VIVIR.
El sol se filtraba con el descaro de un intruso entre las varillas de la persiana entrecerrada del balcón esa bochornosa tarde de finales de julio. El aparato de aire acondicionado se revelaba insuficiente para combatir la inusitada virulencia del calor reinante ese verano, por lo que Marcos saboreaba con deleite un vaso de agua lleno de cubitos de hielo mientras se hacía aire con fruición con un abanico. El calor era asfixiante, pegajoso, oneroso, endiablado, y se metía por los huesos que daba asco.
El anciano parecía no prestar atención al programa de testimonios que estaba ofreciendo la cadena que sintonizó momentos antes con el mando a distancia. Lamentaba sobremanera no poder leer con la misma frecuencia e intensidad de antes; su vista cansada por tantos años de trabajo y lucha diarios ya no se lo permitía, y echaba mucho de menos los ratos robados al sueño y entregados al placer de la lectura, a las andanzas y a los avatares de los múltiples personajes a los que conoció, admiró y odió. Mas, como había hecho a lo largo de los años, se resignaba a su suerte y aceptaba con longanimidad y ataraxia lo que le tocaba en suerte. Él solía decir que en esta puñetera rifa que es la vida llevaba más papeletas que los demás de desgracias, y que algún día se le terminarían... Así que se resignaba a lo que le tocase.
-Abuelo, ¿qué haces?-Clara se recogió su pelirroja melena en un moño alto con una goma que se quitó de la muñeca izquierda y se sentó al lado del hombre en el sofá, rodeándole los hombros con su brazo derecho.
-Achicharrándome, cariño-dándole un beso en una mejilla a su nieta, Marcos agregó:-y aburriéndome más que un guerrero en una marcha pacifista. ¿Y tú? ¿Aún no te cansas de estudiar?
-Uf, abuelo, estoy molida...-Respondió Clara-pero septiembre no tardará en llegar, y quiero aprobar las dos asignaturas que me quedaron en julio... Quiero ser una buena bióloga, para tener opciones de poder ser investigadora en España y no tener que irme fuera. Y para eso, cuanto mejores notas tenga, más fácil será mi camino.
-Ya... Pero es que me da penita verte con esta chicharrera encerrada todo el santo día... Aunque ya sabemos que quien algo quiere, algo le cuesta...
-Y tanto, abuelo. Y tanto...
Clara abrazó a su abuelo y pensó en Alberto, su ex novio, a quien había abandonado porque se enteró de una infidelidad suya que luego resultó ser falsa, y cuya historia circulaba por toda la Facultad no sin cierta sorna por ser ella futura investigadora. Quería recuperar a Alberto a toda costa, hacerlo feliz; seguía enamorada de él, y sabía que Alberto bebía los vientos por ella aún, pero era tan orgulloso que no daba su brazo a torcer.
Clara se estremeció al recordar los besos y la sonrisa de Alberto. Esa sonrisa mitad angelical y mitad endiablada que era capaz de doblegar su voluntad y que le convertía el corazón en un agitado y placentero vuelo de mariposas. Alberto era la estrella de su cielo, como le dijo en un arrebato poético del que después se arrepentiría por considerarlo tan cursi como antiguallo. Alberto era el único tío por el que había perdido la cabeza, y lamentaba (como nadie jamás podría sospechar) el final que tuvo un amor tan potente como un bombardero descargando su mortífera carga en un barrio civil. Lo echó a perder todo por su temperamento impulsivo y por dejarse llevar por los chismes de los demás; por mucho que le doliera, ésa era la realidad. Ése era su pasado y su presente... ¿También su futuro?
-Ay, mi niña-dijo Marcos, adivinando los quebraderos de cabeza de su nieta-eres clavada a tu abuela. Igual de terremoto que ella. Me recuerdas muchísimo a ella.
-¿Si?-Contestó la chica-pues es un honor, parecerme a ella. Menos mal que ella no te dejó escapar, abuelo.
-Menos mal que no se me escapó a mí, Clara. Tuve mucha suerte. Mi vida ha sido muy complicada, muy difícil, pero tu abuela me dio los mejores años que he tenido, y por ese motivo el camino de mi existencia no me parece todo lo tortuoso que ha sido. Dicen que el corazón se autoprotege contra el dolor y la desolación desterrando de nuestra memoria los malos momentos, y debe ser cierto; yo me acuerdo más de lo bueno que de lo triste... Y eso que he tenido más de lo catastrófico y calamitoso que de lo fructuoso y lo excelente...
-Abuelo, ¿por qué dices eso?-Clara hizo caso omiso del pitido de su móvil. No tenía ganas de hablar ahora con su amigo Daniel, compañero de clase que parecía estar muy interesado en ella.
-¿No sabes mi historia, verdad?-Marcos vio el gesto de negación de su nieta y prosiguió:-Has oído trozos, episodios, pero la novela entera no la conoces... Vais siempre tan acelerados que no tenéis tiempo de escuchar ni de nada.
-Ni que lo jures-concedió la joven-anda, abuelo, ahora que tenemos un rato, cuéntame tu vida. La historia de tu vida.
-¿Quieres saberla?
-¡Por supuesto que sí! Es la historia de mi familia, me interesa muchísimo...
-Es para escribir un libro, y no pequeño... Mira, Clara, nací en agosto del 35, once meses antes de que estallara la Guerra Civil. Mis padres eran maestros, republicanos, para mas señas. Cuando yo tenía año y medio, los sacaron de casa una noche y los fusilaron en la nieve, así, tal cual. Esto lo he sabido muchos años después, investigando. Fue muy duro para mí; así que ahora ya sabes por qué aborrezco la política con toda mi alma.
-No me extraña-Clara empezaba a asombrarse-no me extraña, abuelo.
-Me crié en un hospicio, porque unos por otros la casa sin barrer. Allí nos atendían todo lo bien que les era posible en aquellos tiempos, hice muchos amigos, pero hubo uno que llegamos a ser como hermanos; se llamaba Miguel Ángel, y nunca lo he olvidado. Éramos el terror del orfanato por las travesuras que organizábamos... Recuerdo una vez que le pusimos un saltamontes a una monja encima del hábito, y cuando se percató de ello, ¡jejeje! Casi le dio un patatús-olvidando momentáneamente la presencia de su nieta, Marcos continuó recordando aquellos primeros años de su vida-Miguel Ángel era mi mejor amigo, era un chavalote que soñaba con ser maestro para poder leer todos los libros que quisiera... Le encantaba leer, dibujar, jugar a la pelota, no chivaba nada de nadie así lo moliese a garrotazos la Inquisición... ¡Qué pena que tuviese el final que tuvo! Pobre Miguel Ángel...
Marcos sacó un pañuelo de su bolsillo y se lo pasó por la nariz, volviendo a guardarlo mientras su mente parecía haber retrocedido a aquellos oscuros y complicados años de la posguerra.
Clara se acomodó en el sofá, para poder escuchar mejor un relato que empezaba a antojársele de película. Apagó el móvil y se dispuso a seguir oyendo fascinada la historia de su abuelo. Intuía que iba a conocer un pasado lleno de vicisitudes, pero del que tal vez tuviera muchísimo que aprender.
-Un día de primavera nevó. Sí, Clara; hubo una ola de frío inesperada y cayó una nevada majestuosa y descomunal. El ambiente era gélido como los Polos, estábamos ateridos, temblaba hasta el gato que unos compañeros encontraron un día moribundo en el patio y que se quedó a vivir con nosotros como uno más... No sé qué demonios ocurrió, cariño mío, pero se quemó una cortina con una estufa, y el fuego se propagó por todo el edificio en menos que canta un gallo. Fue escalofriante, Clara: Nos rescataron a casi todos, pero hubo dos niños que quedaron atrapados en el aseo... Uno de ellos era Miguel Ángel...
-¿Qué pasó, abuelo?-La joven se arrepintió de haber formulado esa pregunta; demasiado bien imaginaba la respuesta.
-Que cuando sofocaron el incendio, sacaron su cuerpo carbonizado. Fue el primer palo que me propinó la Vida. Mi mejor amigo, mi confidente, mi compañero de travesuras... Muerto. No me lo podía creer, por más que tratasen de explicármelo. No lo aceptaba. No lo entendía. Sólo cuando Sor Belén, la monja a la que más queríamos todos, me dijo que mirase el cielo en las noches claras de luna y buscase la estrella más brillante porque era Miguel Ángel que me saludaba, empecé a sentirme mejor. Pero nunca he podido entender la muerte de un chavalote tan majo, y que era mi mejor amigo. Más a lo largo de mi vida he comprendido que la existencia es una partida de cartas, y que hay jugadas de puta madre y jugadas asquerosas, pero, ¿podemos hacer otra cosa que continuar viviendo?
-No.-Respondió su nieta-porque te suicidas, ¿y qué ganas con eso?
-Que te entierren-agregó Marcos, dándole la razón a Clara. Se encogió de hombros y continuó:-La vida en el hospicio ya no fue la misma; me sentía como si me faltase un brazo o una pierna, más el paso de los meses y de los años mitigó mi tristeza y aprendí a recordar a mi amigo con alegría y a reírme abiertamente rememorando las múltiples anécdotas que vivimos juntos. No tengo fotos suyas, pero no me hacen falta; no he olvidado que con él aprendí el valor de la amistad.
-Si te está viendo, se sentirá contento por saber que le recuerdas-Clara estaba conmovida.
-Eso seguro-Marcos tornó a limpiarse la nariz con el pañuelo y a devolverlo al bolsillo.-Era muy buen chaval; se conformaba con todo.
-Qué distinto de los niños de hoy-reflexionó Clara.
-No hace falta que lo jures-concedió el anciano.-Fueron unos años muy difíciles, Clarita, unos años muy tétricos, muy complicados. A los dieciséis años salí del hospicio y me coloqué a trabajar como interno en una casa de ricos por mediación de las monjas. Allí me encontré muy a gusto; los señores y sus hijos eran muy considerados y muy amables; no te hacían sentir extraño ni te trataban como si fueras un esclavo. Comíamos muy bien y teníamos una tarde a la semana libre. Y entre los compañeros del servicio había muy buen rollo, como decís los jóvenes de hoy. Allí conocí a Marga, mi primer amor.
-¿Era guapa, abuelo?-Interrumpió Clara.
-Era preciosa, mi niña.-Marcos se estremeció al recordar-Era la hija de la cocinera, y me enamoré de ella como un loco. Me costó convencerla de que mis intenciones eran honradas, porque era muy altanera y muy espabilada para la época, y aún así se había llevado un chasco de impresión con el señorito...
-¿Se la tiró sin más?-Clara volvió a interrumpir a Marcos, ante la mirada divertida y reprobadora de éste.
-Sí. Y luego se casó con una de su clase social... Clarita, ea, la España de entonces...-El anciano tornó a olvidarse de la presencia de su nieta mientras seguía tirando del hilo de su memoria:-Marga era un monumento de muchacha; espabilada y lista como nadie. Nos hicimos muy amigos, y, además de aquel desengaño, me contaba que el señor le prestaba los libros de su biblioteca y que le habría gustado ser escritora... Poco a poco me la fui ganando, y cuando teníamos diecinueve años nos hicimos novios; me sentía el hombre más feliz de la Tierra, y me sentí en el Paraíso cuando hicimos el amor por primera vez una tarde de verano mientras todos dormían la siesta...
Clara sonrió. Imaginaba aquellos años de su abuelo y lo feliz que fue con aquella chica. Le habría gustado conocerla, saber cómo era, preguntarle infinidad de cosas sobre su abuelo y sobre la época oscura y deprimente en la que les tocó vivir... Aunque Marcos afirmaba que no hay épocas malas, sino momentos del Destino de cada uno de nosotros que se tornan lúgubres y de los que no podemos escapar.
El anciano se estremeció, pese al calor infernal que reinaba en la atmósfera. El recuerdo de Marga seguía conmoviéndole el alma cincuenta y tantos años después; fue su primer amor, la chica cuya sensual dulzura y despierta inteligencia provocaron un espectacular terremoto en él. ¡Lástima que no pudiesen eludir las bofetadas que de la Vida y de la Muerte iban a recibir!
-Y claro, tanta siesta-ambos sonrieron, burlones-tuvo sus consecuencias, mi niña... La dejé embarazada,-el anciano fingió no ver la mueca de sorpresa de su nieta-y nos casamos, por supuesto...
-Abuelo,-interrumpió la futura bióloga-¿entonces quién es el niño que..?
-Clara, escucha-la atajó él, y, pese al nudo que amenazaba con formársele en la garganta, continuó hablando:-Marga murió en el parto... Tuvo una hemorragia terrible que las parteras de entonces no supieron controlar, y Marga me dejó solo con nuestra hija. ¿Te haces una idea de la desesperación y del dolor que me invadieron? ¿Te haces una idea de lo hecho polvo que me quedé y de las lágrimas y el sentimiento de culpabilidad que tuve? No comprendía por qué me arrebató Dios o quien demonios fuera lo que más me importaba, lo que más quería. Marga murió, y yo me quedé hundido. Me sentía responsable de su muerte, Clara, por haberla dejado embarazada. Habría dado cualquier cosa por estar en su lugar, por cambiarme por ella, por devolverle la vida con mi muerte... Pero el paso de los días, mi suegra y los señores me hicieron despertar del estado de schok en el que me hallaba, y comprendí que debía seguir adelante, que Marga no querría verme así y que mi pequeña Aurora me necesitaba. Comprendí que mi hija era mi motivo para seguir viviendo. Era clavada a su madre, tan guapa y vivaracha como ella.
-¿Aurora?-Clara no conocía a ninguna de sus tías por ese nombre.
-Sí, cariño-respondió Marcos, atajando con presteza las preguntas que, lo sabía, iba a formularle la joven.-No la conoces porque murió cuando tenía tres años-ante la mueca de asombro y espanto de su nieta, agregó:-Sí. Aurora murió a los tres años... Le cayó encima una olla de agua hirviendo en un momento de descuido mío, o de mi suegra, o de Dios sabe quien... Ese sí que fue un palo mayúsculo, Clara. La muerte de un hijo es la muerte de uno mismo que sigue viviendo pero que se siente sin vida. Fue un mazazo. Me hundí, me abandoné, me daba todo lo mismo, las barbas que me crecieron eran más largas que las de Jesucristo, y creo que hasta agradecí que mis patrones se arruinaran y se quedaran en la miseria; en cierta forma, consideraba a todos los que vivían en esa casa un poco responsables de la muerte de Aurora, y todo lo que formaba parte de la vivienda me recordaba a Marga y a la niña, y me ahogaba el dolor, la pena, la tristeza, la rabia. Por más que supiera que las cosas pasan por razones que no conocemos, no lo entendía; me era muy difícil aceptar mi mala suerte. Perdí a la mujer que quería y perdí a nuestra hija. Vagué durante días cegado por la rabia y por la pena, sin saber dónde estaba ni porqué sí ni porqué no, me importaba un pito donde meaba o lo sucio que iba; mi único deseo era que alguien me explicara cuál era el motivo de semejante tragedia. Aceptaba lo que pasó, pero no comprendía por qué pasaba. Tenía que resignarme a continuar viviendo, porque no me quedaba otra alternativa, pero en mi fuero interno quería morir para dejar atrás el dolor. Más sabía que no era eso lo que Marga quería para mí, aunque me devoraba la desesperación. Y el hambre. Y la sed. Y la tensión.
Clara acarició a su abuelo, mientras asistía asombrada al durísimo relato de éste. Menuda novela le había tocado vivir... Y eso que aún no conocía los capítulos posteriores.
Si antes ya adoraba al anciano, ahora lo admiraba. Su fortaleza y su actitud ante la Vida eran miríficas, sensacionales; seguro que ella no tardaría en ceder a la tentativa del suicidio si se viese en una situación similar. Pero Marcos era una persona fuerte, y era por eso por lo que había sobrevivido a tanta tragedia.
-Hubo un instante-tras sorber un trago de agua, Marcos continuó su emocionada narración:-en que perdí la conciencia del tiempo. Caí desmayado en la acera de una calle, y desperté tres días después en la cama de un hospital. No sabía dónde estaba, ni cuánto tiempo había transcurrido, y cuando me lo explicaron todo creí enloquecer de tristeza... Hasta que un ángel me obsequió con su sonrisa, me consoló y me hizo más llevadera la estancia en el hospital... Tenía nombre de Reina de España...
-¡Mi abuela! ¡Mercedes!-Exclamó Clara, sonriendo al ver que había adivinado-¿Así os conocisteis?
-Así nos conocimos, mi niña-asintió él-era enfermera, era guapa con ganas, con decirte que traía al personal masculino por la calle del delirio... Pero ella me confesó años después que aquel día se enamoró de mí y que se juró no casarse con otro que no fuera yo, así se juntaran el Cielo y la Tierra.
-Ahora comprendo por qué dices que me parezco a ella-dijo su nieta-era terca y decidida...
-Terca como una mula-a Marcos le brillaban los ojos de amor-lista y buena como no hay dos. Me consiguió un trabajo en la cocina del hospital y un cuarto en una pensión, y poco a poco, como la canción, me fui enamorando de ella. Mercedes y yo éramos amigos, y le conté todo mi pasado. Ella me escuchó y me ayudó a superar el dolor y a comprender que seguía vivo y con todo el derecho del mundo a rehacer mi vida y ser feliz.
-¿Lo fuisteis?
-Mucho. Clara. Mucho.-El anciano se emocionó-nos casamos cinco años más tarde, y tuvimos cuatro hijos. La mayor, tu madre, Isabel. Y después, tu tío Marcos y tus tías Blanca y Belén. Mercedes, sin olvidar jamás a Marga, es mi gran amor. Ha sido, y es, y será, el amor de mi vida. A su lado pasé los mejores momentos, se llevó lo mejor de mí y yo me quedé con la mujer más maravillosa del mundo. Mercedes fue mi Reina, y sólo Jesucristo sabe cuánto amor hizo nacer en mí esa dulce y tierna enfermera. Es un amor que va más allá del tiempo, de la razón y de la Vida.
-Qué sentimiento más inquebrantable...-Clara se sabía al borde del llanto, emocionada como estaba por las palabras que Marcos estaba pronunciando sobre y a su segunda mujer.
-Sí. Inquebrantable, mi niña-dio otro sorbo al vaso y continuó con el relato:-Pero la Vida, o Dios, o el Destino, ¡yo qué sé quien!, me dieron otro palo. Y un palo que hace daño de veras... Mercedes murió cuando llevábamos quince años de perenne luna de miel... En la parada del autobús, un hijo de puta borracho la atropelló con su moto... Ingresó cadáver en el hospital. Me sentí morir de nuevo, Clara, porque no comprendía por qué ella. ¿Por qué Mercedes? ¿Por qué amé a dos mujeres y a las dos las perdí? ¿Por qué Mercedes tuvo que coger aquel día el autobús? No lo sé. No lo he sabido nunca. Es una de esas jugadas asquerosas que tiene la rifa de la Vida; unas jugadas de las que ningún mortal puede escapar, y tampoco sabemos por qué pasan estas cosas. Pasan, y hay que resignarse y tratar de sobrevivir lo mejor que se pueda.
Eso era lo que él había tratado de hacer en los últimos años. Sobrevivir a la desesperación y a la tristeza y sacar a sus cuatro hijos adelante... Recordando a Mercedes y amándola como si permaneciese viva. Era lo que ella, sin duda, querría.
No comprendía por qué había sobrevivido a Miguel Ángel, a Marga y a Aurora, y a Mercedes. Pero por algún motivo, así habíanle sucedido las cosas a lo largo de los años... Y tal vez fuese porque tenía alguna misión que cumplir... ¿Cuál? Quizá fuera sólo vivir... ¿Sólo? ¡No! Vivir, que no es poco.
El anciano parecía no prestar atención al programa de testimonios que estaba ofreciendo la cadena que sintonizó momentos antes con el mando a distancia. Lamentaba sobremanera no poder leer con la misma frecuencia e intensidad de antes; su vista cansada por tantos años de trabajo y lucha diarios ya no se lo permitía, y echaba mucho de menos los ratos robados al sueño y entregados al placer de la lectura, a las andanzas y a los avatares de los múltiples personajes a los que conoció, admiró y odió. Mas, como había hecho a lo largo de los años, se resignaba a su suerte y aceptaba con longanimidad y ataraxia lo que le tocaba en suerte. Él solía decir que en esta puñetera rifa que es la vida llevaba más papeletas que los demás de desgracias, y que algún día se le terminarían... Así que se resignaba a lo que le tocase.
-Abuelo, ¿qué haces?-Clara se recogió su pelirroja melena en un moño alto con una goma que se quitó de la muñeca izquierda y se sentó al lado del hombre en el sofá, rodeándole los hombros con su brazo derecho.
-Achicharrándome, cariño-dándole un beso en una mejilla a su nieta, Marcos agregó:-y aburriéndome más que un guerrero en una marcha pacifista. ¿Y tú? ¿Aún no te cansas de estudiar?
-Uf, abuelo, estoy molida...-Respondió Clara-pero septiembre no tardará en llegar, y quiero aprobar las dos asignaturas que me quedaron en julio... Quiero ser una buena bióloga, para tener opciones de poder ser investigadora en España y no tener que irme fuera. Y para eso, cuanto mejores notas tenga, más fácil será mi camino.
-Ya... Pero es que me da penita verte con esta chicharrera encerrada todo el santo día... Aunque ya sabemos que quien algo quiere, algo le cuesta...
-Y tanto, abuelo. Y tanto...
Clara abrazó a su abuelo y pensó en Alberto, su ex novio, a quien había abandonado porque se enteró de una infidelidad suya que luego resultó ser falsa, y cuya historia circulaba por toda la Facultad no sin cierta sorna por ser ella futura investigadora. Quería recuperar a Alberto a toda costa, hacerlo feliz; seguía enamorada de él, y sabía que Alberto bebía los vientos por ella aún, pero era tan orgulloso que no daba su brazo a torcer.
Clara se estremeció al recordar los besos y la sonrisa de Alberto. Esa sonrisa mitad angelical y mitad endiablada que era capaz de doblegar su voluntad y que le convertía el corazón en un agitado y placentero vuelo de mariposas. Alberto era la estrella de su cielo, como le dijo en un arrebato poético del que después se arrepentiría por considerarlo tan cursi como antiguallo. Alberto era el único tío por el que había perdido la cabeza, y lamentaba (como nadie jamás podría sospechar) el final que tuvo un amor tan potente como un bombardero descargando su mortífera carga en un barrio civil. Lo echó a perder todo por su temperamento impulsivo y por dejarse llevar por los chismes de los demás; por mucho que le doliera, ésa era la realidad. Ése era su pasado y su presente... ¿También su futuro?
-Ay, mi niña-dijo Marcos, adivinando los quebraderos de cabeza de su nieta-eres clavada a tu abuela. Igual de terremoto que ella. Me recuerdas muchísimo a ella.
-¿Si?-Contestó la chica-pues es un honor, parecerme a ella. Menos mal que ella no te dejó escapar, abuelo.
-Menos mal que no se me escapó a mí, Clara. Tuve mucha suerte. Mi vida ha sido muy complicada, muy difícil, pero tu abuela me dio los mejores años que he tenido, y por ese motivo el camino de mi existencia no me parece todo lo tortuoso que ha sido. Dicen que el corazón se autoprotege contra el dolor y la desolación desterrando de nuestra memoria los malos momentos, y debe ser cierto; yo me acuerdo más de lo bueno que de lo triste... Y eso que he tenido más de lo catastrófico y calamitoso que de lo fructuoso y lo excelente...
-Abuelo, ¿por qué dices eso?-Clara hizo caso omiso del pitido de su móvil. No tenía ganas de hablar ahora con su amigo Daniel, compañero de clase que parecía estar muy interesado en ella.
-¿No sabes mi historia, verdad?-Marcos vio el gesto de negación de su nieta y prosiguió:-Has oído trozos, episodios, pero la novela entera no la conoces... Vais siempre tan acelerados que no tenéis tiempo de escuchar ni de nada.
-Ni que lo jures-concedió la joven-anda, abuelo, ahora que tenemos un rato, cuéntame tu vida. La historia de tu vida.
-¿Quieres saberla?
-¡Por supuesto que sí! Es la historia de mi familia, me interesa muchísimo...
-Es para escribir un libro, y no pequeño... Mira, Clara, nací en agosto del 35, once meses antes de que estallara la Guerra Civil. Mis padres eran maestros, republicanos, para mas señas. Cuando yo tenía año y medio, los sacaron de casa una noche y los fusilaron en la nieve, así, tal cual. Esto lo he sabido muchos años después, investigando. Fue muy duro para mí; así que ahora ya sabes por qué aborrezco la política con toda mi alma.
-No me extraña-Clara empezaba a asombrarse-no me extraña, abuelo.
-Me crié en un hospicio, porque unos por otros la casa sin barrer. Allí nos atendían todo lo bien que les era posible en aquellos tiempos, hice muchos amigos, pero hubo uno que llegamos a ser como hermanos; se llamaba Miguel Ángel, y nunca lo he olvidado. Éramos el terror del orfanato por las travesuras que organizábamos... Recuerdo una vez que le pusimos un saltamontes a una monja encima del hábito, y cuando se percató de ello, ¡jejeje! Casi le dio un patatús-olvidando momentáneamente la presencia de su nieta, Marcos continuó recordando aquellos primeros años de su vida-Miguel Ángel era mi mejor amigo, era un chavalote que soñaba con ser maestro para poder leer todos los libros que quisiera... Le encantaba leer, dibujar, jugar a la pelota, no chivaba nada de nadie así lo moliese a garrotazos la Inquisición... ¡Qué pena que tuviese el final que tuvo! Pobre Miguel Ángel...
Marcos sacó un pañuelo de su bolsillo y se lo pasó por la nariz, volviendo a guardarlo mientras su mente parecía haber retrocedido a aquellos oscuros y complicados años de la posguerra.
Clara se acomodó en el sofá, para poder escuchar mejor un relato que empezaba a antojársele de película. Apagó el móvil y se dispuso a seguir oyendo fascinada la historia de su abuelo. Intuía que iba a conocer un pasado lleno de vicisitudes, pero del que tal vez tuviera muchísimo que aprender.
-Un día de primavera nevó. Sí, Clara; hubo una ola de frío inesperada y cayó una nevada majestuosa y descomunal. El ambiente era gélido como los Polos, estábamos ateridos, temblaba hasta el gato que unos compañeros encontraron un día moribundo en el patio y que se quedó a vivir con nosotros como uno más... No sé qué demonios ocurrió, cariño mío, pero se quemó una cortina con una estufa, y el fuego se propagó por todo el edificio en menos que canta un gallo. Fue escalofriante, Clara: Nos rescataron a casi todos, pero hubo dos niños que quedaron atrapados en el aseo... Uno de ellos era Miguel Ángel...
-¿Qué pasó, abuelo?-La joven se arrepintió de haber formulado esa pregunta; demasiado bien imaginaba la respuesta.
-Que cuando sofocaron el incendio, sacaron su cuerpo carbonizado. Fue el primer palo que me propinó la Vida. Mi mejor amigo, mi confidente, mi compañero de travesuras... Muerto. No me lo podía creer, por más que tratasen de explicármelo. No lo aceptaba. No lo entendía. Sólo cuando Sor Belén, la monja a la que más queríamos todos, me dijo que mirase el cielo en las noches claras de luna y buscase la estrella más brillante porque era Miguel Ángel que me saludaba, empecé a sentirme mejor. Pero nunca he podido entender la muerte de un chavalote tan majo, y que era mi mejor amigo. Más a lo largo de mi vida he comprendido que la existencia es una partida de cartas, y que hay jugadas de puta madre y jugadas asquerosas, pero, ¿podemos hacer otra cosa que continuar viviendo?
-No.-Respondió su nieta-porque te suicidas, ¿y qué ganas con eso?
-Que te entierren-agregó Marcos, dándole la razón a Clara. Se encogió de hombros y continuó:-La vida en el hospicio ya no fue la misma; me sentía como si me faltase un brazo o una pierna, más el paso de los meses y de los años mitigó mi tristeza y aprendí a recordar a mi amigo con alegría y a reírme abiertamente rememorando las múltiples anécdotas que vivimos juntos. No tengo fotos suyas, pero no me hacen falta; no he olvidado que con él aprendí el valor de la amistad.
-Si te está viendo, se sentirá contento por saber que le recuerdas-Clara estaba conmovida.
-Eso seguro-Marcos tornó a limpiarse la nariz con el pañuelo y a devolverlo al bolsillo.-Era muy buen chaval; se conformaba con todo.
-Qué distinto de los niños de hoy-reflexionó Clara.
-No hace falta que lo jures-concedió el anciano.-Fueron unos años muy difíciles, Clarita, unos años muy tétricos, muy complicados. A los dieciséis años salí del hospicio y me coloqué a trabajar como interno en una casa de ricos por mediación de las monjas. Allí me encontré muy a gusto; los señores y sus hijos eran muy considerados y muy amables; no te hacían sentir extraño ni te trataban como si fueras un esclavo. Comíamos muy bien y teníamos una tarde a la semana libre. Y entre los compañeros del servicio había muy buen rollo, como decís los jóvenes de hoy. Allí conocí a Marga, mi primer amor.
-¿Era guapa, abuelo?-Interrumpió Clara.
-Era preciosa, mi niña.-Marcos se estremeció al recordar-Era la hija de la cocinera, y me enamoré de ella como un loco. Me costó convencerla de que mis intenciones eran honradas, porque era muy altanera y muy espabilada para la época, y aún así se había llevado un chasco de impresión con el señorito...
-¿Se la tiró sin más?-Clara volvió a interrumpir a Marcos, ante la mirada divertida y reprobadora de éste.
-Sí. Y luego se casó con una de su clase social... Clarita, ea, la España de entonces...-El anciano tornó a olvidarse de la presencia de su nieta mientras seguía tirando del hilo de su memoria:-Marga era un monumento de muchacha; espabilada y lista como nadie. Nos hicimos muy amigos, y, además de aquel desengaño, me contaba que el señor le prestaba los libros de su biblioteca y que le habría gustado ser escritora... Poco a poco me la fui ganando, y cuando teníamos diecinueve años nos hicimos novios; me sentía el hombre más feliz de la Tierra, y me sentí en el Paraíso cuando hicimos el amor por primera vez una tarde de verano mientras todos dormían la siesta...
Clara sonrió. Imaginaba aquellos años de su abuelo y lo feliz que fue con aquella chica. Le habría gustado conocerla, saber cómo era, preguntarle infinidad de cosas sobre su abuelo y sobre la época oscura y deprimente en la que les tocó vivir... Aunque Marcos afirmaba que no hay épocas malas, sino momentos del Destino de cada uno de nosotros que se tornan lúgubres y de los que no podemos escapar.
El anciano se estremeció, pese al calor infernal que reinaba en la atmósfera. El recuerdo de Marga seguía conmoviéndole el alma cincuenta y tantos años después; fue su primer amor, la chica cuya sensual dulzura y despierta inteligencia provocaron un espectacular terremoto en él. ¡Lástima que no pudiesen eludir las bofetadas que de la Vida y de la Muerte iban a recibir!
-Y claro, tanta siesta-ambos sonrieron, burlones-tuvo sus consecuencias, mi niña... La dejé embarazada,-el anciano fingió no ver la mueca de sorpresa de su nieta-y nos casamos, por supuesto...
-Abuelo,-interrumpió la futura bióloga-¿entonces quién es el niño que..?
-Clara, escucha-la atajó él, y, pese al nudo que amenazaba con formársele en la garganta, continuó hablando:-Marga murió en el parto... Tuvo una hemorragia terrible que las parteras de entonces no supieron controlar, y Marga me dejó solo con nuestra hija. ¿Te haces una idea de la desesperación y del dolor que me invadieron? ¿Te haces una idea de lo hecho polvo que me quedé y de las lágrimas y el sentimiento de culpabilidad que tuve? No comprendía por qué me arrebató Dios o quien demonios fuera lo que más me importaba, lo que más quería. Marga murió, y yo me quedé hundido. Me sentía responsable de su muerte, Clara, por haberla dejado embarazada. Habría dado cualquier cosa por estar en su lugar, por cambiarme por ella, por devolverle la vida con mi muerte... Pero el paso de los días, mi suegra y los señores me hicieron despertar del estado de schok en el que me hallaba, y comprendí que debía seguir adelante, que Marga no querría verme así y que mi pequeña Aurora me necesitaba. Comprendí que mi hija era mi motivo para seguir viviendo. Era clavada a su madre, tan guapa y vivaracha como ella.
-¿Aurora?-Clara no conocía a ninguna de sus tías por ese nombre.
-Sí, cariño-respondió Marcos, atajando con presteza las preguntas que, lo sabía, iba a formularle la joven.-No la conoces porque murió cuando tenía tres años-ante la mueca de asombro y espanto de su nieta, agregó:-Sí. Aurora murió a los tres años... Le cayó encima una olla de agua hirviendo en un momento de descuido mío, o de mi suegra, o de Dios sabe quien... Ese sí que fue un palo mayúsculo, Clara. La muerte de un hijo es la muerte de uno mismo que sigue viviendo pero que se siente sin vida. Fue un mazazo. Me hundí, me abandoné, me daba todo lo mismo, las barbas que me crecieron eran más largas que las de Jesucristo, y creo que hasta agradecí que mis patrones se arruinaran y se quedaran en la miseria; en cierta forma, consideraba a todos los que vivían en esa casa un poco responsables de la muerte de Aurora, y todo lo que formaba parte de la vivienda me recordaba a Marga y a la niña, y me ahogaba el dolor, la pena, la tristeza, la rabia. Por más que supiera que las cosas pasan por razones que no conocemos, no lo entendía; me era muy difícil aceptar mi mala suerte. Perdí a la mujer que quería y perdí a nuestra hija. Vagué durante días cegado por la rabia y por la pena, sin saber dónde estaba ni porqué sí ni porqué no, me importaba un pito donde meaba o lo sucio que iba; mi único deseo era que alguien me explicara cuál era el motivo de semejante tragedia. Aceptaba lo que pasó, pero no comprendía por qué pasaba. Tenía que resignarme a continuar viviendo, porque no me quedaba otra alternativa, pero en mi fuero interno quería morir para dejar atrás el dolor. Más sabía que no era eso lo que Marga quería para mí, aunque me devoraba la desesperación. Y el hambre. Y la sed. Y la tensión.
Clara acarició a su abuelo, mientras asistía asombrada al durísimo relato de éste. Menuda novela le había tocado vivir... Y eso que aún no conocía los capítulos posteriores.
Si antes ya adoraba al anciano, ahora lo admiraba. Su fortaleza y su actitud ante la Vida eran miríficas, sensacionales; seguro que ella no tardaría en ceder a la tentativa del suicidio si se viese en una situación similar. Pero Marcos era una persona fuerte, y era por eso por lo que había sobrevivido a tanta tragedia.
-Hubo un instante-tras sorber un trago de agua, Marcos continuó su emocionada narración:-en que perdí la conciencia del tiempo. Caí desmayado en la acera de una calle, y desperté tres días después en la cama de un hospital. No sabía dónde estaba, ni cuánto tiempo había transcurrido, y cuando me lo explicaron todo creí enloquecer de tristeza... Hasta que un ángel me obsequió con su sonrisa, me consoló y me hizo más llevadera la estancia en el hospital... Tenía nombre de Reina de España...
-¡Mi abuela! ¡Mercedes!-Exclamó Clara, sonriendo al ver que había adivinado-¿Así os conocisteis?
-Así nos conocimos, mi niña-asintió él-era enfermera, era guapa con ganas, con decirte que traía al personal masculino por la calle del delirio... Pero ella me confesó años después que aquel día se enamoró de mí y que se juró no casarse con otro que no fuera yo, así se juntaran el Cielo y la Tierra.
-Ahora comprendo por qué dices que me parezco a ella-dijo su nieta-era terca y decidida...
-Terca como una mula-a Marcos le brillaban los ojos de amor-lista y buena como no hay dos. Me consiguió un trabajo en la cocina del hospital y un cuarto en una pensión, y poco a poco, como la canción, me fui enamorando de ella. Mercedes y yo éramos amigos, y le conté todo mi pasado. Ella me escuchó y me ayudó a superar el dolor y a comprender que seguía vivo y con todo el derecho del mundo a rehacer mi vida y ser feliz.
-¿Lo fuisteis?
-Mucho. Clara. Mucho.-El anciano se emocionó-nos casamos cinco años más tarde, y tuvimos cuatro hijos. La mayor, tu madre, Isabel. Y después, tu tío Marcos y tus tías Blanca y Belén. Mercedes, sin olvidar jamás a Marga, es mi gran amor. Ha sido, y es, y será, el amor de mi vida. A su lado pasé los mejores momentos, se llevó lo mejor de mí y yo me quedé con la mujer más maravillosa del mundo. Mercedes fue mi Reina, y sólo Jesucristo sabe cuánto amor hizo nacer en mí esa dulce y tierna enfermera. Es un amor que va más allá del tiempo, de la razón y de la Vida.
-Qué sentimiento más inquebrantable...-Clara se sabía al borde del llanto, emocionada como estaba por las palabras que Marcos estaba pronunciando sobre y a su segunda mujer.
-Sí. Inquebrantable, mi niña-dio otro sorbo al vaso y continuó con el relato:-Pero la Vida, o Dios, o el Destino, ¡yo qué sé quien!, me dieron otro palo. Y un palo que hace daño de veras... Mercedes murió cuando llevábamos quince años de perenne luna de miel... En la parada del autobús, un hijo de puta borracho la atropelló con su moto... Ingresó cadáver en el hospital. Me sentí morir de nuevo, Clara, porque no comprendía por qué ella. ¿Por qué Mercedes? ¿Por qué amé a dos mujeres y a las dos las perdí? ¿Por qué Mercedes tuvo que coger aquel día el autobús? No lo sé. No lo he sabido nunca. Es una de esas jugadas asquerosas que tiene la rifa de la Vida; unas jugadas de las que ningún mortal puede escapar, y tampoco sabemos por qué pasan estas cosas. Pasan, y hay que resignarse y tratar de sobrevivir lo mejor que se pueda.
Eso era lo que él había tratado de hacer en los últimos años. Sobrevivir a la desesperación y a la tristeza y sacar a sus cuatro hijos adelante... Recordando a Mercedes y amándola como si permaneciese viva. Era lo que ella, sin duda, querría.
No comprendía por qué había sobrevivido a Miguel Ángel, a Marga y a Aurora, y a Mercedes. Pero por algún motivo, así habíanle sucedido las cosas a lo largo de los años... Y tal vez fuese porque tenía alguna misión que cumplir... ¿Cuál? Quizá fuera sólo vivir... ¿Sólo? ¡No! Vivir, que no es poco.
Comentarios
Muchas gracias por tu comentario de ayer en mi blog!! :) :) :) :)
Luego te leo!!
Un besazo!!
¡Ok, espero tu lectura!
Besazossssssssssssssss,
Menudo dramón!!
A pesar de todas las tragedias que le tocó vivir al pobre hombre, todo parece indicar que siguió siendo siempre una persona cariñosa y amable (has comentado que su nieta le "adoraba"). Y después de su terrible historia el pobre aún se acuerda "más de lo bueno que de lo triste...". ¡¡Pobrecillo!!
Hay que disfrutar cada día al máximo de todo lo bueno que tenemos. A todos nos puede tocar tener que vivir una gran tragedia en el momento más inesperado. Ojalá no ocurra nunca, pero si ocurriese, ojalá conservemos razones para vivir que nos ayuden a seguir caminando.
Qué historia más triste, Puri!
En cualquier caso, me ha parecido una lectura muy emocionante. Como siempre! :)
Un besazo!!
Vivir es el mejor homenaje que nos podemos hacer a nosotros mismos!!
"Sinvivir" es una estúpida e imperdonable pérdida de tiempo.
Un besazo, Purigris!!
(Mañana Puriluz)
:) :) :) :) :) :)
Un beso!!!
Me alegro de que te haya gustado el relato. Tenía que "colorearlo" un poquillo, de ahí lo de que a pesar de los pesares Marcos sea un anciano adorable.
¡FELIZ NAVIDAD!
Ea, ¡ya sabes que soy tan tétrica como Bécquer o Poe escribiendo, jajajaja!
¡FELIZ NAVIDAD!
No se puede decir "que daba asco" o que fue el "tío" del que se enamoró, en el mismo relato en que se usan palabras como "ataraxia", "longanimidad" o "miríficas". Ninguno de esos registros me gusta, ni el vulgar ni el snob, pero combinarlos es casi lo peor.
¿Qué abuelo dice "de puta madre" o "me importaba un pito"? Los míos no. En cualquier caso el que dice "de puta madre" debería decir "me importaba una mierda", por coherencia con su mala educación.
Feliz navidad
A mí me encantan, y estoy aprendiendo muchísimo de ellas. Que sepas que te lo digo de verdad y sin coña.
GRACIAS.
Un abrazo,
Muchas gracias gracias por tu amable visita a mi blog! :)
Te acabo de enviar un correo electrónico.
Un besazo!!