FICHAJES INDECENTES.

Cuando la arriba firmante se planteó escribir esta tribuna tuvo bien claro que podría acarrearle críticas de todos aquellos que saben de su afición por el fútbol y su entusiasmo por un equipo que este año ha sido tricampeón, pero aún así no quiere dejar pasar la oportunidad para censurar rotundamente las cifras de auténtico escándalo que se están moviendo en el mercado de fichajes este verano espantoso de sequía, calor extremo e incendios forestales que parece que no vaya a irse nunca. Para censurar que unos presidentes de clubs futboleros acaben haciendo lo que tanto han reprochado a sus homónimos rivales: Qué cierto es eso de que todo el que habla gusta.
Y es que si Joan Laporta llevaba toda la razón del mundo cuando calificó de “indecente” que Florentino Pérez pagase las escalofriantes cifras de 96 millones de euros por Cristiano Ronaldo, casi 70 por Kaká o 15 por Albiol, perdió su sensata credibilidad cuando asombró a propios y extraños abonando 66 millones de euros por Ibrahimovic, de quien aseguran que es tan conflictivo como un Eto’o que tan buen rendimiento y tantos instantes memorables ha ofrecido en sus cinco temporadas como culé. Viéndolo desde un punto de vista plagado de realidad, el presidente del FC Barcelona tiene razón: Son fichajes indecentes… Pero todos. Los del Madrid y los suyos. No se puede criticar al vecino cuando tarde o temprano se va a acabar imitándolo… Si no superándolo.

En los tiempos que corren es indecente pagar esas millonadas por un futbolista que, al fin y al cabo, solo le pega patadas a una pelota. De sobras se sabe que el fútbol mueve masas, levanta pasiones y despierta controversias como ninguna otra cosa, que los miles de millones de euros que genera beneficia al sector publicitario tanto como al televisivo y al hostelero y que precisamente éstos (por obvias y justas razones) son los más interesados en que se mantenga y aumente el espectáculo balompédico, pero al mismo tiempo es injusto que los bancos se piensen tanto respaldar con créditos a familias, pymes o autónomos ahogados por esta maldita y ya longeva crisis y en cambio avalen sin pegas a los equipos de fútbol que sueltan esas millonadas aún sabiendo éstos que recuperarán la inversión con la venta de camisetas y con la explotación de los derechos de imagen de los jugadores. Es evidente que el patrimonio de los clubs no es el mismo que el de un pequeño empresario o el de una hipotecada familia trabajadora en apuros, pero éstos necesitan más apoyo y más ayuda que nadie en este país; son las pymes, autónomos y familias los que más facilidades deberían tener por parte de las entidades bancarias, porque antes que la pasión futbolera hay que atender la necesidad de pagar hipotecas, créditos, impuestos y/o proveedores, comer y afrontar los gastos de colegios o universidades. Pero, por desgracia, esto no siempre lo ve quien tiene que soltar la pasta.