MAGDA ORTIZ, ACTRIZ.
Todo el que se cruzó con ella esa calurosa, seca y despejada mañana de junio no pudo evitar sorprenderse contemplando el torrente de agua que emanaba de los bellos manantiales marrones de su rostro. La tristeza y la pena que habían embargado su alma no disminuían ni un ápice su cuidada y resplandeciente hermosura, pero Magda Ortiz hubiese mandado a freír espárragos a cualquiera que hubiese osado dirigirle la palabra o decirle un piropo en aquellos instantes, tan aciagos y tan tristes para ella. ¿Por qué otras alcanzaban su sueño y el suyo se tornaba en pesadilla un día sí y al otro también? ¿Qué tenían las demás que no tuviese ella? ¿Era que no les importaba utilizar su c... para lograr sus objetivos y a ella sí? ¿Era posible semejante aberración moral? Si. Era posible. Desgraciadamente, son más las que triunfan en la actualidad en el mundo del espectáculo porque les trae al fresco los métodos que tengan que emplear para ello que las que lo hacen por lo que, en realidad, se debería hacer: Por el talento artístico e intelectual y por la capacidad de trabajo y de sacrificio por la profesión y por el público. Sin embargo, al mismo tiempo, Magda no dejaba de ver la realidad tal y como era, por más que le doliese en lo más hondo de su alma tener que admitir que no podía hacer nada por cambiar las cosas: Está claro que en la España del 2009 vende más el morbo, el cotilleo, el escándalo y el petardeo moral e intelectual que el talento o el esfuerzo... Estaba más claro que el agua que en ese contexto y en esas condiciones no podía competir con esas niñatas que tan a menudo copan los repartos de las producciones cinematográficas y televisivas... Por Dios bendito, ¡¡si el virus empezaba a extenderse ya al otrora selecto y glamuroso mundo del teatro!! ¿Cómo es posible semejante degradación?
La joven, pelirroja y esbelta, culta e inteligente, entró al parque del Retiro y se sentó en un banco solitario. Ajena a las miradas de curiosidad y admiración que le dirigían los transeúntes, sacó un pañuelo de papel de su bolso y se limpió las lágrimas con discreción. Miró a las ardillas que se paseaban a sus anchas por allí, y, mentalmente, les dio las gracias por haberle provocado una sonrisa en esos momentos tan oscuros para ella. ¿Entenderían esos simpáticos animalitos su desgracia, si se la explicase? Probablemente no. Probablemente, en su nobleza, los animales no entenderían nunca su desgraciado intento por hacer realidad su sueño de triunfar como actriz, que se había venido abajo tan rápidamente como un pastel mal horneado. ¿Cómo les iba a explicar que no había logrado un solo papel como actriz desde que llegó a Madrid un año antes desde su Valencia natal? De acuerdo, no estaba estudiando Arte Dramático ni nada por el estilo; no tenía un céntimo para costearse las clases... Y tampoco podía perder el tiempo con eso; todos los huecos que le dejaban sus trabajos de camarera y canguro (de algo tenía que vivir) los necesitaba para ir a todos los castings habidos y por haber, y, además, con su talento y con su cultura le bastaba. Muchas grandes actrices de la historia del Cine nunca estudiaron nada de todo eso, y se valieron de su talento para triunfar... ¿Solo de su talento? Muchas, posiblemente, no. Pero a ella tenía que bastarle. ¡¡Tenía que bastarle, maldita fuera su estampa!! No era posible que todos los expertos que la veían coincidieran en lo mismo, en que estaba cegada por la ambición de triunfar como actriz pero no era capaz de admitir que con ilusión y ganas en absoluto iba a suplir su falta de talento... ¿Por qué eran tan crueles y desconsiderados con ella? ¿Porque no les ofrecía sus favores sexuales a cambio de que variasen de idea? ¿Por eso? Qué malos y qué parciales... Pero no se iba a rendir tan fácilmente... Les demostraría que estaban equivocados, que era una gran actriz y que podía convertirse en una estrella admirada y respetada por todos... La gente de la calle no podía ser tan rematadamente estúpida; tenían que comprender que hay muchísimas personas desconocidas para público y profesionales que poseen un talento increíble que merece ser reconocido con todos los honores. La gente de la calle, al final, es la que da y quita el éxito y la fama (de acuerdo, admitió Magda para sus adentros, también es cierto que la gente de la calle se deja influenciar por las tremendas campañas mediáticas que organizan las discográficas, productoras y televisiones para promocionar a sus estrellas...), y no le quedaba más remedio que confiarse a ellos para que, de algún modo, la ayudasen a abrirse camino y convencer a algún productor o director para que le diesen una oportunidad... Quería llegar a ser ganadora de un Goya y de un Óscar a la mejor interpretación femenina; era su sueño, y lo lograría... ¿Al precio que fuera? No. Eso lo tenía muy claro. Les demostraría a todos que estaban equivocados, que se podía llegar a lo más alto sin ensuciar su reputación y sin tener los medios de los que otros sí gozaban... Pero, ¿cómo lo haría? ¿Cómo haría para que la gente de la calle la viese actuar, si no le daban ninguna oportunidad? Tendría que pensar en algo, buscar los medios que le permitiesen lograr su sueño...
Con esa firme determinación, Magda abandonó el parque del Retiro a paso ligero. En el trayecto hacia su casa, pensó en miles de soluciones; se le ocurrieron muchas, algunas barbaridades y algunos aciertos, y optó por meditar muy despacio y con mucha calma los últimos. Cuando llegó a su apartamento, se desnudó y se duchó, poniéndose a continuación una cómoda y ligera camisola de algodón. Tras preparase un emparedado mixto y ponerse un buen tazón de gazpacho andaluz, se sentó frente a la tele a cenar. Miraba la pantalla, pero no la veía; una idea que se le había pasado por la cabeza minutos antes de llegar al edificio donde se encontraba situado su apartamento no dejaba ahora de rondarla con persistente insistencia... Aunque en un principio la desechó por descabellada, conforme lo pensaba más le iba apeteciendo ponerla en práctica... ¿Sería capaz de montar ella sola un pequeño teatro ambulante y actuar en los barrios más desfavorecidos de Madrid? ¿Podría, de este modo, divertirse haciendo lo que más le gustaba y divertir también a los espectadores que se acercasen a verla...? ¿Tendría, de esta forma, la posibilidad de que su peculiar iniciativa llegase a oídos de un cazatalentos y éste se dignase a ir a verla y valorar si valía la pena realmente apostar por ella...? No lo sabía. Pero tenía muy clara una cosa: Que si no se arriesgaba, siempre le quedaría la duda de ¿qué habría pasado de haberlo intentado? Con un par, que dice el genial Arturo Pérez Reverte...
Con el paso de los días, Magda se mostraba más ilusionada con su proyecto, a pesar de los múltiples problemas con los que se iba encontrando a cada paso que daba. Tuvo que rebuscar en los contenedores y sacar todos los muebles viejos que pudo con la ayuda de un amigo que se ofreció para hacer los papeles masculinos que quisiera (la joven aceptó encantada; su amigo era también un gran actor que merecía mejor suerte de la que gozaba), recogieron toda la ropa desgastada por el tiempo y el uso que sus vecinos les regalaron en respuesta a su demanda y se prepararon a conciencia los papeles de la primera obra de teatro que iban a representar. Su nerviosismo amenazaba con agarrotarlos cuando observaron el sencillo escenario y el humilde decorado que habían dispuesto en uno de los escasos descampados que aún quedaban en su barrio, y que se hallaba muy cerca de su apartamento; las raídas cortinas, las rajadas sillas y la agujereada mesa (que forraron con papeles de colores para adecentarla en la medida de sus posibilidades) no parecían los mejores elementos de decorado para representar por primera vez el monólogo inicial del prisionero príncipe Segismundo, protagonista de una de las más grandes obras maestras de la Literatura española: "La Vida es sueño", de Calderón de la Barca, pero debían amoldarse a lo que había... Y un buen decorado en absoluto aumenta o disminuye la profesionalidad y la capacidad interpretativa de los actores; y, si no, que se lo preguntaran a la gran Lola Herrera, cuyo sublime papel de Carmen en la famosa "Cinco horas con Mario" ha pasado ya a los anales de la Historia del teatro...
Magda estaba entusiasmada. Agustín y ella contaban con muy pocos medios materiales, pero su ilusión y sus ganas de trabajar y de hacerlo bien serían sus mejores cartas de presentación ante su público... Que para ellos era tan importante como el que pagaba 60 € por ver una obra en el Lope de Vega...
Noche tras noche de ese mes de julio, Magda y Agustín triunfaron en cada uno de los papeles que interpretaban. Los espectadores, entusiasmados con la iniciativa de los jóvenes, fueron corriendo la voz de su talento y cada vez eran más los que, pertrechados de bocadillo, bebida y silla para sentarse, llenaban el descampado para ver buen teatro... Que, además, era gratis... Aunque los dos, en su fuero interno, sabían que mucha gente iba a verles porque no les costaba un céntimo de euro, preferían obviar ese detalle; esos mismos, y se les notaba en la cara, volvían a verlos por el simple gustazo de deleitarse con sus interpretaciones. Cada vez se atrevían con mayores retos, y disfrutaban viendo la satisfacción de los espectadores olvidando sus marrones y sus penas diarios con las aventuras y desventuras, con los amores, pasiones, desamores y odios de los personajes que interpretaban noche a noche. La magistral interpretación de un fragmento de los atormentados amores de "Romeo y Julieta" con la que obsequiaron a su público destapó el tarro de las esencias del talento de ambos actores, consiguiendo que todos les regalaran la más cerrada de las ovaciones que habían recibido hasta ese momento. Estaban felices. Muy felices. Y a Magda el contacto diario y directo con ese público tan especial le había hecho cambiar; viendo la expresión de dicha de las personas que presenciaban embobadas las actuaciones de Agustín y ella, se dio cuenta de lo poco que le importaba ya llegar a ser famosa y ganar un Goya y un Óscar; era plenamente dichosa con su humilde teatro, y sabía que estaba proporcionando cultura y placer a partes iguales a personas que –de otro modo- no tenían acceso al teatro. Disfrutaba interpretando a las grandes y a las pequeñas heroínas de la historia de la Literatura universal, se transformaba en ellas y sentía lo que ellas sentían. Era muy afortunada por haber encontrado el medio de conseguir su sueño, y más aún por lograr que sus vecinos se olvidasen de la tele y de los cotilleos y se acercasen al descampado a verlos actuar. Si ella había cambiado, más lo había hecho Agustín; Magda era consciente de que le había devuelto las ganas de vivir y de luchar por el teatro, y se alegraba de que estuviese loco por preparar nuevos montajes y se hubiera olvidado de volver a su Alicante natal en vista del escaso éxito que tenía en los castings a los que se presentaba... No soportaría perder a su mejor amigo, a su compañero de fatigas, al talento personificado (si es que eso se puede personificar en un tío, se burló una divertida Magda mientras observaba cómo el joven devoraba un bocadillo de tortilla española en el descanso de uno de sus ensayos, una tarde de últimos de julio). Magda se alteró cuando se dio perfecta cuenta de que Agustín le importaba más, mucho más, que como su mejor amigo... ¿Significaba eso que estaba enamorada de él? ¿Bebía los vientos por Agustín y no se había dado cuenta hasta ese preciso instante? Mientras tomaba un trago de una botella de agua bien fría para aliviar un poco el sofocante y pegajoso calor que estaba padeciendo España entera a comienzos de ese verano, su propio interior le proporcionó las respuestas a las cuestiones que se estaba planteando: Si. Lo admitía. Agustín le gustaba; empezaba a comprender por qué se alteraba tanto cada vez que tenían que interpretar una escena de amor y Agustín la abrazaba y estrechaba entre sus brazos... ¡¡Porque deseaba como la mañana al sol que esos gestos fuesen dedicados a Magda Ortiz, y no a la Estrella de La vida es sueño, a la Ofelia de Hamlet, a la Inés de Don Juan Tenorio o a la Leonor de Don Álvaro o la fuerza del Sino...!! Ahora ya no se negaba que daría cualquier cosa por ser estrechada por el Agustín chico, no por el Agustín actor. A solas y sin más testigos que sus propios ojos... Y que pasara lo que ellos quisieran que pasara.... Ayyyyy, ¿sería posible algo tan maravilloso...?
Sus miradas se cruzaron, y Agustín la desnudó mentalmente mientras por su cerebro discurrían los mismos pensamientos que estaban acalorando a Magda. Pero un inesperado acontecimiento destrozó con la rapidez de un rayo la magia que tenía para los dos ese instante: La súbita aparición de un grupo de empleados municipales y varios coches patrullas de la policía local les hizo temer lo peor... Y sus negros presagios se transformaron en una espantosa y cruel realidad cuando les ordenaron retirar inmediatamente todos los objetos del descampado y desocuparlo para siempre; ese solar era de propiedad privada, y no tenían ningún derecho para ocuparlo ni ningún permiso de nadie para hacerlo. Eran okupas, y les daba igual los motivos y las intenciones que tuviesen para proceder de esa manera. Ese terreno no era de ellos, no tenían ningún derecho a ocuparlo, y tampoco tenían permiso para hacer representaciones teatrales. Les iba a caer un buen multazo; pagarían muy cara su osadía de saltarse todas las normas municipales para montar un teatro callejero... Que diesen por terminada su aventura..... ¿Qué se creían? ¿Que iban a estar toda la vida gozando de las supuestas ventajas de la clandestinidad? Iban listos. Muy listos.
Cuando salieron de la comisaría, tras prestar declaración y quedar en libertad a la espera de la resolución que adoptasen los tribunales en su momento, Magda no pudo contenerse más y rompió a llorar a lágrima viva, no dándose apenas cuenta del cálido abrazo de Agustín... Era el fin de sus sueños; el final de su teatro era el final de sus ilusiones, de sus esperanzas, de sus anhelos.... Ya no tenían ningún medio con el que dar rienda suelta a su pasión por las artes escénicas, ya no podrían deleitar a sus vecinos con las soberbias interpretaciones que hacían noche tras noche, perdería a Agustín, tendría que regresar a su Valencia natal... Su vida sin el teatro y sin el chico del que estaba enamorada hasta los confines de la existencia y de la locura no tendría ya sentido alguno... ¿Qué aliciente encontraría cada mañana al despertar en su cama de su casa familiar valenciana y hallarse sin Agustín y sin su humilde pero fantástico teatro? ¿Qué haría...? Qué asco de vida. Moriría a no mucho tardar...
Agustín detuvo bruscamente la sucesión de negros presagios que estaba sacudiendo aún más el amargado llanto de su bellísima amiga... La besó una y otra vez en los labios, mientras su mano izquierda empujaba su espalda para acercarla más a él, mientras su mano derecha acariciaba su vientre y sus pechos por encima y por bajo de su camiseta. Entre beso y beso, el joven le dijo, con la voz ronca a causa de lo excitados que estaban los dos por la belleza y la magia que tenía ese instante para ambos, que la amaba desde el primer momento en que se vieron, que sólo Dios sabía cuan canutas las pasaba cada vez que la abrazaba encima del escenario y tenía que controlarse porque lo estaba haciendo como actor y no como chico, que no la iba a dejar escapar, y que juntos vivirían la aventura del día a día. La amaba, y no desaprovecharía la ocasión de estar a su lado. Ni loco... Vamos, ni así viniera Spilberg a ofrecerle el papel protagonista de su próxima película... Ella, Magda, era el amor de su vida, y no se le escaparía... Si ella quería, lucharían juntos por la vida y por recuperar su teatro. Pedirían ayuda a la parroquia y a la asociación de vecinos del barrio, a ver si les cedían sus locales para poder montar el escenario aunque sólo fuese una vez a la semana... Con el éxito que habían tenido, seguro que les echarían una mano...
Y su sueño se hizo realidad. La asociación de vecinos entendió que la labor de los dos jóvenes era un ejemplo impagable de solidaridad para con el barrio, que ese teatro callejero había alejado a muchos niños y adolescentes de los peligros de la holgazanería en las calles los días no lectivos, que muchos ancianos habían dejado por unas horas la soledad noche tras noche para disfrutar del teatro al aire libre, que lo que esos jóvenes actores habían hecho para dar rienda suelta a su pasión interpretativa redundaba en la solidaridad para con sus vecinos y era un ejemplar botón de que con pocos recursos pero con mucha ilusión se puede ayudar a los demás mediante la cultura, la magia de las palabras, el hipnotismo de los sentimientos y los problemas humanos, las paradojas y las encrucijadas vitales a los que todos nos enfrentamos en nuestro discurrir por el camino de la existencia, la belleza y la sabiduría de las grandes obras maestras de la literatura universal y lo mucho que éstas transmiten a poco que se les preste un mínimo de atención. La asociación de vecinos les ayudó a seguir haciendo realidad su sueño, porque entendían que la solidaridad debe empezar por el propio entorno y debe demostrarse para con los que viven enfrente nuestro y no tienen tanta atención mediática y famosera como otros que están a cientos de kilómetros y son visitados por celebridades ávidas de limpiar su imagen.
Y les ayudó haciendo posible que los ensayos y representaciones tuvieran lugar en su local, con su apoyo logístico y económico. Magda no cabía en sí de gozo: Había aprendido muchísimo de la experiencia que estaba viviendo. Una experiencia que cambió su escala de valores y la hizo madurar, además de encontrar al gran amor de su vida… Y una experiencia que la hizo dar y recibir un ejemplo de solidaridad como nunca esperó. Un ejemplo por el que iba a trabajar con brío, empeño y tozudez mientras tuviera vida y fuerza para seguir adelante con él.
La joven, pelirroja y esbelta, culta e inteligente, entró al parque del Retiro y se sentó en un banco solitario. Ajena a las miradas de curiosidad y admiración que le dirigían los transeúntes, sacó un pañuelo de papel de su bolso y se limpió las lágrimas con discreción. Miró a las ardillas que se paseaban a sus anchas por allí, y, mentalmente, les dio las gracias por haberle provocado una sonrisa en esos momentos tan oscuros para ella. ¿Entenderían esos simpáticos animalitos su desgracia, si se la explicase? Probablemente no. Probablemente, en su nobleza, los animales no entenderían nunca su desgraciado intento por hacer realidad su sueño de triunfar como actriz, que se había venido abajo tan rápidamente como un pastel mal horneado. ¿Cómo les iba a explicar que no había logrado un solo papel como actriz desde que llegó a Madrid un año antes desde su Valencia natal? De acuerdo, no estaba estudiando Arte Dramático ni nada por el estilo; no tenía un céntimo para costearse las clases... Y tampoco podía perder el tiempo con eso; todos los huecos que le dejaban sus trabajos de camarera y canguro (de algo tenía que vivir) los necesitaba para ir a todos los castings habidos y por haber, y, además, con su talento y con su cultura le bastaba. Muchas grandes actrices de la historia del Cine nunca estudiaron nada de todo eso, y se valieron de su talento para triunfar... ¿Solo de su talento? Muchas, posiblemente, no. Pero a ella tenía que bastarle. ¡¡Tenía que bastarle, maldita fuera su estampa!! No era posible que todos los expertos que la veían coincidieran en lo mismo, en que estaba cegada por la ambición de triunfar como actriz pero no era capaz de admitir que con ilusión y ganas en absoluto iba a suplir su falta de talento... ¿Por qué eran tan crueles y desconsiderados con ella? ¿Porque no les ofrecía sus favores sexuales a cambio de que variasen de idea? ¿Por eso? Qué malos y qué parciales... Pero no se iba a rendir tan fácilmente... Les demostraría que estaban equivocados, que era una gran actriz y que podía convertirse en una estrella admirada y respetada por todos... La gente de la calle no podía ser tan rematadamente estúpida; tenían que comprender que hay muchísimas personas desconocidas para público y profesionales que poseen un talento increíble que merece ser reconocido con todos los honores. La gente de la calle, al final, es la que da y quita el éxito y la fama (de acuerdo, admitió Magda para sus adentros, también es cierto que la gente de la calle se deja influenciar por las tremendas campañas mediáticas que organizan las discográficas, productoras y televisiones para promocionar a sus estrellas...), y no le quedaba más remedio que confiarse a ellos para que, de algún modo, la ayudasen a abrirse camino y convencer a algún productor o director para que le diesen una oportunidad... Quería llegar a ser ganadora de un Goya y de un Óscar a la mejor interpretación femenina; era su sueño, y lo lograría... ¿Al precio que fuera? No. Eso lo tenía muy claro. Les demostraría a todos que estaban equivocados, que se podía llegar a lo más alto sin ensuciar su reputación y sin tener los medios de los que otros sí gozaban... Pero, ¿cómo lo haría? ¿Cómo haría para que la gente de la calle la viese actuar, si no le daban ninguna oportunidad? Tendría que pensar en algo, buscar los medios que le permitiesen lograr su sueño...
Con esa firme determinación, Magda abandonó el parque del Retiro a paso ligero. En el trayecto hacia su casa, pensó en miles de soluciones; se le ocurrieron muchas, algunas barbaridades y algunos aciertos, y optó por meditar muy despacio y con mucha calma los últimos. Cuando llegó a su apartamento, se desnudó y se duchó, poniéndose a continuación una cómoda y ligera camisola de algodón. Tras preparase un emparedado mixto y ponerse un buen tazón de gazpacho andaluz, se sentó frente a la tele a cenar. Miraba la pantalla, pero no la veía; una idea que se le había pasado por la cabeza minutos antes de llegar al edificio donde se encontraba situado su apartamento no dejaba ahora de rondarla con persistente insistencia... Aunque en un principio la desechó por descabellada, conforme lo pensaba más le iba apeteciendo ponerla en práctica... ¿Sería capaz de montar ella sola un pequeño teatro ambulante y actuar en los barrios más desfavorecidos de Madrid? ¿Podría, de este modo, divertirse haciendo lo que más le gustaba y divertir también a los espectadores que se acercasen a verla...? ¿Tendría, de esta forma, la posibilidad de que su peculiar iniciativa llegase a oídos de un cazatalentos y éste se dignase a ir a verla y valorar si valía la pena realmente apostar por ella...? No lo sabía. Pero tenía muy clara una cosa: Que si no se arriesgaba, siempre le quedaría la duda de ¿qué habría pasado de haberlo intentado? Con un par, que dice el genial Arturo Pérez Reverte...
Con el paso de los días, Magda se mostraba más ilusionada con su proyecto, a pesar de los múltiples problemas con los que se iba encontrando a cada paso que daba. Tuvo que rebuscar en los contenedores y sacar todos los muebles viejos que pudo con la ayuda de un amigo que se ofreció para hacer los papeles masculinos que quisiera (la joven aceptó encantada; su amigo era también un gran actor que merecía mejor suerte de la que gozaba), recogieron toda la ropa desgastada por el tiempo y el uso que sus vecinos les regalaron en respuesta a su demanda y se prepararon a conciencia los papeles de la primera obra de teatro que iban a representar. Su nerviosismo amenazaba con agarrotarlos cuando observaron el sencillo escenario y el humilde decorado que habían dispuesto en uno de los escasos descampados que aún quedaban en su barrio, y que se hallaba muy cerca de su apartamento; las raídas cortinas, las rajadas sillas y la agujereada mesa (que forraron con papeles de colores para adecentarla en la medida de sus posibilidades) no parecían los mejores elementos de decorado para representar por primera vez el monólogo inicial del prisionero príncipe Segismundo, protagonista de una de las más grandes obras maestras de la Literatura española: "La Vida es sueño", de Calderón de la Barca, pero debían amoldarse a lo que había... Y un buen decorado en absoluto aumenta o disminuye la profesionalidad y la capacidad interpretativa de los actores; y, si no, que se lo preguntaran a la gran Lola Herrera, cuyo sublime papel de Carmen en la famosa "Cinco horas con Mario" ha pasado ya a los anales de la Historia del teatro...
Magda estaba entusiasmada. Agustín y ella contaban con muy pocos medios materiales, pero su ilusión y sus ganas de trabajar y de hacerlo bien serían sus mejores cartas de presentación ante su público... Que para ellos era tan importante como el que pagaba 60 € por ver una obra en el Lope de Vega...
Noche tras noche de ese mes de julio, Magda y Agustín triunfaron en cada uno de los papeles que interpretaban. Los espectadores, entusiasmados con la iniciativa de los jóvenes, fueron corriendo la voz de su talento y cada vez eran más los que, pertrechados de bocadillo, bebida y silla para sentarse, llenaban el descampado para ver buen teatro... Que, además, era gratis... Aunque los dos, en su fuero interno, sabían que mucha gente iba a verles porque no les costaba un céntimo de euro, preferían obviar ese detalle; esos mismos, y se les notaba en la cara, volvían a verlos por el simple gustazo de deleitarse con sus interpretaciones. Cada vez se atrevían con mayores retos, y disfrutaban viendo la satisfacción de los espectadores olvidando sus marrones y sus penas diarios con las aventuras y desventuras, con los amores, pasiones, desamores y odios de los personajes que interpretaban noche a noche. La magistral interpretación de un fragmento de los atormentados amores de "Romeo y Julieta" con la que obsequiaron a su público destapó el tarro de las esencias del talento de ambos actores, consiguiendo que todos les regalaran la más cerrada de las ovaciones que habían recibido hasta ese momento. Estaban felices. Muy felices. Y a Magda el contacto diario y directo con ese público tan especial le había hecho cambiar; viendo la expresión de dicha de las personas que presenciaban embobadas las actuaciones de Agustín y ella, se dio cuenta de lo poco que le importaba ya llegar a ser famosa y ganar un Goya y un Óscar; era plenamente dichosa con su humilde teatro, y sabía que estaba proporcionando cultura y placer a partes iguales a personas que –de otro modo- no tenían acceso al teatro. Disfrutaba interpretando a las grandes y a las pequeñas heroínas de la historia de la Literatura universal, se transformaba en ellas y sentía lo que ellas sentían. Era muy afortunada por haber encontrado el medio de conseguir su sueño, y más aún por lograr que sus vecinos se olvidasen de la tele y de los cotilleos y se acercasen al descampado a verlos actuar. Si ella había cambiado, más lo había hecho Agustín; Magda era consciente de que le había devuelto las ganas de vivir y de luchar por el teatro, y se alegraba de que estuviese loco por preparar nuevos montajes y se hubiera olvidado de volver a su Alicante natal en vista del escaso éxito que tenía en los castings a los que se presentaba... No soportaría perder a su mejor amigo, a su compañero de fatigas, al talento personificado (si es que eso se puede personificar en un tío, se burló una divertida Magda mientras observaba cómo el joven devoraba un bocadillo de tortilla española en el descanso de uno de sus ensayos, una tarde de últimos de julio). Magda se alteró cuando se dio perfecta cuenta de que Agustín le importaba más, mucho más, que como su mejor amigo... ¿Significaba eso que estaba enamorada de él? ¿Bebía los vientos por Agustín y no se había dado cuenta hasta ese preciso instante? Mientras tomaba un trago de una botella de agua bien fría para aliviar un poco el sofocante y pegajoso calor que estaba padeciendo España entera a comienzos de ese verano, su propio interior le proporcionó las respuestas a las cuestiones que se estaba planteando: Si. Lo admitía. Agustín le gustaba; empezaba a comprender por qué se alteraba tanto cada vez que tenían que interpretar una escena de amor y Agustín la abrazaba y estrechaba entre sus brazos... ¡¡Porque deseaba como la mañana al sol que esos gestos fuesen dedicados a Magda Ortiz, y no a la Estrella de La vida es sueño, a la Ofelia de Hamlet, a la Inés de Don Juan Tenorio o a la Leonor de Don Álvaro o la fuerza del Sino...!! Ahora ya no se negaba que daría cualquier cosa por ser estrechada por el Agustín chico, no por el Agustín actor. A solas y sin más testigos que sus propios ojos... Y que pasara lo que ellos quisieran que pasara.... Ayyyyy, ¿sería posible algo tan maravilloso...?
Sus miradas se cruzaron, y Agustín la desnudó mentalmente mientras por su cerebro discurrían los mismos pensamientos que estaban acalorando a Magda. Pero un inesperado acontecimiento destrozó con la rapidez de un rayo la magia que tenía para los dos ese instante: La súbita aparición de un grupo de empleados municipales y varios coches patrullas de la policía local les hizo temer lo peor... Y sus negros presagios se transformaron en una espantosa y cruel realidad cuando les ordenaron retirar inmediatamente todos los objetos del descampado y desocuparlo para siempre; ese solar era de propiedad privada, y no tenían ningún derecho para ocuparlo ni ningún permiso de nadie para hacerlo. Eran okupas, y les daba igual los motivos y las intenciones que tuviesen para proceder de esa manera. Ese terreno no era de ellos, no tenían ningún derecho a ocuparlo, y tampoco tenían permiso para hacer representaciones teatrales. Les iba a caer un buen multazo; pagarían muy cara su osadía de saltarse todas las normas municipales para montar un teatro callejero... Que diesen por terminada su aventura..... ¿Qué se creían? ¿Que iban a estar toda la vida gozando de las supuestas ventajas de la clandestinidad? Iban listos. Muy listos.
Cuando salieron de la comisaría, tras prestar declaración y quedar en libertad a la espera de la resolución que adoptasen los tribunales en su momento, Magda no pudo contenerse más y rompió a llorar a lágrima viva, no dándose apenas cuenta del cálido abrazo de Agustín... Era el fin de sus sueños; el final de su teatro era el final de sus ilusiones, de sus esperanzas, de sus anhelos.... Ya no tenían ningún medio con el que dar rienda suelta a su pasión por las artes escénicas, ya no podrían deleitar a sus vecinos con las soberbias interpretaciones que hacían noche tras noche, perdería a Agustín, tendría que regresar a su Valencia natal... Su vida sin el teatro y sin el chico del que estaba enamorada hasta los confines de la existencia y de la locura no tendría ya sentido alguno... ¿Qué aliciente encontraría cada mañana al despertar en su cama de su casa familiar valenciana y hallarse sin Agustín y sin su humilde pero fantástico teatro? ¿Qué haría...? Qué asco de vida. Moriría a no mucho tardar...
Agustín detuvo bruscamente la sucesión de negros presagios que estaba sacudiendo aún más el amargado llanto de su bellísima amiga... La besó una y otra vez en los labios, mientras su mano izquierda empujaba su espalda para acercarla más a él, mientras su mano derecha acariciaba su vientre y sus pechos por encima y por bajo de su camiseta. Entre beso y beso, el joven le dijo, con la voz ronca a causa de lo excitados que estaban los dos por la belleza y la magia que tenía ese instante para ambos, que la amaba desde el primer momento en que se vieron, que sólo Dios sabía cuan canutas las pasaba cada vez que la abrazaba encima del escenario y tenía que controlarse porque lo estaba haciendo como actor y no como chico, que no la iba a dejar escapar, y que juntos vivirían la aventura del día a día. La amaba, y no desaprovecharía la ocasión de estar a su lado. Ni loco... Vamos, ni así viniera Spilberg a ofrecerle el papel protagonista de su próxima película... Ella, Magda, era el amor de su vida, y no se le escaparía... Si ella quería, lucharían juntos por la vida y por recuperar su teatro. Pedirían ayuda a la parroquia y a la asociación de vecinos del barrio, a ver si les cedían sus locales para poder montar el escenario aunque sólo fuese una vez a la semana... Con el éxito que habían tenido, seguro que les echarían una mano...
Y su sueño se hizo realidad. La asociación de vecinos entendió que la labor de los dos jóvenes era un ejemplo impagable de solidaridad para con el barrio, que ese teatro callejero había alejado a muchos niños y adolescentes de los peligros de la holgazanería en las calles los días no lectivos, que muchos ancianos habían dejado por unas horas la soledad noche tras noche para disfrutar del teatro al aire libre, que lo que esos jóvenes actores habían hecho para dar rienda suelta a su pasión interpretativa redundaba en la solidaridad para con sus vecinos y era un ejemplar botón de que con pocos recursos pero con mucha ilusión se puede ayudar a los demás mediante la cultura, la magia de las palabras, el hipnotismo de los sentimientos y los problemas humanos, las paradojas y las encrucijadas vitales a los que todos nos enfrentamos en nuestro discurrir por el camino de la existencia, la belleza y la sabiduría de las grandes obras maestras de la literatura universal y lo mucho que éstas transmiten a poco que se les preste un mínimo de atención. La asociación de vecinos les ayudó a seguir haciendo realidad su sueño, porque entendían que la solidaridad debe empezar por el propio entorno y debe demostrarse para con los que viven enfrente nuestro y no tienen tanta atención mediática y famosera como otros que están a cientos de kilómetros y son visitados por celebridades ávidas de limpiar su imagen.
Y les ayudó haciendo posible que los ensayos y representaciones tuvieran lugar en su local, con su apoyo logístico y económico. Magda no cabía en sí de gozo: Había aprendido muchísimo de la experiencia que estaba viviendo. Una experiencia que cambió su escala de valores y la hizo madurar, además de encontrar al gran amor de su vida… Y una experiencia que la hizo dar y recibir un ejemplo de solidaridad como nunca esperó. Un ejemplo por el que iba a trabajar con brío, empeño y tozudez mientras tuviera vida y fuerza para seguir adelante con él.
Comentarios
¡¡¡Una historia con final feliz!!! :) :) :)
Genial! Me encantan! :)
Muy emocionante el beso entre ellos.
Muy chulo el relato.
Gracias! :)
Un beso!
PD. Gracias por tu comentario en mi blog. El café! :)
muy chulo el relato. Escribes muy bien
Me ha llamado la atención este trozo: "Cuando llegó a su apartamento, se desnudó y se duchó, poniéndose a continuación una cómoda y ligera camisola de algodón. Tras preparase un emparedado mixto y ponerse un buen tazón de gazpacho andaluz, se sentó frente a la tele a cenar"
Demasiados detalles insignificantes, uno tras otro. Parece más un recurso literario que algo surgido de la inspiración.
Otra crítica, ya puestos, es que es demasiado "rosa". No llega a moralizante, pero casi.
Por lo demás, está muy bien.
Palabra de verificación: cador. Pe-cador. Me han visto venir.
¡qué buena pinta tenía!
Jamás probé uno... yo era más del "Tigretón".
En mi mundo, Mgada Ortiz es sobrina consorte del de Zara, llega a ser actriz fácilmente comprando a un par de salidos, al que encima les hace creer que se va a acostar con ellos; pero Magda Ortiz guarda un secreto inconfesable: no es quien es, nisiquiera ella sabe muy bien qué es.
Claro que Ariovisto no es Foropurina.
Un beso.
(Necesito más tiempo para lo que tú y yo sabemos... paciencia hermana)
Verif. "eniot"
(El marido de la cantante Enya... creo...)
Jejejejeje, ¡a mí me encanta poner finales truculentos, pero de vez en cuando os hago caso a mis lectores ;)!
BESAZOS,
¡Si es que por algo eres mi crítico favorito! Has dado en el clavo, porque tienes razón en las críticas. Lo tendré en cuenta para próximas creaciones.
UN ABRAZO,
Ayyyyyyyyyyyyyyssssssssss, jajajajjjjjjjjjjjjjj, ¿qué hago contigo...? ¡¡Tener paciencia...!!
MIL KISS, MY DEAR PROFE,
Imagino que el problema es que lo has copiado y pegado directamente de word, y en el documento original estaba bien. Peeeeeero... resulta que yo tengo una leve dislexia, y estas cosas me suponen una dificultad muy incómoda. Por eso me quejo, porque me gusta mucho leer lo que escribes y me da un poco de pena no disfrutarlo por completo por un pequeño fallo técnico.
Muchas gracias por ir colgando tus obras. ¡Espero que sigas haciéndolo!
Efectivamente, lo que ocurre es que copio y pego los textos de Word, pero trataré de separar los párrafos para facilitarte la lectura.
UN SALUDO,
Gracias por tu comentario! Me parece una sabia filosofía de vida. Cosas aparentemente sencillas como esa nos ayudan a ser felices.
Un besazo!! :)