EL ZAPATO DE VIOLETA.

(Enviado al X Concurso Periodístico sobre el Calzado Femenino Luis García Berlanga... Y no premiado, ¡eah...!).




Violeta subió al tren sonriendo para sí. Era consciente de que su perturbadora belleza atraía sin remedio las miradas de hombres y mujeres; su asimétrica melena color miel, sus impresionantes ojos lila, su cuerpo esbelto y su porte de reina mora le daban un aspecto que explotaba sin complejos, un aspecto que complementaba a una inteligencia y una cultura que dejaba fuera de juego a quienes se acercaban a ella. Sabía que una sonrisa suya bien esbozada era capaz de derretir una estatua hecha del mármol más resistente, y no le importaba usar su arma más devastadora para conseguir cualquier cosa que se propusiera… Como había hecho esa misma semana.
Se acomodó en su asiento y emitió un quedo ronroneo de satisfacción. Entrecerró los ojos y se emocionó al pensar en lo que llevaba en la maleta. Y se conmovió al rememorar el suceso de la semana anterior. Ese que tanto la había trastornado, emocionado y sobresaltado. Ese que la había perseguido con perturbadora insistencia y que no paró en su febril acoso hasta que lo transformó en corpórea, tangible, palpable y hermosa realidad. Mientras disfrutaba de la banda sonora que sonaba por los auriculares de su MP3, rememoró el extraño y extraordinario sueño que había cambiado su vida…
Todo empezó porque había soñado con un zapato. Lo vio con tal nitidez que, al despertar, tuvo miedo. Miedo y duda de que realmente hubiera estado soñando, y no viéndolo con tangible seguridad. Pero, sí, era un sueño. Un sueño muy bello.
Era un zapato de ante, de altísimo tacón de aguja, con dos anchas bandas de raso cruzándose en el empeine y con una hebilla redonda de metal. Componían la pala, las bandas de raso, la correa y el talón piezas violeta, rosa, fucsia y morado oscuro, combinadas entre sí con armonía y formando un conjunto de colores espectacular. El tacón era de tonalidad violeta intenso, tenía una altura de 12 cm. y destacaba por su impronta señorial. El forro del zapato era de piel negra, para proporcionar seguridad y estabilidad a sus portadoras. Era un zapato de reina, destinado a ser llevado por alguien con porte de reina. Era un zapato femenino que realzaba la belleza de la dama que tuviese el honor y el privilegio de portarlo, porque un buen zapato, bien diseñado, bien trabajado por las manos de un buen cortador, una buena rebajadora, una buena dobladora, una buena aparadora, un buen zapatero y una buena almacenista, bien combinado con ropa y complementos y llevado con tronío por su propietaria embellece a la mujer como nada en el mundo.
Cuando Violeta despertó, estaba empapada en sudor. Apartándose el mojado cabello de la cara, comprendió que todo había sido un sueño; ese zapato sólo existía en su imaginación… Pero ella quería conseguir ese zapato a toda costa. Se había enamorado como una posesa de él, aunque tan sólo lo vio en sueños, y quería que fuera de ella. Quería ese zapato, y lo iba a tener… Aunque tuviera que hacer un disparate. Iba a sacar ese zapato de su cabeza y lo iba a poner en su pie. Como se llamaba Violeta.
No le costó nada convencer a su mejor amigo de la infancia, abogado liado desde hacía años con el propietario de una importante fábrica de calzado, para que la llevara a Elda y la presentara a su novio, a quien pensaba pedir que la ayudara a colocar el zapato de sus sueños en sus pies…
Y, contrariamente a lo que todos esperaban, el empresario no sólo no se opuso a la insólita petición de Violeta, sino que se entusiasmó y logró que la joven le permitiera exhibir una réplica del zapato en las principales ferias del sector cuando estuviese terminado; estaba convencido de que ese modelo iba a llamar la atención de los profesionales y visitantes, de que iba a traerle pedidos y clientes como nunca antes los había tenido. Halagando a la amiga de su novio, decidió llamar al diseño El zapato de Violeta.
El empresario no pudo menos que emocionarse cuando vio el entusiasmado asombro de Violeta durante el proceso de dibujo, fabricación y acabado del zapato: Primero, dibujaron el modelo de zapato y crearon un patrón. Después seleccionaron las pieles y se las dieron al cortador, quien con su fleje fue cortando las diferentes piezas, para pasar éstas a las máquinas de rebajar. Posteriormente, la dobladora les puso cinta y dobló todos los bordes, dejando entrever ya la hermosura del zapato. Y ya, en la fase del aparado, Violeta alucinó: Las manos de la aparadora, con mimo, arte, estilo y dulzura, fueron uniendo las partes del forro, primero, las distintas piezas, después, y todo el zapato a continuación. Violeta sonrió extasiada cuando la aparadora sacó su zapato de la máquina y se lo puso en las manos: ¡Su sueño empezaba a materializarse, no se lo podía creer…!
Pero las emociones para la joven no habían hecho sino empezar. Boquiabierta, vio cómo cogían su zapato y lo montaban en la horma adecuada, y cómo unas increíbles máquinas le daban forma: Primero el talón y después la puntera. Acto seguido, contempló cómo lo encolaban para colocarle la suela, mientras escuchaba cómo la pareja de su amigo le explicaba que este proceso es muy delicado, porque el trabajador debe cuidar de no sobrepasarse de la suela, pues el zapato quedaría automáticamente descartado. Desechando el temor que se estaba apoderando de ella, vio cómo el zapatero, el terminador y la almacenista daban los últimos retoques a su zapato. Lo sacaron de la horma, lo revisaron, lo lavaron y lo dejaron reluciente, esplendoroso, listo para ser usado por Violeta y envidiado por todos los que tuvieran el privilegio de contemplarlo… Y la desdicha de no poseerlo.
Cuando se lo pusieron en las manos, el par recién hecho, Violeta no pudo evitar que la invadiera un escalofrío de emoción. ¡Ya lo tenía, ya había hecho realidad su sueño más increíble, su deseo más vibrante, su locura más loca! Miraba sus zapatos y se sentía cuan niña golosa que recibía un pastel exquisito como regalo de cumpleaños. Ya se imaginaba luciéndolos con ese sofisticado vestido con escote barco, de raso y encaje, que competía con sus ojos en la intensidad de su color lila… Y ya se imaginaba dejando boquiabierto a medio mundo cuando la vieran ir a la gala cinematográfica con semejante complementación de vestuario y calzado. Cuando la vieran cruzar la alfombra roja pisando con fuerza, impulsada por la belleza, majestuosidad, impronta y perfección de sus impresionantes zapatos. Cuando subiera a recoger un premio Goya por su guión, y lo primero que enfocaran las cámaras fuese la preciosa obra de arte que cubría sus pies.
Sonrió. Mientras el tren la llevaba de vuelta a su ciudad y a su casa, supo que nunca olvidaría los tres días que estuvo en Elda. Lejos de considerarla una excéntrica o una zumbada, en la cuna del calzado la habían tratado de maravilla y la habían ayudado a conseguir los zapatos que soñó. Un sueño extraño, insólito, descabellado, sí, pero en su maleta portaba la mejor prueba de que, a veces, los sueños se hacen realidad.

Comentarios

Francis Nicolás ha dicho que…
Muy Lindo... con sabor a cuento,que es lo que "mola"...

(Espero que tú también visites mi blog, aunque sé que lo haces a escondidas, dado tu natural discreto...)

My Puri...
Puri ha dicho que…
¡¡GRACIAS, profe!! Es un cuentecito, pero muy meditado... Sabía que no iba a ganar ni de coña, pero para mí es un lujo poder participar en un concurso de tanto nivel... Y de Elda. Aunque, por otra parte, sepa que nadie es profeta en su tierra.

PD: Acabo de dejarte un mensaje en tu blog... ¡¡Me encanta que valores mi discrección, "my profe"!!
Anónimo ha dicho que…
Hola Puri,
Un cuento muy bien escrito y muy ameno de leer. Como nos cuentas un trocito tan pequeño de su vida, me quedo con la curiosidad de saber cómo es ella realmente.
Un cordial saludo!!
Puri ha dicho que…
¡¡¡HOLA SAPORIMA!!!

¡MUCHAS GRACIAS por visitar mi blog, bienvenida a él y espero que lo visites más veces!

GRACIAS por tu opinión sobre el cuento... Sé que debí ahondar más en Violeta, pero el tema del concurso era el zapato y no podía salirme de ahí. Pero, ummmm, tienes razón; Violeta se presiente muy interesante...

Besos.

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