como la debilidad. ¿Qué ha quedado claro con esa comparecencia de Mazón? Lamentablemente, muy poco, por decirlo con suavidad y educación.

          Los políticos son los que tienen que hacer un esfuerzo para que una tragedia como esta no vuelva a pasar. Menos inversiones en circuitos de carreras o parques temáticos y más actuaciones en barrancos, montes, ríos o zonas inundables, más inversiones en infraestructuras seguras y menos copas américas (por mucho dinero que dejen), más apoyar a los ganaderos, pastores y agricultores cuyos animales son expertos en limpiar montes y caminos rurales desde que el mundo es mundo, y menos recalificaciones que permitan construir cerca de barrancos o arroyos que se inundan con una facilidad aterradora. ¿Una utopía? Si.

          Nada justifica los incidentes que se produjeron en el transcurso de la visita de los Reyes, Sánchez y Mazón a la zona afectada por la DANA; nada justifica la lluvia de barro que les echaron, nada justifica el palo que aterrizó en la espalda del presidente del gobierno. Nada justifica que parte de la comitiva tuviera que salir por piernas ante la furia de los vecinos. La violencia solo genera más violencia. Pero hay que ponerse en la piel de los afectados que se han quedado sin lo más elemental; las vidas de sus seres queridos. Hay que empatizar con los que han perdido casas, coches y medios de subsistencia; la rabia tiene que canalizarse de alguna manera, y la gente está muy quemada. No confían nada en aquellos que se supone que han de protegerlos. Aunque no hay nada que justifique la violencia.

          A partir de ahora, es de esperar que la tragedia de Valencia sirva de algo. Es urgente revisar los protocolos y depurar responsabilidades (sí es que se ponen a una en eso), actuar de manera distinta si se vuelven a dar circunstancias meteorológicas tan devastadoras y asumir errores… Que no pasa nada por reconocer que no se ha actuado de manera correcta. Si lo hacen, la gente lo recordará a la hora de votar… O no. 

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