ODIOS.
Drama en dos actos.
Escenario: El salón comedor de una casa.
Personajes:
Pilar, 78 años. La madre.
Paula, 58 años. La hija mayor.
Irene, 56 años. La hija mediana.
Rocío, 54 años. La hija pequeña.
La portera. 60 y algún años.
ACTO I.
[ESCENA 1].
(Se alza el telón y aparece un elegante salón comedor. El lujo y la sofisticación dan a entender que se trata de un hogar habitado por personas a las que no les faltan euros por ningún sitio. La mesa está convenientemente preparada y engalanada para cuatro comensales.
Se abre una puerta lateral del escenario y aparece Pilar, una emperifollada y guapa viuda de 78 años que se pone a repasar y retocar los elementos de la mesa. Le preocupa sobremanera que todo esté en milimétrico orden cuando lleguen las invitadas).
PILAR.- (Dirigiéndose a la foto de su difunto marido que está sobre el imponente aparador). Bueno, vida mía, ya veremos cómo sale esta comida que les he preparado a tus hijas…Me gustaría que todo saliese bien, que fuera una reunión de esas en las que no paras de tripear, chismorrear y reír… Pero me temo que sucederá lo de siempre; vendrán con cara de estreñidas crónicas, alguna se dejará la mitad de la comida porque no quiere engordar, otra se comerá hasta el aire que respira, y acabaremos como en Tómbola, sacándonos los ojos y aireando nuestros trapos sucios sin ningún rubor… Aunque, ¿sabes, vida mía? Aquí no cobramos un miserable céntimo de euro por eso... ¡Anda que no saben los famosotes estos, que viven del cuento sin dar un palo al agua! (Acaricia con arrobo la foto de su difunto marido y después se cruza de brazos). Te juro por tu memoria, amor mío, que la próxima vez que nazca me pongo unas tetas y unos morros como la Yola Berrocal y me voy a las teles a contar que me he cepillado a dos curas, tres cantantes y siete políticos… Aunque sea mentira, ¡te encumbran igual! De modo que, ¡a vivir del cuento y de la ignorancia morbosa del personal! (Torna a acariciar la foto y se dirige al sofá, tras retocar nuevamente los cubiertos y platos de la mesa). Veremos lo que tardan… Y cómo se comportan…. Porque las tres creen que vienen solas a comer conmigo…
(Se oye el timbre de la calle, y Pilar se levanta rauda a abrir. Desaparece por la puerta lateral y se queda el escenario vacío unos instantes).
[ESCENA 2].
(Se abre otra vez la puerta lateral y entra Pilar, acompañada de su hija mayor, Paula, una empaquetada dama de 58 años).
PAULA.- (Despojándose del chal y de la chaqueta de su traje y acomodándose en el sofá, mientras su madre sirve dos copas de vino blanco y le tiende una). Gracias, mamá… ¿Cómo va todo?
PILAR.- (Sentándose a su lado y mirando de reojo la mesa, satisfecha porque parece que Paula no se ha dado cuenta de que está dispuesta para cuatro personas). ¡Pse! Hija, como siempre… Con mi artrosis, mi tristeza de viuda, mi soledad…
PAULA.- (Indignada). ¡Mamá! ¿Cuántas veces te he dicho que si estás sola es porque te da la gana? ¿Cuántas veces te he pedido que te vengas a vivir a mi casa y me has dicho que no?
PILAR.- (Armándose de valor). ¿Con lo cabrito que es tu marido, que sabe que me marea el fútbol y por narices hay que ver todo el que echan a todas horas por las teles?
PAULA.- (Dolida). ¡Mamá!
PILAR.- (Sin prestarle atención). ¿A tu casa me voy a ir? ¿A soportar a tu marido, ese desgraciado al que le da asco todo viejo que no sea su mamá? ¿Para eso quieres que me vaya a tu casa? ¿Para sentirme como una extraña que tiene que medir cada palabra que pronuncia y cada paso que da para no provocar las iras de tu maridito?
PAULA.- (Descompuesta e impotente porque sabe que su madre le está diciendo la pura verdad). Vale, mamá, vamos a cambiar de tema…
PILAR.- ¿Qué pasa? ¿No te gusta que te canten las verdades en tu cara, verdad?
PAULA.- (Levantándose, histérica, poniendo sus manos en la espalda y conteniéndose para no hacer callar a su madre con un par de bofetadas). Mamá, por la memoria de papá te lo pido, tengamos la fiesta en paz, ¿vale? Cambiemos de tema y hablemos de cosas más divertidas, anda, que hoy es tu cumpleaños y he venido a comer contigo… (Se agacha, abraza a su progenitora y se sienta de nuevo a su lado, percatándose con incómoda sorpresa de que la mesa está dispuesta para cuatro comensales. Por el momento opta por callarse y ver hasta dónde llega la anciana).
PILAR.- (Irónica). ¿Y de qué quieres que hablemos? ¿Del tiempo?
PAULA.- (Sonriendo, satisfecha porque su madre le ha puesto a huevo lo que va a decir a continuación). Sí. Se está alejando ya el invierno sombrío, oscuro y frío; pronto llegará la primavera alegre, llena de vida… Todo es más hermoso en la primavera, y el calor empieza a notarse cuando la primavera llega…
PILAR.- (Aparte). ¡Pues no será este año! Tengo más frío que el interior de un congelador…
PAULA.- La primavera es mi estación del año favorita. El cielo es azul, las nubes son blancas, el sol es amarillo… El aire sopla cálido…
PILAR.- (Aparte). ¡Pobre hija mía! Cree que tiene talento literario y es más mala que una indigestión de butifarras…
PAULA.- Ya no tenemos la sensación de que todo es tedioso, ahora estamos alegres y contentos todos, porque el veintiuno de marzo vendrá la primavera y arrasará…
PILAR.- (Aparte). Lástima no te arrasara a ti un ataque de mudez cuando te da por recitar tus espantosos poemas…
PAULA.- ¡Qué hermosa eres, linda primavera! ¡No te vayas nunca! Las olas del mar ya no rompen en la arena con tanta fuerza…
PILAR.- (Harta, aparte). Yo sí que te voy a romper la cara con fuerza como no te calles de una vez… ¡Eres más cargante que media hora de debate entre el Padre Apeles y Aramis Fuster o el Conde Lecquio y Aída! (A Paula). ¿Puedes dejar la poesía para otro momento, cariño?
PAULA.- (Visiblemente ofendida). ¿Qué pasa mamá? ¿No te gustan mis poemas?
PILAR.- (Aparte). ¡Ostras! ¡Con lo malos que son!
PAULA.- (Rabiosa). ¡Mamá! ¿Qué pasa? No te gustan, ¿verdad?
PILAR.- (Rodeando los hombros de Paula con uno de sus brazos). Claro que me gustan, cariño… Lo que pasa es que hoy me duele un poco la cabeza y no estoy muy centrada para escuchar unos poemas tan profundos. (Aparte). A veces no viene mal sacar la vena hipócrita…
PAULA.- (Exasperada, zafándose de su madre y levantándose airadamente del sofá). ¡¡Desde luego mamá!! ¡¡Está claro que la verdad sólo la dicen los niños y los borrachos!!
PILAR.- (Fingiéndose súper ofendida). ¿Por qué me dices eso, hija?
PAULA.- (Gritando) ¿Qué por qué te digo eso? ¿Cómo puedes ser tan procaz?
PILAR.- ¿Tan qué?
PAULA.- (Cada vez más nerviosa). Tan procaz… Tan falsa… ¡Cómprate un diccionario y verás cómo aprendes! Te digo procaz porque te lo mereces, porque no te gustan mis poemas y te inventas un dolor de…
PILAR.- (Interrumpiendo enfadada a su hija porque sabe que tiene razón). ¡¡Paula!!
PAULA.- (Pasando olímpicamente). Te inventas un dolor de cabeza para no escucharme, y tienes la mesa dispuesta para cuatro… ¿Quién más viene? Porque estoy empezando a olerme que no soy la única que va a comer contigo…
PILAR.- (Tratando aún de engañar a su hija). Nadie… Lo he preparado así para que no nos falte de nada…
PAULA.- (Exasperada). ¡¡Y los burros vuelan y los perros hablan y yo me chupo el dedo!! ¡Pero mamá! ¿Qué te has creído?
PILAR.- (Encogiéndose de hombros, derrotada). Nada, hija. Yo ya…
PAULA.- (Con los brazos en jarras, interrumpiéndola). Ya has sido descubierta, intrigante… A saber lo que estarás tramando…
PILAR.- (Dolida). ¿Intrigante yo?
PAULA.- ¡Sí! ¡Tú!
PILAR.- (Levantándose del sofá y mirando a su hija frente a frente con altivez y pena a la vez). ¿Intrigante yo? ¿Intrigante por querer celebrar mi cumpleaños contigo?
PAULA.- (A voz en grito). ¡Mamá, deja ya de marear la perdiz y no me des gato por liebre, me cago en tu estampa! ¿Qué demonios está pasando aquí? No sé por qué, pero me da en la nariz que hay gato encerrado...
PILAR.- (Riéndose muy a su pesar, pues está muy nerviosa). De demasiados gatos estás hablando, ¿no? Además (Con socarronería, muy consciente de lo que va a añadir): La única gata que hay encerrada es la Laly, y está en mi dormitorio…
PAULA.- (Cayéndose de culo en el sofá con una descomunal mueca de espanto, pues acaba de percatarse del sentido de la frase de su madre). ¡Ajá! ¡Ahora lo entiendo todo! ¡Lagarta!
PILAR.- (Sentándose a su lado y mirándola con una expresión a medias divertida, a medias preocupada). ¿Hoy te ha dado por los animales, cariño?
PAULA.- (Enrabietada, sin hacer caso de la última frase de su madre). ¡Zorra!
PILAR.- (Aparte, irónica). ¡Eso quisiera yo, ser una zorra! Desde que se me murió el Arturo no me he comido más roscas que las que venden en la panadería de la Ramona…
PAULA.- (Con cara de estar atando cabos). ¡Menuda zorra estás hecha, mamá! La única razón por la que puedo sospechar que has encerrado a esa espantosa Laly es porque no soy la única que va a comer hoy contigo… Estamos esperando a dos personas que, por muy diferentes motivos, no soportan a ese animalucho egoísta, pijo y consentido… ¿Me equivoco, mami?
PILAR.- (Nerviosa a más no poder, no sabe si por los ataques que Paula está lanzando contra su gata o porque está a punto de descubrirse su secreta estratagema). Cómo se nota que te pasas el día leyendo y escribiendo… Menuda verborrea la tuya, ¿eh?
PAULA.- (Sin hacerle caso). Una de estas personas es alérgica al pelo de gato, ¿verdad? (Ante la mirada de asentimiento de su madre, prosigue con su deducción). Y la otra persona no soporta que ningún bicho viviente merodee por sus trajes, sus zapatos y sus medias… ¿Voy muy desencaminada? A mí me parece que no…
PILAR.- (Tratando de relajar el ambiente, ahora que observa cómo la tensión se va apoderando de los gestos de Paula una vez está llegando al meollo del asunto). Hija de mis amores, ¿por qué no te apuntas a trabajar en la serie esa de El Comisario? Jolin, ¡¡qué sagacidad!!
PAULA.- (Más que harta ya del escurridizo juego de su progenitora). ¡Vale, yo tendré una perspicacia que quita el sentío, como dicen en Andalucía!
PILAR.- (Aparte). La tierra de mi queridísimo yerno… ¿Por qué no se quedó allí con los caballos y las papas fritas? ¡Qué ocurrencia, venir a veranear a San Juan al mismo tiempo que nosotros! Mi Arturo y yo poníamos un circo y nos crecían los enanos, hay que fastidiarse…
PAULA.- Pero tú tienes más morro que Mick Jagger…
PILAR.- (Interrumpiéndola airadamente). ¿Yo? ¿Por qué?
PAULA.- (Sorbiendo un poco de vino de su copa y dejándola con furia sobre la mesa de centro que hay delante de los sofás). ¿Cómo que por qué? ¿Cuándo pensabas decirme que también has invitado a Irene y a Rocío a esta comida?
PILAR.- (Aparte). Sólo le falta la pipa para parecerse a Margarita Landi… ¡Menuda clarividencia!
PAULA.- (Irritada). ¡Mamá! ¡No te me vayas por los Cerros de Úbeda!
PILAR.- (Aparte, haciendo dos butifarras o cortes de manga). ¡Yo no me voy de aquí! ¡Con lo interesante que se está poniendo esto!
PAULA.- (Cada vez más irritada). ¿Cuándo pensabas decírmelo, bruja?
PILAR.- (Dando un sorbo a su copa y respirando hondamente). No, Paula, no soy bruja. Soy madre.
PAULA.- (Levantándose como movida por un resorte y aplaudiendo con cara de rabia a su progenitora). ¡¡Bravo!! ¡¡Qué magistral interpretación te acabas de sacar de la chistera!!
PILAR.- (Con cara de tristeza, indicando con un gesto a Paula que se siente de nuevo a su lado). No, Paula, no es una interpretación. Cómo se nota que no eres madre… Si lo fueras…
PAULA.- (Indignada). Mamá, ¿Por qué eres tan cruel? ¿Por qué te gusta tanto hurgar en mis heridas? Sabes de sobra que, si hubiese podido, habría sido madre… (Vuelve a sentarse al lado de su progenitora y añade con evidente pesadumbre): Ésa es la guinda que le falta al pastel de mi matrimonio…
PILAR.- (Aparte). ¡No fastidies! ¿Otro canalla como su padre? ¡Menudo desperdicio para la humanidad! (A su hija). Muy bien, Paula… Las cosas claras, y el chocolate espeso…
PAULA.- (Con furiosa ironía). ¿Hay también buñuelos de crema? Te lo digo porque a mi querida hermanita Irene la pierden. No me extraña que le digan tragacomidas… ¡Qué asco!
PILAR.- (Haciendo caso omiso de los feroces comentarios de Paula). Sí. Lo admito. Os he invitado a comer a las tres. Puede que haya sido una metedura de pata por mi parte, sabiendo cómo nos llevamos y sabiendo también lo que ha pasado últimamente entre Irene y Rocío… Pero soy consciente de que la cuerda de mi reloj se va parando lentamente, de que ya no me va quedando margen para decir eso de ¡a vivir que son dos días! Quiero celebrar mi cumpleaños con tres personas que sois sangre de mi sangre. Quiero celebrar mi cumpleaños con mis hijas.
PAULA.- (Más calmada, con voz sorprendida). ¿Con Irene también?
PILAR.- (Poniéndose nerviosa y apurando el vino de su copa para disimularlo). Sí. Con ella también. Es mi hija, pese a todo… Al fin y al cabo, tampoco tuvo culpa de lo que pasó…
PAULA.- (Extrañada). Si tú lo dices...
(El timbre de la puerta suena estrepitosamente, ofreciendo a Pilar la excusa perfecta para cortar una conversación que se estaba yendo por unos derroteros incómodos para Paula y para ella. Tras acariciar amorosamente las mejillas de su primogénita, se levanta y sale por la puerta lateral para ir a abr Paula apura el vino de su copa y la deposita sobre la mesa, mientras canturrea por lo bajinis esperando acontecimientos).
[ESCENA 3].
(De nuevo se abre la puerta lateral del escenario y aparece Pilar, ahora acompañada por Irene, una simpática y rellenita mujer de 56 años que viste un traje pantalón con un precioso jersey de cuello cisne y unos elegantes zapatos de tacón).
IRENE.- (Alegrándose sinceramente de ver a su hermana mayor). ¡Paula! ¡Qué sorpresa, cariño! (Abraza efusivamente a Paula sin percatarse de la mueca de repulsión de ésta). ¿Qué me cuentas, bombón?
PAULA.- Nada, hija mía… Aquí estamos…
IRENE.- (A su madre). Siento haberme retrasado, mamá, pero es que cuando venía para acá una vecina me ha llamado a grito pelado, porque a su marido se le quemaban los huevos…
PILAR.- (Sin contener la risa, como sus hijas). ¿Y qué es lo que ha hecho? ¿Los ha puesto en un cazo a hervir y se le ha olvidado sacarlo del fuego? ¡Habrá liado una buena humareda!
IRENE.- ¡Que va! Resulta que el hombre estaba en la cocina calentándose un vaso de leche, se ha resbalado, ha caído y se ha ido a dar con la estufa eléctrica en la entrepierna…
(Las tres se ríen de buena gana).
PAULA.- ¿Y por qué te ha llamado su mujer? ¿Para invitarte a unos huevecillos escaldados?
(Las tres se ríen de buena gana otra vez).
IRENE.- ¡Nooooooooooooooooo! Jajajajaja, lo que pasa es que se ha hecho daño en un tobillo…
PILAR.- ¡Ya creía yo que se había lisiado otra cosa!
IRENE.- (Riéndose). Se ha hecho daño en un tobillo y su mujer no podía levantarlo sola, del ataque de risa que le ha dado al verlo en semejante posturita...
PAULA.- No me extraña, hermanita, no me extraña…
PILAR.- Igual su mujer agradecería que se le hubiese quemado una temporada la entrepierna…
PAULA.- O igual no… Depende de cómo les vaya en la intimidad…
PILAR.- ¿Ves? En eso tienes razón…
IRENE.- (A Paula, percatándose repentina y mentalmente de que está en casa de su madre por el mismo motivo que ella). ¡Qué coincidencia, Paula, vernos aquí hoy! ¡Qué casualidad!
PAULA.- (Intencionadamente). No, Irene; no es casualidad… Lo que pasa es que vamos a celebrar el cumple de mamá…
IRENE.- (Despojándose de su chaqueta y dejándola en un lado del sofá junto con su bolso, oliéndose la tostada). ¿Viene también Rocío? Si es así, me voy inmediatamente… ¡Mamá, sabes de sobra que no quiero ni el olor del zorrón de mi hermana! ¡Mamá, esto es una encerrona! ¡Mamá, yo me largo!
(Hace ademán de coger sus cosas y largarse, pero Paula la sujeta por los brazos y se lo impide).
PAULA.- (Sentando a su hermana de un empujón en el sofá, e instando a su madre a imitarla. Progenitora y primogénita se sientan a ambos lados de Irene y se miran, no se sabe muy bien si con ira o con cierta complicidad). De aquí no se va ni Dios, ¿de acuerdo? ¿No podemos celebrar el cumple de mamá con un poco de educación? ¿Tanto nos cuesta complacer a una anciana que es nuestra madre, que nos ha dado todo, que está en los últimos años de su vida?
PILAR.- (Aparte). Paula está resultando más hipócritamente categórica que un político en campaña… ¡Quien lo hubiera dicho hace un rato!
IRENE.- (Tan nerviosa como irritada). Si yo por mamá hago lo que sea… ¡Lo que sea! Pero no me pidáis que aguante a esa tía pendón desorejado que es mi hermana… No me pidáis eso, os lo ruego en el nombre de…
PAULA.- (Interrumpiéndola, con intención). Intuyo una cosa, ¿sabes?
PILAR.- (Interrumpiendo a su vez a Paula, temerosa). ¿Qué intuyes, cariño?
IRENE.- (Con cierto recochineo). Aquí todas estamos intuyendo algo, hermanita…
PAULA.- Lo que yo intuyo es que aún no has visto a Rocío, y que tienes ganas de soltarle en su cara todo lo que llevas años callándote, por más que tu primer instinto sea no querer verla ni en pintura… Lo que entiendo y comprendo… A mí me habría pasado lo mismo.
IRENE.- (Cruzando las piernas con elegancia y los brazos con furiosa parsimonia). Debo admitir que estás en lo cierto… ¡Daría algo por decirle a la cara todo lo que llevo años sufriendo en silencio!
PILAR.- (Aparte). ¡Anda! ¡Como las almorranas!
PAULA.- (A Irene). Aprovecha la ocasión y díselo… No te lo guardes más tiempo para ti sola; no te hace ningún bien, al contrario, te está corroyendo el odio, te atenaza el rencor, te domina la rabia… No vas a sacar nada, porque esperar algo de Rocío es como pedir limones a un alcornoque, pero al menos te vas a desahogar. Y te puedes dar el gustazo de decirle en su cara lo repugnante que es…
PILAR.- (Interrumpiéndola, con furia). ¡Paula te estás pasando! ¡Paula no te lo consiento! Deja de insultar a tu hermana, ¡ya!
PAULA.- (Sin inmutarse). Sabes que no estoy mintiendo, mamá… Rocío es una…
PILAR.- (Interrumpiéndola, con más furia). ¡Paula! Ya sé cómo es Rocío… ¡No me lo digas más veces!
IRENE.- (Con acidez). ¿Para qué nos has invitado a comer, entonces? Atente ahora a las consecuencias… Sabías que esto iba a pasar…
PAULA.- Por una vez, solo por una vez, estoy de acuerdo con Irene… Rocío no tenía ningún derecho a hacer lo que hizo. Se comportó con Irene como una marrana…
PILAR.- (Indignada a más no poder). ¡Paula, por Dios, no insultes a tu hermana!
PAULA.- (Con pedantería). Según el diccionario VOX de la Lengua Española, la palabra marrano tiene cuatro acepciones. Voy a enumerarlas para que comprendas, mamá, lo que estoy diciendo… La primera, cerdo. La segunda, converso que judaizaba ocultamente. La tercera, hombre sucio y desaseado. Y la cuarta, el que se porta mal. Y yo me refería a ésta última. Lo que pasa es que sigue habiendo personal que se molesta o se escandaliza ante el uso de términos que no son políticamente correctos.
PILAR.- Me importa un bledo si es correcto o incorrecto… ¡¡Lo que no consiento es que insultes a tu hermana en mi presencia!!
IRENE.- (Con furiosa calma). Te lo he advertido, mamá, atente a las consecuencias de tu iniciativa cumpleañera… Paula no está diciendo nada que no sea cierto… Y lo sabes…
PILAR.- (Gritando). ¡Y vuelta, perico, al torno! Ya lo sé, es verdad lo que decís, pero no me gusta oíroslo decir… ¡¡No me gusta!! ¡¡Es lo que es, pero es mi hija!!
PAULA.- (Pedante). Estamos todos de acuerdo en que una palabra bonita queda mejor que otra un poquito subida de tono en determinados momentos y lugares, pero tampoco es un crimen hacer uso de esas palabras porque el diccionario nos puede ayudar a demostrar su significado. Llamar marrano a alguien, con justificación, y no utilizando la primera acepción, no es un insulto. Es decirle la verdad a la cara, y eso ofende.
PILAR.- Ofende y duele… Al menos a mí como madre.
IRENE.- Que no hubiera actuado de la forma en que lo hizo…
PAULA.- (Interrumpiéndola). Y de la forma en que lo ha hecho. Es que no hay por donde cogerla…
PILAR.- Si sé que tenéis razón, pero es mi hija…
IRENE.- (Gritando). O sea, mamá, ¿tú eres de las que piensan que los delincuentes tienen más derechos que las víctimas?
PILAR.- (Gritando, movida por la desesperación y por el dolor). ¡¡Rocío no es ninguna delincuente por hacer lo que ha hecho!! ¡¡No lo es!! ¡No lo es, ¿te enteras?!
PAULA.- Mamá, lo que Irene te ha dicho no es más que una metáfora…
PILAR.- (Gritando, cada vez más alterada). ¡¡Para metáforas estoy yo!! ¡¡Me tienes harta con tanta palabra técnica!! ¡¡Para eso estoy!! Irene me ha insinuado que apoyo a Rocío, que es la que ha hecho lo que ha hecho, antes que a ella, que ha padecido en sus carnes lo que Rocío ha hecho…
PAULA.- (Irónica). Mamá, vaya juego de palabras te acabas de sacar de la manga…
PILAR.- Para que veas que no soy una vieja tonta.
IRENE.- Y no he dicho ninguna mentira, mamá. Tú, secretamente, apoyas a tu hija Rocío, pero no eres capaz de disimularlo ni tanto así (hace el gesto con la mano zurda). Apoyas a la zorra, a la mala, a la fulana…
PILAR.- (Gritando, cada vez más alterada). ¡¡Irene cállate!!
IRENE.- (Sin hacerle caso). La apoyas a ella porque nunca me has querido. No sé por qué, pero parece que me odies. Es como si hubiera cometido algún delito inconscientemente y me lo estés haciendo pagar con creces. Apoyas a Rocío porque te complace secretamente que me hagan daño, que me amarguen, que me joroben la existencia…
PILAR.- (Levantándose del sofá, como si se hubiera clavado una aguja en el trasero, y poniéndose de espaldas a sus hijas frente a los espectadores). ¡¡Irene!! ¡¡Cállate!! (Se tapa alternativamente las orejas y la cara con las manos). ¡¡Cállate!! ¡¡Cállate!!
IRENE.- (Levantándose del sofá, se acerca a su madre y la coge del codo izquierdo, girándola hacia ella y obligándola a mirarla a los ojos). ¿Estoy diciendo alguna cosa que no sea cierta? ¿Por qué quieres que me hagan daño? ¿Qué delito he cometido para que me odies? ¿Qué he dicho en algún momento de mi vida que te haya molestado tanto? ¿Qué he hecho? ¡¡Dímelo!! (Zarandea a su progenitora con lágrimas en los ojos). ¿Qué he hecho?
PILAR.- (Zafándose de su hija y abrazándola acto seguido). ¿Por qué dices que te odio? ¿Cómo iba a querer que te hagan daño? ¿De qué estás hablando?
IRENE.- (Soltando a su madre y paseando por delante de los espectadores con los brazos en jarras). Eso me gustaría a mí saber, eso. Se nota, se siente, tu odio está presente…
PILAR.- (Agarrándola por una manga cuando pasa junto a ella). ¡¡Déjalo ya!! ¡¡Déjalo ya!! (Sin demasiada convicción, agrega lo siguiente): ¿Cómo voy a odiar a una hija mía?
PAULA.- (Que ha asistido impertérrita al brusco diálogo de su madre y su hermana, aparte). Desde luego, está claro que mi madre sirve menos para política que yo para monja...
(El timbre de la puerta las pone tensas a las tres, sabedoras de quien es la persona que lo ha tocado. Pilar acude a abrir, desapareciendo momentáneamente del escenario. Paula se pone de pie y se pasea por donde lo ha hecho Irene antes. Ésta se sienta en una punta del sofá grande y se muerde el labio, temiendo no poder contenerse cuando vea a Rocío).
[ESCENA 4].
(Entra Rocío al escenario, seguida por una temblorosa Pilar. Se despoja del impresionante abrigo de pieles que lleva, y muestra una preciosa falda asimétrica de color morado y un suéter de lana rojo pasión con un pronunciado escote de pico, amén de las lujosas sandalias y el llamativo juego de pendientes y gargantilla que luce. Mira a Irene como quien contempla a un bicho repugnante y se dirige a Paula, con quien se funde en un breve abrazo con simulada efusión. Se sienta junto a su madre en el sofá pequeño, mientras Paula se coloca junto a Irene en el grande. La tensión se respira en el ambiente, es tan densa que podría cortarse con un cuchillo. Ninguna de las cuatro quiere ser la primera en hablar. Irene y Rocío se miran de reojo, como dos leones machos que se disputan una hembra. Paula contempla a sus hermanas con cierto morbo curioso. Pilar está contenta por ver a sus tres hijas juntas, temerosa del desenlace que pueda tener su iniciativa y dudando mentalmente si ha hecho bien en organizar esta reunión).
ROCÍO.- (A su madre). Mamá, luego te traerán tu regalo de cumpleaños… Es una cosa que tenía encargada hace tiempo…
PILAR.- (A Rocío). ¡¡Para qué te molestas, cariño!! Para mí es suficiente con que hayas venido a esta comida…
ROCÍO.- (A su madre, con intención). Lo hago por ti, porque no es mi costumbre ir a sitios que huelen peor que un pedo de camionero… (Mirando maquiavélicamente a Irene).
IRENE.- (A Paula, con intención). ¿A cuantos camioneros se habrá tirado ya cierta zorra para saber cómo huelen sus pedos?
PAULA.- (A Irene, no sin bastante sorna). Empezaremos por estar de acuerdo, hermanita, en que los pedos, sean de quien sean, no huelen precisamente a Carolina Herrera For Men… (Contagiándose de la risita burlona de Irene, añade): En cuanto a lo otro… No lo sé… Deben haber sido unos cuantos, porque…
PILAR.- (Indignada). ¡¡No empecéis!! ¡Por favor! Parecéis niñas celosas lanzándose pullas las unas a las otras…
ROCÍO.- (Cambiando de tema, incómoda, a su madre). Mamá, he llegado un poco tarde, lo siento…
PILAR.- (A Rocío). No te preocupes, hija mía. No pasa nada… Tampoco hay porqué ir con la lengua fuera… La cuestión no es llegar, sino quedarse…
IRENE.- (Mirando de reojo a Rocío, a su madre). Mamá, hay ciertas personas que usan su lengua para lamer a los hombres y luego dejarlos tirados como si fueran un kleneex…
PAULA.- (Aparte). En el fondo, está diciendo la verdad.
PILAR.- (A Irene, haciendo ademán de levantarse para abofetearla, lo que Rocío le impide sentándola de un brusco empellón). ¡¡Desde luego, Irene!! ¿Te puedes creer que empiezo a darme cuenta de que he metido la gamba invitándoos a las tres a comer conmigo? ¿No podéis dejar vuestras rencillas en vuestras casas por un día? ¿Tanto os cuesta? Como sigáis así, éste va a ser mi último cumpleaños… (Saca un pañuelo de uno de sus bolsillos y se suena, tan discreta como afectadamente).
PAULA.- (Aparte, a Pilar). Mis advertencias no eran vanas, mamá…
PILAR.- (Aparte, a Paula), Ya lo sé, hija mía, ya lo sé…
ROCÍO.- (Dirigiendo una sibilina mirada a Irene y hablándoles a su madre y a su hermana Paula). He llegado tarde porque me ha pillado un atasco en la puerta de mi casa…
PAULA.- ¿Por qué la primera excusa que a todos se nos ocurre cuando llegamos tarde a un sitio es la del atolladero de tráfico?
IRENE.- (A Paula, señalando a Rocío con el dedo pulgar derecho). ¡¡Me gustaría saber qué es lo que ha hecho ésta para provocar un atasco en medio de la calle!!
PAULA.- (Aparte, a Irene). Se habrá quitado ese abrigo que lleva para subirse al coche, se le habrá levantado la falda con este aire que hace hoy y habrán visto todos los transeúntes el color de sus bragas…
IRENE.- (Aparte, a Paula). Si es que lleva…
PAULA.- (Aparte, a Irene). Um, pues también dices algo, hermanita…
ROCÍO.- (A Pilar y Paula). Es que vengo de Alicante, de la presentación del libro de Pérez Reverte… Y he ido a casa a dejar el ejemplar firmado, no fuera a estropeármelo la asquerosa de la gata…
PAULA.- (Aparte, con envidia). La gata no creo que lo hubiese estropeado, ¡¡pero yo se lo habría chorizado!!
ROCÍO.- (A Paula). Me encanta lo que ha dicho sobre su última novela…
PAULA.- (A Rocío). ¿Lo de que es una pena vergonzosa que desconozcamos nuestra propia Historia?
ROCÍO.- (A Paula). Eso…
PAULA.- (A Rocío). Estoy de acuerdo con él en que si conociéramos lo que pasó ayer nos serviría para no repetirlo hoy.
IRENE.- (A Paula). Exacto. ¡Qué verdad más cierta!
ROCÍO.- (A Paula). Conocer el pasado nos evitaría más de cuatro disgustos. Por ejemplo, lo de España en Irak ha sido, en mala comparación, lo que fue Trafalgar. Un fiasco.
PAULA.- (A Rocío). La verdad es que tanto una cosa como la otra son de vergüenza ajena. Está claro que, gobiernen unos o gobiernen otros…
PILAR.- (Interrumpiendo a Paula). Los tontos siempre nosotros.
ROCÍO.- (Asintiendo, a su madre). Los del pueblo.
PAULA.- (Asintiendo, a su vez, y sin dirigirse a ninguna en concreto). Aunque también es verdad que esta vez no han podido manipular a la gente, porque todos sabíamos lo que estaba pasando y que eso no tenía justificación alguna.
IRENE.- Ya, pero aún así ha habido soldados españoles pringando en un conflicto que no era legal.
PAULA.- Ya. Eso es lo que pasa.
ROCÍO.- (Mirando a Irene con altanería). Al fin y al cabo, ahora son soldados profesionales y saben donde se meten, ¡pero a los pobres de Trafalgar que los reclutaron en las tabernas y hubo viudas que cobraron las pagas miserables con meses o años de retraso! ¡¡A eso no hay derecho!!
IRENE.- (Calmosa, pero masticando las palabras). Ya lo sé. Pero, aún así, no me parece justo.
PAULA.- Ni una cosa ni la otra lo son…
(Durante unos instantes, las cuatro se callan. Se han quedado sin tema de conversación, se palpa su nerviosa incomodidad, no saben cómo poner ya los traseros en los sofás y no paran de mirar al techo y al suelo. De fondo, los maullidos de la gata son cada vez más lastimeros).
PAULA.- (Aparte, a Rocío). Esa maldita gata da más guerra que un crío impertinente.
ROCÍO.- (Aparte, a Paula). Si, da más quehacer que el culo de un mortero en un bancal. ¡¡Es que no la aguanto!! ¡¡La soporto menos que a esa!! (Señala a Irene con un despectivo movimiento de cabeza).
PAULA.- (Aparte, a Rocío). No es por nada, pero ella tiene más motivos que tú para no soportarte…
ROCÍO.- (Aparte, a Paula, indignada, masticando las frases). ¿Qué? ¿Cómo que tiene más motivos que yo? ¡¡Ésta sí que es buena!! ¿Y lo que sabemos de ella? ¿No me irás a decir que tiene más disculpa que lo mío?
PAULA.- (Aparte, a Rocío, escandalizada). ¡¡No!!
ROCÍO.- (Aparte, a Paula, sonriéndole con porte felino). ¿Lo ves? Tú misma vienes a camino…
IRENE.- (Por decir algo). Bueno, ya estamos todas… ¡Qué alegría!
ROCÍO.- (Con desprecio). Mamá, ya puedes ir sirviendo la comida, que ésta (señala a Irene) no puede esperar más…
PAULA.- (Agradeciéndole con un gesto corporal a su madre la copa de vino blanco que, como a todas, le tiende). Pan con vino no emborracha, pero alegra a la muchacha… Así que, a beber me atrevo, porque a nadie debo y de lo mío bebo… (Sorbe un trago de vino con irónica elegancia).
ROCÍO.- (A Paula, con irritación). Qué refranera estás hoy, hermanita…
PAULA.- (A Rocío, sin darse por aludida). Me encantan los refranes.
PILAR.- (Burlona). Y a mí también, hijas mías... Más refranes hay que panes, y cuando no tengo pan pido consuelo a un refrán…
ROCÍO.- (Con bastante mala leche e intención de ofender). Pues ya me gustaría saber a mí qué hace Irene cuando no tiene pan, porque nadie sacia su apetito sólo con huevo frito…
PAULA.- (Aparte, irónica). ¡Anda! ¡Otra que se apunta a los refranes!
IRENE.- (Bastante alterada, pero conteniendo la explosión de ira que amenaza con desbordarla). ¿Estás insinuando que padezco gula, pedazo de fulana?
PILAR.- (Gritando, al tiempo que se cubre la cara con las manos). ¡Ya basta! ¡Por favor! ¡Ya basta! ¡Ya basta!
IRENE.- (Con furiosa calma y haciendo caso omiso de la desgarrada petición de su madre). Rocío de las bragas, si no quieres que te las digan no las hagas…
PAULA.- (Aparte, irónica). ¡Aquí se apuntan todas a los refranes!
ROCÍO.- (Con más desprecio, todavía, a Irene). Quien se pica, ajos come, cariño… Ahora, que tú, en tal de comer… Pero ten cuidado, porque la gula y la concuspinencia matan más que la abstinencia…
IRENE.- (Haciendo ademán de levantarse a abofetearla, lo que Paula le impide). Pues tú, en tal de tirarte a un tío, te tiras hasta a un cura…
PAULA.- (Aparte). La verdad es que hay curas que vale más que no lo fueran… ¡Con la escasez de hombres que hay! ¡Qué lástima, señor! Madre mía… Esto se está poniendo más interesante que el desenlace de un culebrón bananero…
(TELÓN).
ACTO II.
[ESCENA 1].
(Se levanta el telón y están las cuatro mujeres en los sofás, tomando café tras haber degustado una comida cuyos restos aún pueden verse en la mesa del comedor. El ambiente es tenso, aunque todas tratan de simular lo contrario por complacer a su madre. Se miran con odio encubierto, con recelo apenas oculto tras una capa de educada indiferencia, con ira silenciosa y con un desprecio que todas saben que no tardará mucho más en salir a la superficie).
ROCÍO.- (A su madre, con sorna). Gracias por la comida, mamá… Estaba todo buenísimo…
PILAR.- (Calmosamente furiosa por el cinismo de Rocío, masticando las palabras). ¿Cómo dices eso, hija mía, si apenas has probado nada?
ROCÍO.- (Con evidente mala intención). No te preocupes, mamá, otras han comido por ella y por mí…
IRENE.- (Dándose por aludida). Pues esa otra igual prefiere ser una foca cariñosa antes que una lagartija repelente…
ROCÍO.- (Sonriendo maquiavélicamente). Pues las focas huelen mal, llevan más bigotes que Dalí y no se pueden mover más que arrastrándose por el suelo o por el agua…
PAULA.- (Con cara de estar pasándolo bomba). Ni me gustan las focas ni me gustan las lagartijas… A mí es que los bichos, como que no…
PILAR.- (Descargando un violento y sonoro puñetazo en la mesa de centro, tras casi estampar encima de la misma su platito y su taza de café, harta de las pullas que se están lanzando Irene y Rocío). ¡¡Ya basta!! ¡¡Ya basta!! ¡¡Os lo pido por favor!! ¿Tanto os cuesta respetaros, aunque sólo sea en mi presencia?
IRENE.- (Quemada, dolida, sorprendida). O sea, mamá, que ésta (señala a Rocío con un despectivo gesto con la cabeza) y yo nos podemos matar tranquilamente... Mientras no lo hagamos en tu presencia…
PILAR.- (Gritando, como movida por un resorte). ¡¡Bien sabes que no es eso lo que quiero decir!! ¡¡Tú tomas las cosas como te conviene!!
ROCÍO.- (Burlonamente fría). Vaya, en eso estoy de acuerdo contigo, mamá…
IRENE.- (Sin hacerles caso, llorando, con la mirada perdida). Ya sé que preferís que la que la palme sea yo, en caso de pelea…
PAULA.- (Socarrona, pareciendo disfrutar con la escena). Queridas, ¡aquí la única que tiene que palmar es la gata! Lo cual dudo que haga, ¡¡como tiene siete vidas!!
PILAR.- (Llorando, tapándose la cara con las manos a intervalos conforme habla). ¿Qué perra le ha entrado a Irene con que la odio? ¿Cómo voy a odiar a una hija mía? ¿Cómo voy a odiar a una hija mía? ¿Cómo voy a odiar a una hija mía? ¿Es que nadie me entiende?
PAULA.- (Aparte, a su madre). Yo sí te entiendo, mamá…
PILAR.- (Aparte, a Paula, acariciándole la mano derecha con la suya izquierda). Gracias, hija.
PAULA.- (Con una sonrisa maquiavélica, aparte, a su madre). Entiendo que la odies, mamá…
PILAR.- (Aparte, a Paula, en un indignado susurro). ¡Por el amor de Dios! ¡Cállate, Paula! ¡Cállate!
PAULA.- (Aparte, con un amago de puchero de cría consentida y repelente, a su madre). Vale, ¡viva la libertad de expresión!
IRENE.- (Sollozando, limpiándose la nariz discretamente con un kleneex que extrae elegante y temblorosa de la caja que hay en un extremo de la mesa de centro). ¡A mí me odian, y no sé por qué! Como diría Trillo…
PAULA.- (Interrumpiéndola, bastante divertida). ¡Manda huevos!
IRENE.- (Sin dejar de llorar). Eso… A mí me odiáis todas, ¡todas! ¡Todas! Y no sé por qué… Cuando aquí la única que tiene derecho a odiar soy yo…
ROCÍO.- (Alterada, indignada, asombrada). ¡Toma castaña! ¡Ésa si que es buena!
PAULA.- (Como relamiéndose y fingiendo una inoportuna carraspera). Ejem, ejem, eso digo yo…
ROCÍO.- (Aún estupefacta). Irene, así que, según tú, eres la única que tiene derecho a odiar…
IRENE.- (Empinando el cuello cuan gallo de pelea, altanera y dolida). ¡¡Sí!!
ROCÍO.- (Indignada). ¿Pero quién demonios te has creído que eres para hablar así, foca de mi…?
PILAR.- (Harta ya de tantos insultos, chillidos e improperios). ¡¡Basta!! ¡¡Por favor!! ¡¡Basta!! (Se derrumba en el sofá, sollozando desesperada). ¡¡Basta!!
ROCÍO.- (Indiferente al dolor de su madre). Tiene gracia, que ésta (señala a Irene con más repugnancia que si diera con un nido de cucarachas en el pasillo de su casa) se crea que es la única que tiene derecho a odiar…
IRENE.- (Levantándose del sofá y zarandeando a Rocío con violencia cogiéndola de los brazos y arrastrándola hasta el centro del escenario tras levantarla del asiento con ira y con cierta saña). ¡¡Aquí soy la única que tiene derecho a odiar!! ¡¡Entérate! (Zarandeándola sin soltarla, con muy mala leche). ¡¡Tengo derecho a odiar, a no perdonar, a no olvidar nunca!! ¡¡Nunca!! ¿Me oyes? ¡¡Nunca!! (Soltando a su hermana y agachándose destrozada por el llanto, hasta dejar apoyada su mano izquierda en el suelo y taparse el rostro con la derecha) ¿Cómo puedo olvidar todo el daño que me has hecho? ¿Cómo? ¿Cómo? (Se levanta con rabia, con desesperada indignación, volviendo a agarrar a Rocío ante la impotencia de su madre, a quien Paula impide levantarse del sofá con morbosa curiosidad por la violenta discusión que se desarrolla delante de sus narices). ¿Cómo puedo olvidar, eh? ¿Cómo puedo estar aquí fingiendo sentimientos de cariño y fraternidad cuando tú lo único que me inspiras es asco, desprecio, repugnancia, odio? (Suelta de nuevo a Rocío y se aparta de ella unos centímetros, no haciendo nada por disimular una arcada). Me enamoré de él cuando aún era una niña, tenía dieciséis años, ¡dieciséis! (Rocío permanece impasible ante el ademán de Irene de volverla a agarrar). Estaba enamorada de él, era mi locura, mi obsesión, mi pasión, ¡¡y tú me lo arrebataste, puta!! ¡¡Puta!! Me quitaste lo único que me importaba en este mundo, (se golpea el tórax con su mano izquierda a la par que cierra la derecha en forma de puño amenazante), me quitaste la vida, me quitaste el oxígeno… ¡Te quedaste con esos ojos color miel que eran míos! ¡Míos! (Ahora con la voz quebrada y con tensa rabia que ya no se molesta en controlar). Lo has hecho un desgraciado, nunca lo has amado, nunca lo has querido, te ha importado siempre menos que a Paula las matemáticas…
PAULA.- (Aparte, con irónica expresión de asco). ¡Ostras! ¡Ya le tiene que haber importado poco!
IRENE.- (Zarandeando otra vez a Rocío, ante la impasibilidad burlona de ésta). No lo has querido, no lo has respetado, nunca has sabido entenderlo y llevar su carácter… Lo encoñaste, puta, más que puta, fue un capricho de niñata que parecía siempre una perra en celo…
PILAR.- (Llorando a lágrima viva, desesperada por lo que está oyendo e impotente porque Paula no la deja levantarse a separar a Irene y Rocío). ¡Por favor os lo pido! ¡Tened un poco de compasión humana con vuestra madre! ¡Dejadlo ya! ¡Por favor! Por favor…
IRENE.- (Soltando a Rocío y revolviéndose para encararse con su madre). ¡Ahora que me he decidido a hablar, no me callará ni Cristo que baje de los Cielos! ¡Y cállate tú, mamá! (Con evidente malicia). Te recuerdo que te podías haber evitado esto…
PAULA.- (Aparte, a su madre). Mis advertencias…
PILAR.- (Aparte, a Paula, con indignación). ¡Cállate tú también! ¡Ya sé que me lo has advertido!
PAULA.- (Aparte, con resignación burlesca). Ya sabía yo que con las cuatro aquí en amor y compañía la tranquilidad iba a durar lo que duró Marieta en Alcoy…
IRENE.- (Tornando a encararse con Rocío, con una ira que empieza a poner intranquila a la otra, aunque se esfuerza por disimularlo). Te las ingeniaste para engatusarlo, para volverlo tarumba, para encoñarlo, en cristiano. ¡Te quedaste con el único hombre que encendió la mecha del amor en mi corazón!
PAULA.- (Aparte, con un irónico suspiro, burlesco también). ¡¡Ayyyyysssssss!! ¡¡Qué frase más romántica!!
IRENE.- (Volviendo a zarandear a Rocío). Te quedaste con mi amor, importándote un eructo de campesino que fuera tu cuñado, ¡el novio de tu hermana!
PAULA.- (Aparte, haciendo una cómica muestra de repugnancia). ¡Qué asco!
IRENE.- (Dejando a Rocío y poniéndose frente a los espectadores, de espaldas a sus hermanas y su madre). Y, total, para casarte con él y amargarle la vida, que no lo has querido, que no lo has amado, que se la has pegado con ciento y la madre, que no has querido tener hijos por no perder tu cuerpo de culebra venenosa y repelente, que te ha importado una lechuga dónde y con quien estuviera tu marido… ¿Para qué te lo llevaste entonces? ¿Por qué me arrebataste lo que más amaba, eh, si él sólo era un capricho para ti? ¿Por qué me quitaste la vida? ¿Por qué eres incapaz de pensar en el dañó que haces con la consecución de tus caprichos al precio que sea? ¿Te da lo mismo quien se quede en el camino, quien sufra y quien llore, mientras tú te salgas con la tuya? Dime una cosa, (se gira hacia Rocío con los brazos en jarras) ¿cómo eres tan canalla y tan hija de pu…?
PILAR.- (Destrozada y con una mueca de dolor por lo bien agarrada que la tiene Paula para que no se mueva del sofá). ¡Basssssssssstaaaaaaaaaaa! ¡Por Dios, dejadlo ya! ¿Qué importa ya el pasado? ¡Dejadlo yaaaaaaaaaaaaaaa!
ROCÍO.- (Gritando, a su madre). ¡¡Ni por Dios ni por la Virgen, mamá!! (Calmadamente furiosa, mirando de hito en hito a su progenitora y a Irene). Si hay que sacar las cosas a la luz, se sacan, ¡y punto!
PAULA.- (Aparte, con cachondeo nervioso). Si no es por no ir… Pero ir por ir… Pues va a ser que no…
PILAR.- (Histérica ya, a Rocío, intuyendo a qué se refiere con lo de sacar cosas a la luz). ¡Ya está bien de tanta discusión, por favor! ¿Por qué no os calláis todas? Ni en el peor de los casos hubiera imaginado esto…
IRENE.- (Con ademán de golpearla, a su madre). Nadie me callará… (Bajando la voz en un arrebato de rabia, de ira, de rencor). Sé muy bien que te importa muy poco lo que me pase o lo que me digan, así que cállate tú y déjame que ajuste las cuentas con ésta (no señalaría a un lagarto con tanto desprecio como señala a Rocío) antes de irme para siempre de vuestras hipócritas vidas.
PAULA.- (Aparte, irónica). Madre mía, la Virgen de la Salud que nos coja confesadas… ¡Aquí se van a repartir más guantazos que en una peli de Jackie Chan!
IRENE.- (A su madre, gritando). ¡Lo que Rocío ha hecho con ese hombre clama al Cielo! ¡Es imperdonable! ¡¡Imperdonable!! Imperdonable… (Su tono de voz va descendiendo a medida que el llanto la atenaza). Me arrebató lo que más quería, ¡lo que más quería! (Agarra por los brazos a Rocío y la zarandea unos breves instantes, soltándola después y poniéndose cara a los espectadores con las manos cruzadas haciendo puñetas en la espalda). Aunque, mira, me pregunto una cosa… ¿Sabrás tú lo que es querer?
PAULA.- (Aparte, con coña). ¡Anda, si parece el título de una novela rosa!
ROCÍO.- (Harta, en un arrebato de furia, cogiendo a Irene del pelo y obligándola a mirarla frente a frente). ¿Quieres sacarlo todo a la luz? ¿Quieres que pongamos todas las cartas boca arriba encima de la mesa? ¿Es eso lo que quieres? ¿Es eso lo que quieres? ¿Es eso? ¡¡Dime!! ¿Es eso? (La zarandea con ciego odio, un odio que ya no se molesta en contener o disimular, pese a las capas de frialdad con las que ha tratado de cubrirse hasta ese momento).
PILAR.- (Tratando de zafarse de las garras de Paula, desesperadamente sacudida por la impotencia de no poder callar a Irene primero y a Rocío ahora, temiendo por las consecuencias que, lo sabe, pueden provocar los reproches y los insultos que sus dos hijas se están dirigiendo). ¡¡Ya no sé en el nombre de qué o de quien os lo tengo que rogar!! ¡Dejadlo ya! ¡Dejadlo yaaaaaaaaaaaa!
ROCÍO.- (Zarandeando a Irene, sin soltarle el pelo y sin hacer caso del desgarrador ruego de su madre). ¿Quieres ponerlo todo encima de la mesa, eh? ¿Es eso lo que quieres? ¡¡¡Pues lo vas a tener!!! (Le propina un violento empellón y la tira de espaldas al suelo. Se acerca a ella con los brazos en jarras, chula, desafiante, sabedora de que ahora es ella la que tiene toda la ventaja en la dura batalla dialéctica que están librando). Ahora vas a saber tú por qué nadie te traga en esta casa…
PILAR.- (Temblando, gritando, llorando y ocultando su rostro entre los brazos de Paula, derrotada ya por el terror, la vergüenza y el miedo al desenlace que esta bronca puede tener). ¡¡Rocíiiiooooooooooooooooooo!! ¡¡Noooooooooooooooooooooo!!
ROCÍO.- (A lo suyo, a Irene, agachándose a su lado y sujetándole el pelo contra el suelo). Ahora vas a saber por qué nunca te ha querido nadie en esta santa casa…
PAULA.- (Aparte, con sorna). ¡Si! ¡Sobre todo santa!
PILAR.- (Atragantándose con su propio llanto, después de un fuerte acceso de tos, que Paula corta dándole un trago de vino con la misma contundencia con la que se suele obligar a los niños a tomar un medicamento). ¡Rocío! ¡Irene! Dejadlo ya, por el amor de Dios… (No tiene ya fuerzas ni para gritar).
IRENE.- (Asustada por la violencia de su hermana). ¡¡Rocío suéltame!! ¡No tienes ningún derecho a tratarme así!
ROCÍO.- (Apretando con más saña el pelo de Irene contra el suelo, a su madre, con rabiosa calma). No, mami, no vamos a dejar esto sin terminar. Irene ha destapado la caja de los truenos y ahora no hay forma de taparla…
PAULA.- (Aparte, con cara de estar a gusto, la colega). Rayos y centellas es lo que están cayendo aquí… Será posible, ¡soy más cotilla que la vieja que le pega bien al chinchón en Aquí no hay quien viva!
ROCÍO.- (A Irene, tirándole más del pelo y observándola con loca expresión de ira). Tú has empezado esto y yo lo voy a terminar… Sabes de sobra que todo lo que comienza finaliza… Escucha con atención esta bonita e interesante historia que te voy a relatar… ¡¡Escúchala!!
(En un nuevo ataque de furia, Rocïo suelta el pelo de Irene, se incorpora y la hace levantarse agarrándola de los brazos y tirando de ella hacia sí con manifiesta cólera. Irene, temblando, acierta a coger su copa y beber el contenido de la misma, sentándose en el brazo del sofá grande, cara a los espectadores.
Rocío, tras arreglar su ropa con aires de Sissí Emperatriz, se pone a la vera zurda de su hermana, igualmente cara a los espectadores).
ROCÍO.- (Pasando del llanto desesperado de su madre, a Irene, con aires de señora ofendida). Tú mataste al niño que mamá tuvo dos años después que a mí… (Comprueba satisfecha la descomunal mueca de espanto, terror y asombro de Irene, mientras Pilar se levanta por fin tras zafarse de Paula y le propina una violenta bofetada que la tira al suelo).
IRENE.- (Zarandeando ahora a su madre, descompuesta, presa de un ataque de histeria, de pánico y de desesperación, casi sin poder articular palabra). ¿Qué está diciendo ésta? (Señala a Rocío con un gesto facial). ¿Qué está diciendo? ¿Qué niño dice? ¿Por qué me está llamando asesina? ¿Eh? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por queeeeeeeeeeeeeeeeeé?
PILAR.- (Rompiendo a llorar otra vez, con convulsiones momentáneas y violentas, mientras mira a su hija con la certeza de que ha llegado el momento de revelar un pasado que tan celosamente ha tratado de ocultar hasta ahora). Irene, tu hermana me ha traicionado… ¡¡Me ha traicionado!! Me prometió no contarte nunca…
IRENE.- (Con furia, gritando, volviendo a zarandearla). ¡¡Me importa un cuerno lo que te prometiera esa puta!! ¡¡Tengo derecho a saber qué sucedió en el pasado!! ¿Me oyes? ¡¡Tengo derecho!!
PILAR.- (A Irene, zarandeándola a su vez, tratando de callar lo que ya está dicho y sacado a la luz). ¡¡Déjalo ya!! ¿Qué más da ya un pasado que no va a volver? (Apartándose de Irene, se cubre el rostro con las manos y recrudece su llanto). ¡¡Tampoco quisiste que aquello ocurriera!! (Mira a Irene con cara de querer comprender lo que le resulta incomprensible). Eras una niña…
IRENE.- (Desquiciada por no saber qué acusación pesa sobre ella, descompuesta por los nervios, zarandea a su progenitora al tiempo que grita como una descosida). ¿Qué pasó? ¿De qué estáis hablando? ¿De qué me estáis acusando? ¿De qué me acusáis? Eh, ¿de qué? ¿De qué? ¿De qué? ¿De queeeeeeeeeeeeeeeeé?
ROCÍO.- (Empujando a Irene con ira, haciendo que caiga en el sofá patas arriba, y cogiéndola con saña del pelo para impedir que se levante). Mamá tuvo un niño dos años después que a mí… Un niño precioso. Yo no me acuerdo, pero me lo han contado… ¡Me lo han contado! (De un violento tirón, levanta a su hermana, la zarandea y la sienta en el sofá a la pura fuerza, agarrándola otra vez del pelo para que no pueda moverse). Tenía dos meses cuando lo mataste…
IRENE.- (Desesperada, tratando de levantarse para defenderse, lo que Rocío no le permite de ninguna manera). ¡¡Yo..!!
ROCÍO.- (Sin dar opción a Irene a hablar o a moverse). Estaba en el moisés, dormidito, y tú llegaste y lo cogiste, como si fuera un muñeco, con la desgracia de que tropezaste y se te cayó de las manos… (Haciendo caso omiso del desgarrado llanto de su hermana). Se te cayó y se dio con la cabecita en el canto de hierro de la mesa del comedor…
IRENE.- (Empujando violentamente a Rocío, se levanta y se planta frente a los espectadores, cayendo de rodillas y apoyando las manos y la frente en el suelo). ¡¡Fue un accidente!! ¡¡Por el amor de Dios, fue un accidente!! (Levanta el rostro y entrelaza los dedos de sus manos, como si rezara, con cara de empezar a recordar, de estar viendo flashes del pasado, de empezar a comprender de qué hablan su madre y sus hermanas y por qué le demuestran ese odio tan calladamente indisimulado). Fue un accidente… Se me cayó de las manos porque tropecé… ¡Cómo iba a querer que aquello ocurriera! ¡Sólo tenía cuatro años! Cuatro años… (El tono de su voz decrece, pero vuelve a aumentar cuando, en un acceso de rabia y desesperación, se levanta y se encara con su madre y con Rocío, poniéndose a escasos milímetros de ambas con los brazos en jarras). ¿Por qué nunca me habéis hablado de ese niño? ¿Eh? ¿Por qué tanto silencio y tanto odio? ¿Por qué? ¡¡Si era una niña!! ¿Por qué nunca me habéis contado nada? ¿Por qué? ¿Por queeeeeeeeeeeeé?
PILAR.- (Con cara de estar aliviada, ahora que todo ha salido a relucir). ¿Y para qué íbamos a amargarte la vida? El pequeño Arturo no iba a volver, pero tú tenías que vivir, hija mía… (Trata de abrazar a Irene, pero se contiene al ver que retrocede tres pasos). ¿De qué habría servido contarte algo de lo que sólo es culpable el demonio?
IRENE.- (Zarandeando a su madre, presa de la histeria). ¿Por qué tanto odio entonces? ¿Por qué me odiáis tanto si sabéis que no soy culpable de nada? ¡¡No lo entiendo!! ¡¡No lo entiendoooooooooooooooooooooo!!
ROCÍO.- (Empujando con saña a Irene, que no cae otra vez al suelo porque Paula logra sujetarla a tiempo). ¿Quieres saberlo? ¿Eh? ¿Quieres saberlo? ¡¡Pues lo vas a saber!! (Coge a Irene, sin dar tiempo a Paula a reaccionar, y la pone delante de los espectadores, zarandeándola con incontrolable tirria). ¡¡Después de aquello te convertiste en la niña mimada de papá!! ¡Y lo fuiste hasta su muerte! No había quien dijera nada de ti… (Su voz es rabiosa y clara, pero nada estridente, por ahora). Eras su favorita, la que se llevaba su atención, sus mimos, sus sonrisas… Por eso se te odia en esta casa… (Gesticula manualmente, cuan política en campaña).
PILAR.- (Soltándole una violenta bofetada, a Rocío). ¡¡Yo no la odio!! ¡¡También es mi hija!! ¡¡También es mi hija!! (Con los brazos en jarras, mira con rabia a Rocío, con desesperación a Irene y con impotencia a Paula).
ROCÍO.- (Impasible, aparta a su madre y vuelve a encararse con Irene). ¡¡Encima que eras la preferida de papá, no iba a consentir que te quedaras con un yogurcito como Daniel!! ¿Pues no ves que no?
IRENE.- (Cayendo de rodillas al suelo, destrozada). Así que tanto odio era por eso… (Llorando, se tapa la cara con las manos y se apoya así en el suelo). Por eso nadie me traga en esta casa, porque mi hermanito murió al caérseme de los brazos, y porque papá intentó confortarme, protegerme, cuidarme, de vosotras y de vuestro odio… (Se levanta en un acceso de cólera y se encara con las tres, apretando los puños en la espalda). ¡Y por eso esa puta (señala a Rocío con la mano derecha, devolviéndola acto seguido a su postura anterior) me quitó lo que más quería!
ROCÍO.- (Sonriendo felinamente, pero retrocediendo un paso). Era lo menos que te podía hacer…
IRENE.- (Agarrando a Rocío con saña por el suéter y plantándose de perfil con ella frente a los espectadores). ¿Lo menos? (La zarandea violentamente). ¡¡Es lo más!! ¡¡Lo másssssssssssssssss!!
ROCÍO.- (Con calma, fría, zafándose de Irene y dándole un fuerte empellón que no la manda al suelo de milagro). Ya lo sé, bonita… ¡Por eso lo hice!
PAULA.- (Aparte, socarrona). Las cosas claras, ¡y el chocolate bien espesito!
IRENE.- (Desquiciada, zarandea a Rocío, pero la suelta con la misma repugnancia que si fuera una cucaracha). ¡Me quitaste a Daniel por envidia y por celos! ¿Habrase visto mayor canallada? (Eleva el tono de voz hasta tal punto que parece querer competir con la máxima potencia de volumen de una radio). ¡Eres peor que una víbora! ¡¡Escarlata O’Hara se queda a la altura del betún a tu lado!!
PAULA.- (Aparte). ¿Por caprichosa o por quitanovios?
IRENE.- (A Rocío, encolerizándose aún más de ver la fría sonrisa que exhibe). Me quitaste la vida. (Se golpea el tórax con la mano derecha, con triste rabia). ¡¡Me quitaste a Daniel!! (Estalla en un fuerte llanto nervioso). ¡¡Me quitaste a Danielllllllllllllllll!! ¡¡Me lo quitasteeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!! (Más rápida que la velocidad del sonido, extrae de su bolso una pistola, y, sin dar tiempo a las tres a reaccionar, dispara a Rocío en un hombro y sale corriendo del escenario).
[ESCENA 2].
(Se han quedado las tres solas. Heladas. Estupefactas. Sobrecogidas. Impresionadas y aterradas. Paula se ha arrodillado junto a Rocío y le tapona la herida con una servilleta que previamente ha cogido de la mesa, al tiempo que llama a la Policía y al SAMU con un móvil que ha sacado de su bolsillo.
Pilar, mientras tanto, está sentada en el sofá de cara a los espectadores. Llorando con desesperación y con un hondo sentimiento de culpa).
PAULA.- (A Rocío, seria como un cura en el púlpito). Ay, ¡¡la que hemos liado!! (Le aprieta más la servilleta contra la herida). ¿Sirve de algo la violencia, Rocío? No puedo dejar de hacerme esta pregunta…
ROCÍO.- (Irascible, trata de incorporarse, lo que su hermana le impide como buenamente le es posible). ¡¡Oye guapa!! ¡Que ha sido a mí a la que le ha disparado la foca ésa!! ¡No pretenderás encima cargarme la responsabilidad!!
PILAR.- (Arrodillándose junto a sus hijas, enfurecida y derrotada por el dolor a partes iguales). ¡¡La culpa es de todas!! ¡¡De todas!! (Apoya su mano derecha en el suelo y gesticula con la izquierda, con viveza y pena a un tiempo). ¡Tuya (señala a Paula) por no haberme permitido cortar esta maldita reunión a tiempo!! ¡¡Tuya (señala a Rocío) por haber roto el pacto de silencio que sellamos para no contarle ¡¡nunca!! (hace un expresivo ademán con la mano derecha) a Irene lo que desgraciadamente sucedió aquella tarde con el pequeño Arturo!! ¡Fue un accidente, y todos lo sabíamos! Cierto es que papá se volcó con ella (no puede evitar que la tirria se le escape con la voz), pero eso no nos da derecho a odiarla… ¡¡Ella no es culpable de nada!!
ROCÍO.- (Con expresión de dolor por la herida, pero con voz maquiavélica). Mamá, ¿te crees lo que estás diciendo? Pareces una modelo que haga un reportaje solidario para limpiar su imagen…
PILAR.- (Desesperada). ¡¡Por supuesto que me lo creo!! Hay gente que nace con estrella, y gente que nace estrellada… Y eso le ha pasado a Irene… Toda su vida la hemos cargado con una culpa que no tiene, y encima le arrebataste, Rocío, lo que más quería…
ROCÍO.- (Fría como un pico de la Cordillera de los Andes). No iba a consentir que…
[ESCENA 3].
(La repentina y acelerada aparición de la portera, ataviada con babi, delantal, zapatillas de estar por casa y una original y caliente toquilla sobre los hombros interrumpe la frase de Rocío.
La pobre mujer observa horrorizada la escena que tiene ante sus ojos, como si le costase dar crédito a la misma).
LA PORTERA.- (Aparte, santiguándose). ¡Jesús, María y José! ¡Aquí se ha armao el dos de mayo!
PILAR.- (Levantándose, sorprendida por la presencia de la portera). Hola… ¿Cómo ha entrado usted? No la hemos oído…
LA PORTERA.- (Intentando ser discreta, no queriendo parecer lo que no es). La puerta estaba abierta, doña Pilar… (Agradeciendo el amable gesto de Pilar con una sonrisa tenue, añade:) He subío para decirle que su hija Irene… (Se detiene, temerosa).
PILAR.- (Repentinamente asustada, temiéndose lo peor, zarandea a la portera mientras le habla). ¿Qué pasa con mi hija? ¿Dónde está Irene? ¿Qué le ha pasado? ¿Qué intenta decirme? ¿Qué pasaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa?
LA PORTERA.- (Luchando contra su propio miedo, contra su desconcierto). Irene ha bajao con una pistola en la mano, y me ha pedío que llamara a la Policía. Se ha entregao…
PAULA.- (Enfurecida, a su hermana, cortando de cuajo la intención de ésta de hablar). ¡Rocío, cállate! ¡Que ya has causado bastante daño a mamá con tu lengua de astral! (Ante la intención de Rocío de replicarle). ¡¡Que te calles!!
LA PORTERA.- (Aparte). Si el presidente del congreso de los diputaos les riñera así a sus señorías ¡otro gallo nos cantaría!
PILAR.- (Poniéndose frente a los espectadores, con los brazos cruzados sobre el tórax). Ahora comprendo que mi iniciativa cumpleañera ha sido un lamentable error… Debí haber comprendido a tiempo que quien evita la ocasión evita el peligro, ¡he provocado que casi haya una tragedia! Y no sé para dónde debo echar, ¡no lo sé! Son mis hijas, es como si me preguntan a cuál de mis ojos quiero más, ¡pues no lo sé! ¡¡No lo sé!! (Su timbre de voz decrece paulatinamente, pero vuelve a aumentar con sus frases siguientes). Irene no tiene la culpa de lo que pasó, ¡¡era una niña!! (Se masajea brevemente las sienes con cara de no creerse lo que está diciendo). Era una niña… (Su tono de voz decrece, aumentando acto seguido). ¡Rocío no tenía que haber roto el pacto de silencio que en esta casa se hizo para no contarle ¡nunca! (hace un expresivo gesto con las manos) a Irene lo que pasó aquel desgraciado día! Fue un accidente, ¡¡un accidente!! (Se abraza el tórax con rabia). Pero a partir de entonces para Arturo sólo existió Irene… (Su voz deja traslucir claramente los celos que la carcomen). Sólo existía su pequeña Irene, ¡¡y a las demás que nos partiera un maldito rayo!! Irene que no sufra, Irene que no recuerde, Irene que no note nada… (Imita con rabia contenida las frases de su difunto marido). Pobre Irene… Víctima de un desgraciado suceso que ha marcado nuestras vidas, víctima de nuestro odio más o menos disimulado, víctima de nuestros celos y de nuestros rencores, víctima de la envidia de su madre, víctima del asco de su hermana Paula por lo gordita que está, y víctima de la repulsión de su hermana Rocío, que le arrebató al amor de su vida para evitar que alguna vez conociese el significado de la palabra felicidad… ¡Cuántos odios! (Menea la cabeza tristemente, mientras cruza las manos a su espalda). Cuántos odios… ¡Cuánta sinrazón han albergado nuestras almas a lo largo de estos años! Cuánta sinrazón, cuánto rencor, cuánta tirria contra una niña, contra una mujer, inocente, que no quiso que pasara lo que pasó… Cuánto odio contra mi propia hija… Cuánto odio contra su propia hermana… ¿Nos ha valido de algo tanto odio? ¿Sirve de algo el odio? El odio… El odio sólo sirve para levantar murallas de sinrazón en nuestras almas. El odio contra personas de nuestra misma sangre es el odio contra nosotros mismos… El odio no sirve para nada. (Oculta su rostro entre sus manos, al tiempo que rompe a llorar desconsoladamente).
(TELÓN).
Escenario: El salón comedor de una casa.
Personajes:
Pilar, 78 años. La madre.
Paula, 58 años. La hija mayor.
Irene, 56 años. La hija mediana.
Rocío, 54 años. La hija pequeña.
La portera. 60 y algún años.
ACTO I.
[ESCENA 1].
(Se alza el telón y aparece un elegante salón comedor. El lujo y la sofisticación dan a entender que se trata de un hogar habitado por personas a las que no les faltan euros por ningún sitio. La mesa está convenientemente preparada y engalanada para cuatro comensales.
Se abre una puerta lateral del escenario y aparece Pilar, una emperifollada y guapa viuda de 78 años que se pone a repasar y retocar los elementos de la mesa. Le preocupa sobremanera que todo esté en milimétrico orden cuando lleguen las invitadas).
PILAR.- (Dirigiéndose a la foto de su difunto marido que está sobre el imponente aparador). Bueno, vida mía, ya veremos cómo sale esta comida que les he preparado a tus hijas…Me gustaría que todo saliese bien, que fuera una reunión de esas en las que no paras de tripear, chismorrear y reír… Pero me temo que sucederá lo de siempre; vendrán con cara de estreñidas crónicas, alguna se dejará la mitad de la comida porque no quiere engordar, otra se comerá hasta el aire que respira, y acabaremos como en Tómbola, sacándonos los ojos y aireando nuestros trapos sucios sin ningún rubor… Aunque, ¿sabes, vida mía? Aquí no cobramos un miserable céntimo de euro por eso... ¡Anda que no saben los famosotes estos, que viven del cuento sin dar un palo al agua! (Acaricia con arrobo la foto de su difunto marido y después se cruza de brazos). Te juro por tu memoria, amor mío, que la próxima vez que nazca me pongo unas tetas y unos morros como la Yola Berrocal y me voy a las teles a contar que me he cepillado a dos curas, tres cantantes y siete políticos… Aunque sea mentira, ¡te encumbran igual! De modo que, ¡a vivir del cuento y de la ignorancia morbosa del personal! (Torna a acariciar la foto y se dirige al sofá, tras retocar nuevamente los cubiertos y platos de la mesa). Veremos lo que tardan… Y cómo se comportan…. Porque las tres creen que vienen solas a comer conmigo…
(Se oye el timbre de la calle, y Pilar se levanta rauda a abrir. Desaparece por la puerta lateral y se queda el escenario vacío unos instantes).
[ESCENA 2].
(Se abre otra vez la puerta lateral y entra Pilar, acompañada de su hija mayor, Paula, una empaquetada dama de 58 años).
PAULA.- (Despojándose del chal y de la chaqueta de su traje y acomodándose en el sofá, mientras su madre sirve dos copas de vino blanco y le tiende una). Gracias, mamá… ¿Cómo va todo?
PILAR.- (Sentándose a su lado y mirando de reojo la mesa, satisfecha porque parece que Paula no se ha dado cuenta de que está dispuesta para cuatro personas). ¡Pse! Hija, como siempre… Con mi artrosis, mi tristeza de viuda, mi soledad…
PAULA.- (Indignada). ¡Mamá! ¿Cuántas veces te he dicho que si estás sola es porque te da la gana? ¿Cuántas veces te he pedido que te vengas a vivir a mi casa y me has dicho que no?
PILAR.- (Armándose de valor). ¿Con lo cabrito que es tu marido, que sabe que me marea el fútbol y por narices hay que ver todo el que echan a todas horas por las teles?
PAULA.- (Dolida). ¡Mamá!
PILAR.- (Sin prestarle atención). ¿A tu casa me voy a ir? ¿A soportar a tu marido, ese desgraciado al que le da asco todo viejo que no sea su mamá? ¿Para eso quieres que me vaya a tu casa? ¿Para sentirme como una extraña que tiene que medir cada palabra que pronuncia y cada paso que da para no provocar las iras de tu maridito?
PAULA.- (Descompuesta e impotente porque sabe que su madre le está diciendo la pura verdad). Vale, mamá, vamos a cambiar de tema…
PILAR.- ¿Qué pasa? ¿No te gusta que te canten las verdades en tu cara, verdad?
PAULA.- (Levantándose, histérica, poniendo sus manos en la espalda y conteniéndose para no hacer callar a su madre con un par de bofetadas). Mamá, por la memoria de papá te lo pido, tengamos la fiesta en paz, ¿vale? Cambiemos de tema y hablemos de cosas más divertidas, anda, que hoy es tu cumpleaños y he venido a comer contigo… (Se agacha, abraza a su progenitora y se sienta de nuevo a su lado, percatándose con incómoda sorpresa de que la mesa está dispuesta para cuatro comensales. Por el momento opta por callarse y ver hasta dónde llega la anciana).
PILAR.- (Irónica). ¿Y de qué quieres que hablemos? ¿Del tiempo?
PAULA.- (Sonriendo, satisfecha porque su madre le ha puesto a huevo lo que va a decir a continuación). Sí. Se está alejando ya el invierno sombrío, oscuro y frío; pronto llegará la primavera alegre, llena de vida… Todo es más hermoso en la primavera, y el calor empieza a notarse cuando la primavera llega…
PILAR.- (Aparte). ¡Pues no será este año! Tengo más frío que el interior de un congelador…
PAULA.- La primavera es mi estación del año favorita. El cielo es azul, las nubes son blancas, el sol es amarillo… El aire sopla cálido…
PILAR.- (Aparte). ¡Pobre hija mía! Cree que tiene talento literario y es más mala que una indigestión de butifarras…
PAULA.- Ya no tenemos la sensación de que todo es tedioso, ahora estamos alegres y contentos todos, porque el veintiuno de marzo vendrá la primavera y arrasará…
PILAR.- (Aparte). Lástima no te arrasara a ti un ataque de mudez cuando te da por recitar tus espantosos poemas…
PAULA.- ¡Qué hermosa eres, linda primavera! ¡No te vayas nunca! Las olas del mar ya no rompen en la arena con tanta fuerza…
PILAR.- (Harta, aparte). Yo sí que te voy a romper la cara con fuerza como no te calles de una vez… ¡Eres más cargante que media hora de debate entre el Padre Apeles y Aramis Fuster o el Conde Lecquio y Aída! (A Paula). ¿Puedes dejar la poesía para otro momento, cariño?
PAULA.- (Visiblemente ofendida). ¿Qué pasa mamá? ¿No te gustan mis poemas?
PILAR.- (Aparte). ¡Ostras! ¡Con lo malos que son!
PAULA.- (Rabiosa). ¡Mamá! ¿Qué pasa? No te gustan, ¿verdad?
PILAR.- (Rodeando los hombros de Paula con uno de sus brazos). Claro que me gustan, cariño… Lo que pasa es que hoy me duele un poco la cabeza y no estoy muy centrada para escuchar unos poemas tan profundos. (Aparte). A veces no viene mal sacar la vena hipócrita…
PAULA.- (Exasperada, zafándose de su madre y levantándose airadamente del sofá). ¡¡Desde luego mamá!! ¡¡Está claro que la verdad sólo la dicen los niños y los borrachos!!
PILAR.- (Fingiéndose súper ofendida). ¿Por qué me dices eso, hija?
PAULA.- (Gritando) ¿Qué por qué te digo eso? ¿Cómo puedes ser tan procaz?
PILAR.- ¿Tan qué?
PAULA.- (Cada vez más nerviosa). Tan procaz… Tan falsa… ¡Cómprate un diccionario y verás cómo aprendes! Te digo procaz porque te lo mereces, porque no te gustan mis poemas y te inventas un dolor de…
PILAR.- (Interrumpiendo enfadada a su hija porque sabe que tiene razón). ¡¡Paula!!
PAULA.- (Pasando olímpicamente). Te inventas un dolor de cabeza para no escucharme, y tienes la mesa dispuesta para cuatro… ¿Quién más viene? Porque estoy empezando a olerme que no soy la única que va a comer contigo…
PILAR.- (Tratando aún de engañar a su hija). Nadie… Lo he preparado así para que no nos falte de nada…
PAULA.- (Exasperada). ¡¡Y los burros vuelan y los perros hablan y yo me chupo el dedo!! ¡Pero mamá! ¿Qué te has creído?
PILAR.- (Encogiéndose de hombros, derrotada). Nada, hija. Yo ya…
PAULA.- (Con los brazos en jarras, interrumpiéndola). Ya has sido descubierta, intrigante… A saber lo que estarás tramando…
PILAR.- (Dolida). ¿Intrigante yo?
PAULA.- ¡Sí! ¡Tú!
PILAR.- (Levantándose del sofá y mirando a su hija frente a frente con altivez y pena a la vez). ¿Intrigante yo? ¿Intrigante por querer celebrar mi cumpleaños contigo?
PAULA.- (A voz en grito). ¡Mamá, deja ya de marear la perdiz y no me des gato por liebre, me cago en tu estampa! ¿Qué demonios está pasando aquí? No sé por qué, pero me da en la nariz que hay gato encerrado...
PILAR.- (Riéndose muy a su pesar, pues está muy nerviosa). De demasiados gatos estás hablando, ¿no? Además (Con socarronería, muy consciente de lo que va a añadir): La única gata que hay encerrada es la Laly, y está en mi dormitorio…
PAULA.- (Cayéndose de culo en el sofá con una descomunal mueca de espanto, pues acaba de percatarse del sentido de la frase de su madre). ¡Ajá! ¡Ahora lo entiendo todo! ¡Lagarta!
PILAR.- (Sentándose a su lado y mirándola con una expresión a medias divertida, a medias preocupada). ¿Hoy te ha dado por los animales, cariño?
PAULA.- (Enrabietada, sin hacer caso de la última frase de su madre). ¡Zorra!
PILAR.- (Aparte, irónica). ¡Eso quisiera yo, ser una zorra! Desde que se me murió el Arturo no me he comido más roscas que las que venden en la panadería de la Ramona…
PAULA.- (Con cara de estar atando cabos). ¡Menuda zorra estás hecha, mamá! La única razón por la que puedo sospechar que has encerrado a esa espantosa Laly es porque no soy la única que va a comer hoy contigo… Estamos esperando a dos personas que, por muy diferentes motivos, no soportan a ese animalucho egoísta, pijo y consentido… ¿Me equivoco, mami?
PILAR.- (Nerviosa a más no poder, no sabe si por los ataques que Paula está lanzando contra su gata o porque está a punto de descubrirse su secreta estratagema). Cómo se nota que te pasas el día leyendo y escribiendo… Menuda verborrea la tuya, ¿eh?
PAULA.- (Sin hacerle caso). Una de estas personas es alérgica al pelo de gato, ¿verdad? (Ante la mirada de asentimiento de su madre, prosigue con su deducción). Y la otra persona no soporta que ningún bicho viviente merodee por sus trajes, sus zapatos y sus medias… ¿Voy muy desencaminada? A mí me parece que no…
PILAR.- (Tratando de relajar el ambiente, ahora que observa cómo la tensión se va apoderando de los gestos de Paula una vez está llegando al meollo del asunto). Hija de mis amores, ¿por qué no te apuntas a trabajar en la serie esa de El Comisario? Jolin, ¡¡qué sagacidad!!
PAULA.- (Más que harta ya del escurridizo juego de su progenitora). ¡Vale, yo tendré una perspicacia que quita el sentío, como dicen en Andalucía!
PILAR.- (Aparte). La tierra de mi queridísimo yerno… ¿Por qué no se quedó allí con los caballos y las papas fritas? ¡Qué ocurrencia, venir a veranear a San Juan al mismo tiempo que nosotros! Mi Arturo y yo poníamos un circo y nos crecían los enanos, hay que fastidiarse…
PAULA.- Pero tú tienes más morro que Mick Jagger…
PILAR.- (Interrumpiéndola airadamente). ¿Yo? ¿Por qué?
PAULA.- (Sorbiendo un poco de vino de su copa y dejándola con furia sobre la mesa de centro que hay delante de los sofás). ¿Cómo que por qué? ¿Cuándo pensabas decirme que también has invitado a Irene y a Rocío a esta comida?
PILAR.- (Aparte). Sólo le falta la pipa para parecerse a Margarita Landi… ¡Menuda clarividencia!
PAULA.- (Irritada). ¡Mamá! ¡No te me vayas por los Cerros de Úbeda!
PILAR.- (Aparte, haciendo dos butifarras o cortes de manga). ¡Yo no me voy de aquí! ¡Con lo interesante que se está poniendo esto!
PAULA.- (Cada vez más irritada). ¿Cuándo pensabas decírmelo, bruja?
PILAR.- (Dando un sorbo a su copa y respirando hondamente). No, Paula, no soy bruja. Soy madre.
PAULA.- (Levantándose como movida por un resorte y aplaudiendo con cara de rabia a su progenitora). ¡¡Bravo!! ¡¡Qué magistral interpretación te acabas de sacar de la chistera!!
PILAR.- (Con cara de tristeza, indicando con un gesto a Paula que se siente de nuevo a su lado). No, Paula, no es una interpretación. Cómo se nota que no eres madre… Si lo fueras…
PAULA.- (Indignada). Mamá, ¿Por qué eres tan cruel? ¿Por qué te gusta tanto hurgar en mis heridas? Sabes de sobra que, si hubiese podido, habría sido madre… (Vuelve a sentarse al lado de su progenitora y añade con evidente pesadumbre): Ésa es la guinda que le falta al pastel de mi matrimonio…
PILAR.- (Aparte). ¡No fastidies! ¿Otro canalla como su padre? ¡Menudo desperdicio para la humanidad! (A su hija). Muy bien, Paula… Las cosas claras, y el chocolate espeso…
PAULA.- (Con furiosa ironía). ¿Hay también buñuelos de crema? Te lo digo porque a mi querida hermanita Irene la pierden. No me extraña que le digan tragacomidas… ¡Qué asco!
PILAR.- (Haciendo caso omiso de los feroces comentarios de Paula). Sí. Lo admito. Os he invitado a comer a las tres. Puede que haya sido una metedura de pata por mi parte, sabiendo cómo nos llevamos y sabiendo también lo que ha pasado últimamente entre Irene y Rocío… Pero soy consciente de que la cuerda de mi reloj se va parando lentamente, de que ya no me va quedando margen para decir eso de ¡a vivir que son dos días! Quiero celebrar mi cumpleaños con tres personas que sois sangre de mi sangre. Quiero celebrar mi cumpleaños con mis hijas.
PAULA.- (Más calmada, con voz sorprendida). ¿Con Irene también?
PILAR.- (Poniéndose nerviosa y apurando el vino de su copa para disimularlo). Sí. Con ella también. Es mi hija, pese a todo… Al fin y al cabo, tampoco tuvo culpa de lo que pasó…
PAULA.- (Extrañada). Si tú lo dices...
(El timbre de la puerta suena estrepitosamente, ofreciendo a Pilar la excusa perfecta para cortar una conversación que se estaba yendo por unos derroteros incómodos para Paula y para ella. Tras acariciar amorosamente las mejillas de su primogénita, se levanta y sale por la puerta lateral para ir a abr Paula apura el vino de su copa y la deposita sobre la mesa, mientras canturrea por lo bajinis esperando acontecimientos).
[ESCENA 3].
(De nuevo se abre la puerta lateral del escenario y aparece Pilar, ahora acompañada por Irene, una simpática y rellenita mujer de 56 años que viste un traje pantalón con un precioso jersey de cuello cisne y unos elegantes zapatos de tacón).
IRENE.- (Alegrándose sinceramente de ver a su hermana mayor). ¡Paula! ¡Qué sorpresa, cariño! (Abraza efusivamente a Paula sin percatarse de la mueca de repulsión de ésta). ¿Qué me cuentas, bombón?
PAULA.- Nada, hija mía… Aquí estamos…
IRENE.- (A su madre). Siento haberme retrasado, mamá, pero es que cuando venía para acá una vecina me ha llamado a grito pelado, porque a su marido se le quemaban los huevos…
PILAR.- (Sin contener la risa, como sus hijas). ¿Y qué es lo que ha hecho? ¿Los ha puesto en un cazo a hervir y se le ha olvidado sacarlo del fuego? ¡Habrá liado una buena humareda!
IRENE.- ¡Que va! Resulta que el hombre estaba en la cocina calentándose un vaso de leche, se ha resbalado, ha caído y se ha ido a dar con la estufa eléctrica en la entrepierna…
(Las tres se ríen de buena gana).
PAULA.- ¿Y por qué te ha llamado su mujer? ¿Para invitarte a unos huevecillos escaldados?
(Las tres se ríen de buena gana otra vez).
IRENE.- ¡Nooooooooooooooooo! Jajajajaja, lo que pasa es que se ha hecho daño en un tobillo…
PILAR.- ¡Ya creía yo que se había lisiado otra cosa!
IRENE.- (Riéndose). Se ha hecho daño en un tobillo y su mujer no podía levantarlo sola, del ataque de risa que le ha dado al verlo en semejante posturita...
PAULA.- No me extraña, hermanita, no me extraña…
PILAR.- Igual su mujer agradecería que se le hubiese quemado una temporada la entrepierna…
PAULA.- O igual no… Depende de cómo les vaya en la intimidad…
PILAR.- ¿Ves? En eso tienes razón…
IRENE.- (A Paula, percatándose repentina y mentalmente de que está en casa de su madre por el mismo motivo que ella). ¡Qué coincidencia, Paula, vernos aquí hoy! ¡Qué casualidad!
PAULA.- (Intencionadamente). No, Irene; no es casualidad… Lo que pasa es que vamos a celebrar el cumple de mamá…
IRENE.- (Despojándose de su chaqueta y dejándola en un lado del sofá junto con su bolso, oliéndose la tostada). ¿Viene también Rocío? Si es así, me voy inmediatamente… ¡Mamá, sabes de sobra que no quiero ni el olor del zorrón de mi hermana! ¡Mamá, esto es una encerrona! ¡Mamá, yo me largo!
(Hace ademán de coger sus cosas y largarse, pero Paula la sujeta por los brazos y se lo impide).
PAULA.- (Sentando a su hermana de un empujón en el sofá, e instando a su madre a imitarla. Progenitora y primogénita se sientan a ambos lados de Irene y se miran, no se sabe muy bien si con ira o con cierta complicidad). De aquí no se va ni Dios, ¿de acuerdo? ¿No podemos celebrar el cumple de mamá con un poco de educación? ¿Tanto nos cuesta complacer a una anciana que es nuestra madre, que nos ha dado todo, que está en los últimos años de su vida?
PILAR.- (Aparte). Paula está resultando más hipócritamente categórica que un político en campaña… ¡Quien lo hubiera dicho hace un rato!
IRENE.- (Tan nerviosa como irritada). Si yo por mamá hago lo que sea… ¡Lo que sea! Pero no me pidáis que aguante a esa tía pendón desorejado que es mi hermana… No me pidáis eso, os lo ruego en el nombre de…
PAULA.- (Interrumpiéndola, con intención). Intuyo una cosa, ¿sabes?
PILAR.- (Interrumpiendo a su vez a Paula, temerosa). ¿Qué intuyes, cariño?
IRENE.- (Con cierto recochineo). Aquí todas estamos intuyendo algo, hermanita…
PAULA.- Lo que yo intuyo es que aún no has visto a Rocío, y que tienes ganas de soltarle en su cara todo lo que llevas años callándote, por más que tu primer instinto sea no querer verla ni en pintura… Lo que entiendo y comprendo… A mí me habría pasado lo mismo.
IRENE.- (Cruzando las piernas con elegancia y los brazos con furiosa parsimonia). Debo admitir que estás en lo cierto… ¡Daría algo por decirle a la cara todo lo que llevo años sufriendo en silencio!
PILAR.- (Aparte). ¡Anda! ¡Como las almorranas!
PAULA.- (A Irene). Aprovecha la ocasión y díselo… No te lo guardes más tiempo para ti sola; no te hace ningún bien, al contrario, te está corroyendo el odio, te atenaza el rencor, te domina la rabia… No vas a sacar nada, porque esperar algo de Rocío es como pedir limones a un alcornoque, pero al menos te vas a desahogar. Y te puedes dar el gustazo de decirle en su cara lo repugnante que es…
PILAR.- (Interrumpiéndola, con furia). ¡Paula te estás pasando! ¡Paula no te lo consiento! Deja de insultar a tu hermana, ¡ya!
PAULA.- (Sin inmutarse). Sabes que no estoy mintiendo, mamá… Rocío es una…
PILAR.- (Interrumpiéndola, con más furia). ¡Paula! Ya sé cómo es Rocío… ¡No me lo digas más veces!
IRENE.- (Con acidez). ¿Para qué nos has invitado a comer, entonces? Atente ahora a las consecuencias… Sabías que esto iba a pasar…
PAULA.- Por una vez, solo por una vez, estoy de acuerdo con Irene… Rocío no tenía ningún derecho a hacer lo que hizo. Se comportó con Irene como una marrana…
PILAR.- (Indignada a más no poder). ¡Paula, por Dios, no insultes a tu hermana!
PAULA.- (Con pedantería). Según el diccionario VOX de la Lengua Española, la palabra marrano tiene cuatro acepciones. Voy a enumerarlas para que comprendas, mamá, lo que estoy diciendo… La primera, cerdo. La segunda, converso que judaizaba ocultamente. La tercera, hombre sucio y desaseado. Y la cuarta, el que se porta mal. Y yo me refería a ésta última. Lo que pasa es que sigue habiendo personal que se molesta o se escandaliza ante el uso de términos que no son políticamente correctos.
PILAR.- Me importa un bledo si es correcto o incorrecto… ¡¡Lo que no consiento es que insultes a tu hermana en mi presencia!!
IRENE.- (Con furiosa calma). Te lo he advertido, mamá, atente a las consecuencias de tu iniciativa cumpleañera… Paula no está diciendo nada que no sea cierto… Y lo sabes…
PILAR.- (Gritando). ¡Y vuelta, perico, al torno! Ya lo sé, es verdad lo que decís, pero no me gusta oíroslo decir… ¡¡No me gusta!! ¡¡Es lo que es, pero es mi hija!!
PAULA.- (Pedante). Estamos todos de acuerdo en que una palabra bonita queda mejor que otra un poquito subida de tono en determinados momentos y lugares, pero tampoco es un crimen hacer uso de esas palabras porque el diccionario nos puede ayudar a demostrar su significado. Llamar marrano a alguien, con justificación, y no utilizando la primera acepción, no es un insulto. Es decirle la verdad a la cara, y eso ofende.
PILAR.- Ofende y duele… Al menos a mí como madre.
IRENE.- Que no hubiera actuado de la forma en que lo hizo…
PAULA.- (Interrumpiéndola). Y de la forma en que lo ha hecho. Es que no hay por donde cogerla…
PILAR.- Si sé que tenéis razón, pero es mi hija…
IRENE.- (Gritando). O sea, mamá, ¿tú eres de las que piensan que los delincuentes tienen más derechos que las víctimas?
PILAR.- (Gritando, movida por la desesperación y por el dolor). ¡¡Rocío no es ninguna delincuente por hacer lo que ha hecho!! ¡¡No lo es!! ¡No lo es, ¿te enteras?!
PAULA.- Mamá, lo que Irene te ha dicho no es más que una metáfora…
PILAR.- (Gritando, cada vez más alterada). ¡¡Para metáforas estoy yo!! ¡¡Me tienes harta con tanta palabra técnica!! ¡¡Para eso estoy!! Irene me ha insinuado que apoyo a Rocío, que es la que ha hecho lo que ha hecho, antes que a ella, que ha padecido en sus carnes lo que Rocío ha hecho…
PAULA.- (Irónica). Mamá, vaya juego de palabras te acabas de sacar de la manga…
PILAR.- Para que veas que no soy una vieja tonta.
IRENE.- Y no he dicho ninguna mentira, mamá. Tú, secretamente, apoyas a tu hija Rocío, pero no eres capaz de disimularlo ni tanto así (hace el gesto con la mano zurda). Apoyas a la zorra, a la mala, a la fulana…
PILAR.- (Gritando, cada vez más alterada). ¡¡Irene cállate!!
IRENE.- (Sin hacerle caso). La apoyas a ella porque nunca me has querido. No sé por qué, pero parece que me odies. Es como si hubiera cometido algún delito inconscientemente y me lo estés haciendo pagar con creces. Apoyas a Rocío porque te complace secretamente que me hagan daño, que me amarguen, que me joroben la existencia…
PILAR.- (Levantándose del sofá, como si se hubiera clavado una aguja en el trasero, y poniéndose de espaldas a sus hijas frente a los espectadores). ¡¡Irene!! ¡¡Cállate!! (Se tapa alternativamente las orejas y la cara con las manos). ¡¡Cállate!! ¡¡Cállate!!
IRENE.- (Levantándose del sofá, se acerca a su madre y la coge del codo izquierdo, girándola hacia ella y obligándola a mirarla a los ojos). ¿Estoy diciendo alguna cosa que no sea cierta? ¿Por qué quieres que me hagan daño? ¿Qué delito he cometido para que me odies? ¿Qué he dicho en algún momento de mi vida que te haya molestado tanto? ¿Qué he hecho? ¡¡Dímelo!! (Zarandea a su progenitora con lágrimas en los ojos). ¿Qué he hecho?
PILAR.- (Zafándose de su hija y abrazándola acto seguido). ¿Por qué dices que te odio? ¿Cómo iba a querer que te hagan daño? ¿De qué estás hablando?
IRENE.- (Soltando a su madre y paseando por delante de los espectadores con los brazos en jarras). Eso me gustaría a mí saber, eso. Se nota, se siente, tu odio está presente…
PILAR.- (Agarrándola por una manga cuando pasa junto a ella). ¡¡Déjalo ya!! ¡¡Déjalo ya!! (Sin demasiada convicción, agrega lo siguiente): ¿Cómo voy a odiar a una hija mía?
PAULA.- (Que ha asistido impertérrita al brusco diálogo de su madre y su hermana, aparte). Desde luego, está claro que mi madre sirve menos para política que yo para monja...
(El timbre de la puerta las pone tensas a las tres, sabedoras de quien es la persona que lo ha tocado. Pilar acude a abrir, desapareciendo momentáneamente del escenario. Paula se pone de pie y se pasea por donde lo ha hecho Irene antes. Ésta se sienta en una punta del sofá grande y se muerde el labio, temiendo no poder contenerse cuando vea a Rocío).
[ESCENA 4].
(Entra Rocío al escenario, seguida por una temblorosa Pilar. Se despoja del impresionante abrigo de pieles que lleva, y muestra una preciosa falda asimétrica de color morado y un suéter de lana rojo pasión con un pronunciado escote de pico, amén de las lujosas sandalias y el llamativo juego de pendientes y gargantilla que luce. Mira a Irene como quien contempla a un bicho repugnante y se dirige a Paula, con quien se funde en un breve abrazo con simulada efusión. Se sienta junto a su madre en el sofá pequeño, mientras Paula se coloca junto a Irene en el grande. La tensión se respira en el ambiente, es tan densa que podría cortarse con un cuchillo. Ninguna de las cuatro quiere ser la primera en hablar. Irene y Rocío se miran de reojo, como dos leones machos que se disputan una hembra. Paula contempla a sus hermanas con cierto morbo curioso. Pilar está contenta por ver a sus tres hijas juntas, temerosa del desenlace que pueda tener su iniciativa y dudando mentalmente si ha hecho bien en organizar esta reunión).
ROCÍO.- (A su madre). Mamá, luego te traerán tu regalo de cumpleaños… Es una cosa que tenía encargada hace tiempo…
PILAR.- (A Rocío). ¡¡Para qué te molestas, cariño!! Para mí es suficiente con que hayas venido a esta comida…
ROCÍO.- (A su madre, con intención). Lo hago por ti, porque no es mi costumbre ir a sitios que huelen peor que un pedo de camionero… (Mirando maquiavélicamente a Irene).
IRENE.- (A Paula, con intención). ¿A cuantos camioneros se habrá tirado ya cierta zorra para saber cómo huelen sus pedos?
PAULA.- (A Irene, no sin bastante sorna). Empezaremos por estar de acuerdo, hermanita, en que los pedos, sean de quien sean, no huelen precisamente a Carolina Herrera For Men… (Contagiándose de la risita burlona de Irene, añade): En cuanto a lo otro… No lo sé… Deben haber sido unos cuantos, porque…
PILAR.- (Indignada). ¡¡No empecéis!! ¡Por favor! Parecéis niñas celosas lanzándose pullas las unas a las otras…
ROCÍO.- (Cambiando de tema, incómoda, a su madre). Mamá, he llegado un poco tarde, lo siento…
PILAR.- (A Rocío). No te preocupes, hija mía. No pasa nada… Tampoco hay porqué ir con la lengua fuera… La cuestión no es llegar, sino quedarse…
IRENE.- (Mirando de reojo a Rocío, a su madre). Mamá, hay ciertas personas que usan su lengua para lamer a los hombres y luego dejarlos tirados como si fueran un kleneex…
PAULA.- (Aparte). En el fondo, está diciendo la verdad.
PILAR.- (A Irene, haciendo ademán de levantarse para abofetearla, lo que Rocío le impide sentándola de un brusco empellón). ¡¡Desde luego, Irene!! ¿Te puedes creer que empiezo a darme cuenta de que he metido la gamba invitándoos a las tres a comer conmigo? ¿No podéis dejar vuestras rencillas en vuestras casas por un día? ¿Tanto os cuesta? Como sigáis así, éste va a ser mi último cumpleaños… (Saca un pañuelo de uno de sus bolsillos y se suena, tan discreta como afectadamente).
PAULA.- (Aparte, a Pilar). Mis advertencias no eran vanas, mamá…
PILAR.- (Aparte, a Paula), Ya lo sé, hija mía, ya lo sé…
ROCÍO.- (Dirigiendo una sibilina mirada a Irene y hablándoles a su madre y a su hermana Paula). He llegado tarde porque me ha pillado un atasco en la puerta de mi casa…
PAULA.- ¿Por qué la primera excusa que a todos se nos ocurre cuando llegamos tarde a un sitio es la del atolladero de tráfico?
IRENE.- (A Paula, señalando a Rocío con el dedo pulgar derecho). ¡¡Me gustaría saber qué es lo que ha hecho ésta para provocar un atasco en medio de la calle!!
PAULA.- (Aparte, a Irene). Se habrá quitado ese abrigo que lleva para subirse al coche, se le habrá levantado la falda con este aire que hace hoy y habrán visto todos los transeúntes el color de sus bragas…
IRENE.- (Aparte, a Paula). Si es que lleva…
PAULA.- (Aparte, a Irene). Um, pues también dices algo, hermanita…
ROCÍO.- (A Pilar y Paula). Es que vengo de Alicante, de la presentación del libro de Pérez Reverte… Y he ido a casa a dejar el ejemplar firmado, no fuera a estropeármelo la asquerosa de la gata…
PAULA.- (Aparte, con envidia). La gata no creo que lo hubiese estropeado, ¡¡pero yo se lo habría chorizado!!
ROCÍO.- (A Paula). Me encanta lo que ha dicho sobre su última novela…
PAULA.- (A Rocío). ¿Lo de que es una pena vergonzosa que desconozcamos nuestra propia Historia?
ROCÍO.- (A Paula). Eso…
PAULA.- (A Rocío). Estoy de acuerdo con él en que si conociéramos lo que pasó ayer nos serviría para no repetirlo hoy.
IRENE.- (A Paula). Exacto. ¡Qué verdad más cierta!
ROCÍO.- (A Paula). Conocer el pasado nos evitaría más de cuatro disgustos. Por ejemplo, lo de España en Irak ha sido, en mala comparación, lo que fue Trafalgar. Un fiasco.
PAULA.- (A Rocío). La verdad es que tanto una cosa como la otra son de vergüenza ajena. Está claro que, gobiernen unos o gobiernen otros…
PILAR.- (Interrumpiendo a Paula). Los tontos siempre nosotros.
ROCÍO.- (Asintiendo, a su madre). Los del pueblo.
PAULA.- (Asintiendo, a su vez, y sin dirigirse a ninguna en concreto). Aunque también es verdad que esta vez no han podido manipular a la gente, porque todos sabíamos lo que estaba pasando y que eso no tenía justificación alguna.
IRENE.- Ya, pero aún así ha habido soldados españoles pringando en un conflicto que no era legal.
PAULA.- Ya. Eso es lo que pasa.
ROCÍO.- (Mirando a Irene con altanería). Al fin y al cabo, ahora son soldados profesionales y saben donde se meten, ¡pero a los pobres de Trafalgar que los reclutaron en las tabernas y hubo viudas que cobraron las pagas miserables con meses o años de retraso! ¡¡A eso no hay derecho!!
IRENE.- (Calmosa, pero masticando las palabras). Ya lo sé. Pero, aún así, no me parece justo.
PAULA.- Ni una cosa ni la otra lo son…
(Durante unos instantes, las cuatro se callan. Se han quedado sin tema de conversación, se palpa su nerviosa incomodidad, no saben cómo poner ya los traseros en los sofás y no paran de mirar al techo y al suelo. De fondo, los maullidos de la gata son cada vez más lastimeros).
PAULA.- (Aparte, a Rocío). Esa maldita gata da más guerra que un crío impertinente.
ROCÍO.- (Aparte, a Paula). Si, da más quehacer que el culo de un mortero en un bancal. ¡¡Es que no la aguanto!! ¡¡La soporto menos que a esa!! (Señala a Irene con un despectivo movimiento de cabeza).
PAULA.- (Aparte, a Rocío). No es por nada, pero ella tiene más motivos que tú para no soportarte…
ROCÍO.- (Aparte, a Paula, indignada, masticando las frases). ¿Qué? ¿Cómo que tiene más motivos que yo? ¡¡Ésta sí que es buena!! ¿Y lo que sabemos de ella? ¿No me irás a decir que tiene más disculpa que lo mío?
PAULA.- (Aparte, a Rocío, escandalizada). ¡¡No!!
ROCÍO.- (Aparte, a Paula, sonriéndole con porte felino). ¿Lo ves? Tú misma vienes a camino…
IRENE.- (Por decir algo). Bueno, ya estamos todas… ¡Qué alegría!
ROCÍO.- (Con desprecio). Mamá, ya puedes ir sirviendo la comida, que ésta (señala a Irene) no puede esperar más…
PAULA.- (Agradeciéndole con un gesto corporal a su madre la copa de vino blanco que, como a todas, le tiende). Pan con vino no emborracha, pero alegra a la muchacha… Así que, a beber me atrevo, porque a nadie debo y de lo mío bebo… (Sorbe un trago de vino con irónica elegancia).
ROCÍO.- (A Paula, con irritación). Qué refranera estás hoy, hermanita…
PAULA.- (A Rocío, sin darse por aludida). Me encantan los refranes.
PILAR.- (Burlona). Y a mí también, hijas mías... Más refranes hay que panes, y cuando no tengo pan pido consuelo a un refrán…
ROCÍO.- (Con bastante mala leche e intención de ofender). Pues ya me gustaría saber a mí qué hace Irene cuando no tiene pan, porque nadie sacia su apetito sólo con huevo frito…
PAULA.- (Aparte, irónica). ¡Anda! ¡Otra que se apunta a los refranes!
IRENE.- (Bastante alterada, pero conteniendo la explosión de ira que amenaza con desbordarla). ¿Estás insinuando que padezco gula, pedazo de fulana?
PILAR.- (Gritando, al tiempo que se cubre la cara con las manos). ¡Ya basta! ¡Por favor! ¡Ya basta! ¡Ya basta!
IRENE.- (Con furiosa calma y haciendo caso omiso de la desgarrada petición de su madre). Rocío de las bragas, si no quieres que te las digan no las hagas…
PAULA.- (Aparte, irónica). ¡Aquí se apuntan todas a los refranes!
ROCÍO.- (Con más desprecio, todavía, a Irene). Quien se pica, ajos come, cariño… Ahora, que tú, en tal de comer… Pero ten cuidado, porque la gula y la concuspinencia matan más que la abstinencia…
IRENE.- (Haciendo ademán de levantarse a abofetearla, lo que Paula le impide). Pues tú, en tal de tirarte a un tío, te tiras hasta a un cura…
PAULA.- (Aparte). La verdad es que hay curas que vale más que no lo fueran… ¡Con la escasez de hombres que hay! ¡Qué lástima, señor! Madre mía… Esto se está poniendo más interesante que el desenlace de un culebrón bananero…
(TELÓN).
ACTO II.
[ESCENA 1].
(Se levanta el telón y están las cuatro mujeres en los sofás, tomando café tras haber degustado una comida cuyos restos aún pueden verse en la mesa del comedor. El ambiente es tenso, aunque todas tratan de simular lo contrario por complacer a su madre. Se miran con odio encubierto, con recelo apenas oculto tras una capa de educada indiferencia, con ira silenciosa y con un desprecio que todas saben que no tardará mucho más en salir a la superficie).
ROCÍO.- (A su madre, con sorna). Gracias por la comida, mamá… Estaba todo buenísimo…
PILAR.- (Calmosamente furiosa por el cinismo de Rocío, masticando las palabras). ¿Cómo dices eso, hija mía, si apenas has probado nada?
ROCÍO.- (Con evidente mala intención). No te preocupes, mamá, otras han comido por ella y por mí…
IRENE.- (Dándose por aludida). Pues esa otra igual prefiere ser una foca cariñosa antes que una lagartija repelente…
ROCÍO.- (Sonriendo maquiavélicamente). Pues las focas huelen mal, llevan más bigotes que Dalí y no se pueden mover más que arrastrándose por el suelo o por el agua…
PAULA.- (Con cara de estar pasándolo bomba). Ni me gustan las focas ni me gustan las lagartijas… A mí es que los bichos, como que no…
PILAR.- (Descargando un violento y sonoro puñetazo en la mesa de centro, tras casi estampar encima de la misma su platito y su taza de café, harta de las pullas que se están lanzando Irene y Rocío). ¡¡Ya basta!! ¡¡Ya basta!! ¡¡Os lo pido por favor!! ¿Tanto os cuesta respetaros, aunque sólo sea en mi presencia?
IRENE.- (Quemada, dolida, sorprendida). O sea, mamá, que ésta (señala a Rocío con un despectivo gesto con la cabeza) y yo nos podemos matar tranquilamente... Mientras no lo hagamos en tu presencia…
PILAR.- (Gritando, como movida por un resorte). ¡¡Bien sabes que no es eso lo que quiero decir!! ¡¡Tú tomas las cosas como te conviene!!
ROCÍO.- (Burlonamente fría). Vaya, en eso estoy de acuerdo contigo, mamá…
IRENE.- (Sin hacerles caso, llorando, con la mirada perdida). Ya sé que preferís que la que la palme sea yo, en caso de pelea…
PAULA.- (Socarrona, pareciendo disfrutar con la escena). Queridas, ¡aquí la única que tiene que palmar es la gata! Lo cual dudo que haga, ¡¡como tiene siete vidas!!
PILAR.- (Llorando, tapándose la cara con las manos a intervalos conforme habla). ¿Qué perra le ha entrado a Irene con que la odio? ¿Cómo voy a odiar a una hija mía? ¿Cómo voy a odiar a una hija mía? ¿Cómo voy a odiar a una hija mía? ¿Es que nadie me entiende?
PAULA.- (Aparte, a su madre). Yo sí te entiendo, mamá…
PILAR.- (Aparte, a Paula, acariciándole la mano derecha con la suya izquierda). Gracias, hija.
PAULA.- (Con una sonrisa maquiavélica, aparte, a su madre). Entiendo que la odies, mamá…
PILAR.- (Aparte, a Paula, en un indignado susurro). ¡Por el amor de Dios! ¡Cállate, Paula! ¡Cállate!
PAULA.- (Aparte, con un amago de puchero de cría consentida y repelente, a su madre). Vale, ¡viva la libertad de expresión!
IRENE.- (Sollozando, limpiándose la nariz discretamente con un kleneex que extrae elegante y temblorosa de la caja que hay en un extremo de la mesa de centro). ¡A mí me odian, y no sé por qué! Como diría Trillo…
PAULA.- (Interrumpiéndola, bastante divertida). ¡Manda huevos!
IRENE.- (Sin dejar de llorar). Eso… A mí me odiáis todas, ¡todas! ¡Todas! Y no sé por qué… Cuando aquí la única que tiene derecho a odiar soy yo…
ROCÍO.- (Alterada, indignada, asombrada). ¡Toma castaña! ¡Ésa si que es buena!
PAULA.- (Como relamiéndose y fingiendo una inoportuna carraspera). Ejem, ejem, eso digo yo…
ROCÍO.- (Aún estupefacta). Irene, así que, según tú, eres la única que tiene derecho a odiar…
IRENE.- (Empinando el cuello cuan gallo de pelea, altanera y dolida). ¡¡Sí!!
ROCÍO.- (Indignada). ¿Pero quién demonios te has creído que eres para hablar así, foca de mi…?
PILAR.- (Harta ya de tantos insultos, chillidos e improperios). ¡¡Basta!! ¡¡Por favor!! ¡¡Basta!! (Se derrumba en el sofá, sollozando desesperada). ¡¡Basta!!
ROCÍO.- (Indiferente al dolor de su madre). Tiene gracia, que ésta (señala a Irene con más repugnancia que si diera con un nido de cucarachas en el pasillo de su casa) se crea que es la única que tiene derecho a odiar…
IRENE.- (Levantándose del sofá y zarandeando a Rocío con violencia cogiéndola de los brazos y arrastrándola hasta el centro del escenario tras levantarla del asiento con ira y con cierta saña). ¡¡Aquí soy la única que tiene derecho a odiar!! ¡¡Entérate! (Zarandeándola sin soltarla, con muy mala leche). ¡¡Tengo derecho a odiar, a no perdonar, a no olvidar nunca!! ¡¡Nunca!! ¿Me oyes? ¡¡Nunca!! (Soltando a su hermana y agachándose destrozada por el llanto, hasta dejar apoyada su mano izquierda en el suelo y taparse el rostro con la derecha) ¿Cómo puedo olvidar todo el daño que me has hecho? ¿Cómo? ¿Cómo? (Se levanta con rabia, con desesperada indignación, volviendo a agarrar a Rocío ante la impotencia de su madre, a quien Paula impide levantarse del sofá con morbosa curiosidad por la violenta discusión que se desarrolla delante de sus narices). ¿Cómo puedo olvidar, eh? ¿Cómo puedo estar aquí fingiendo sentimientos de cariño y fraternidad cuando tú lo único que me inspiras es asco, desprecio, repugnancia, odio? (Suelta de nuevo a Rocío y se aparta de ella unos centímetros, no haciendo nada por disimular una arcada). Me enamoré de él cuando aún era una niña, tenía dieciséis años, ¡dieciséis! (Rocío permanece impasible ante el ademán de Irene de volverla a agarrar). Estaba enamorada de él, era mi locura, mi obsesión, mi pasión, ¡¡y tú me lo arrebataste, puta!! ¡¡Puta!! Me quitaste lo único que me importaba en este mundo, (se golpea el tórax con su mano izquierda a la par que cierra la derecha en forma de puño amenazante), me quitaste la vida, me quitaste el oxígeno… ¡Te quedaste con esos ojos color miel que eran míos! ¡Míos! (Ahora con la voz quebrada y con tensa rabia que ya no se molesta en controlar). Lo has hecho un desgraciado, nunca lo has amado, nunca lo has querido, te ha importado siempre menos que a Paula las matemáticas…
PAULA.- (Aparte, con irónica expresión de asco). ¡Ostras! ¡Ya le tiene que haber importado poco!
IRENE.- (Zarandeando otra vez a Rocío, ante la impasibilidad burlona de ésta). No lo has querido, no lo has respetado, nunca has sabido entenderlo y llevar su carácter… Lo encoñaste, puta, más que puta, fue un capricho de niñata que parecía siempre una perra en celo…
PILAR.- (Llorando a lágrima viva, desesperada por lo que está oyendo e impotente porque Paula no la deja levantarse a separar a Irene y Rocío). ¡Por favor os lo pido! ¡Tened un poco de compasión humana con vuestra madre! ¡Dejadlo ya! ¡Por favor! Por favor…
IRENE.- (Soltando a Rocío y revolviéndose para encararse con su madre). ¡Ahora que me he decidido a hablar, no me callará ni Cristo que baje de los Cielos! ¡Y cállate tú, mamá! (Con evidente malicia). Te recuerdo que te podías haber evitado esto…
PAULA.- (Aparte, a su madre). Mis advertencias…
PILAR.- (Aparte, a Paula, con indignación). ¡Cállate tú también! ¡Ya sé que me lo has advertido!
PAULA.- (Aparte, con resignación burlesca). Ya sabía yo que con las cuatro aquí en amor y compañía la tranquilidad iba a durar lo que duró Marieta en Alcoy…
IRENE.- (Tornando a encararse con Rocío, con una ira que empieza a poner intranquila a la otra, aunque se esfuerza por disimularlo). Te las ingeniaste para engatusarlo, para volverlo tarumba, para encoñarlo, en cristiano. ¡Te quedaste con el único hombre que encendió la mecha del amor en mi corazón!
PAULA.- (Aparte, con un irónico suspiro, burlesco también). ¡¡Ayyyyysssssss!! ¡¡Qué frase más romántica!!
IRENE.- (Volviendo a zarandear a Rocío). Te quedaste con mi amor, importándote un eructo de campesino que fuera tu cuñado, ¡el novio de tu hermana!
PAULA.- (Aparte, haciendo una cómica muestra de repugnancia). ¡Qué asco!
IRENE.- (Dejando a Rocío y poniéndose frente a los espectadores, de espaldas a sus hermanas y su madre). Y, total, para casarte con él y amargarle la vida, que no lo has querido, que no lo has amado, que se la has pegado con ciento y la madre, que no has querido tener hijos por no perder tu cuerpo de culebra venenosa y repelente, que te ha importado una lechuga dónde y con quien estuviera tu marido… ¿Para qué te lo llevaste entonces? ¿Por qué me arrebataste lo que más amaba, eh, si él sólo era un capricho para ti? ¿Por qué me quitaste la vida? ¿Por qué eres incapaz de pensar en el dañó que haces con la consecución de tus caprichos al precio que sea? ¿Te da lo mismo quien se quede en el camino, quien sufra y quien llore, mientras tú te salgas con la tuya? Dime una cosa, (se gira hacia Rocío con los brazos en jarras) ¿cómo eres tan canalla y tan hija de pu…?
PILAR.- (Destrozada y con una mueca de dolor por lo bien agarrada que la tiene Paula para que no se mueva del sofá). ¡Basssssssssstaaaaaaaaaaa! ¡Por Dios, dejadlo ya! ¿Qué importa ya el pasado? ¡Dejadlo yaaaaaaaaaaaaaaa!
ROCÍO.- (Gritando, a su madre). ¡¡Ni por Dios ni por la Virgen, mamá!! (Calmadamente furiosa, mirando de hito en hito a su progenitora y a Irene). Si hay que sacar las cosas a la luz, se sacan, ¡y punto!
PAULA.- (Aparte, con cachondeo nervioso). Si no es por no ir… Pero ir por ir… Pues va a ser que no…
PILAR.- (Histérica ya, a Rocío, intuyendo a qué se refiere con lo de sacar cosas a la luz). ¡Ya está bien de tanta discusión, por favor! ¿Por qué no os calláis todas? Ni en el peor de los casos hubiera imaginado esto…
IRENE.- (Con ademán de golpearla, a su madre). Nadie me callará… (Bajando la voz en un arrebato de rabia, de ira, de rencor). Sé muy bien que te importa muy poco lo que me pase o lo que me digan, así que cállate tú y déjame que ajuste las cuentas con ésta (no señalaría a un lagarto con tanto desprecio como señala a Rocío) antes de irme para siempre de vuestras hipócritas vidas.
PAULA.- (Aparte, irónica). Madre mía, la Virgen de la Salud que nos coja confesadas… ¡Aquí se van a repartir más guantazos que en una peli de Jackie Chan!
IRENE.- (A su madre, gritando). ¡Lo que Rocío ha hecho con ese hombre clama al Cielo! ¡Es imperdonable! ¡¡Imperdonable!! Imperdonable… (Su tono de voz va descendiendo a medida que el llanto la atenaza). Me arrebató lo que más quería, ¡lo que más quería! (Agarra por los brazos a Rocío y la zarandea unos breves instantes, soltándola después y poniéndose cara a los espectadores con las manos cruzadas haciendo puñetas en la espalda). Aunque, mira, me pregunto una cosa… ¿Sabrás tú lo que es querer?
PAULA.- (Aparte, con coña). ¡Anda, si parece el título de una novela rosa!
ROCÍO.- (Harta, en un arrebato de furia, cogiendo a Irene del pelo y obligándola a mirarla frente a frente). ¿Quieres sacarlo todo a la luz? ¿Quieres que pongamos todas las cartas boca arriba encima de la mesa? ¿Es eso lo que quieres? ¿Es eso lo que quieres? ¿Es eso? ¡¡Dime!! ¿Es eso? (La zarandea con ciego odio, un odio que ya no se molesta en contener o disimular, pese a las capas de frialdad con las que ha tratado de cubrirse hasta ese momento).
PILAR.- (Tratando de zafarse de las garras de Paula, desesperadamente sacudida por la impotencia de no poder callar a Irene primero y a Rocío ahora, temiendo por las consecuencias que, lo sabe, pueden provocar los reproches y los insultos que sus dos hijas se están dirigiendo). ¡¡Ya no sé en el nombre de qué o de quien os lo tengo que rogar!! ¡Dejadlo ya! ¡Dejadlo yaaaaaaaaaaaa!
ROCÍO.- (Zarandeando a Irene, sin soltarle el pelo y sin hacer caso del desgarrador ruego de su madre). ¿Quieres ponerlo todo encima de la mesa, eh? ¿Es eso lo que quieres? ¡¡¡Pues lo vas a tener!!! (Le propina un violento empellón y la tira de espaldas al suelo. Se acerca a ella con los brazos en jarras, chula, desafiante, sabedora de que ahora es ella la que tiene toda la ventaja en la dura batalla dialéctica que están librando). Ahora vas a saber tú por qué nadie te traga en esta casa…
PILAR.- (Temblando, gritando, llorando y ocultando su rostro entre los brazos de Paula, derrotada ya por el terror, la vergüenza y el miedo al desenlace que esta bronca puede tener). ¡¡Rocíiiiooooooooooooooooooo!! ¡¡Noooooooooooooooooooooo!!
ROCÍO.- (A lo suyo, a Irene, agachándose a su lado y sujetándole el pelo contra el suelo). Ahora vas a saber por qué nunca te ha querido nadie en esta santa casa…
PAULA.- (Aparte, con sorna). ¡Si! ¡Sobre todo santa!
PILAR.- (Atragantándose con su propio llanto, después de un fuerte acceso de tos, que Paula corta dándole un trago de vino con la misma contundencia con la que se suele obligar a los niños a tomar un medicamento). ¡Rocío! ¡Irene! Dejadlo ya, por el amor de Dios… (No tiene ya fuerzas ni para gritar).
IRENE.- (Asustada por la violencia de su hermana). ¡¡Rocío suéltame!! ¡No tienes ningún derecho a tratarme así!
ROCÍO.- (Apretando con más saña el pelo de Irene contra el suelo, a su madre, con rabiosa calma). No, mami, no vamos a dejar esto sin terminar. Irene ha destapado la caja de los truenos y ahora no hay forma de taparla…
PAULA.- (Aparte, con cara de estar a gusto, la colega). Rayos y centellas es lo que están cayendo aquí… Será posible, ¡soy más cotilla que la vieja que le pega bien al chinchón en Aquí no hay quien viva!
ROCÍO.- (A Irene, tirándole más del pelo y observándola con loca expresión de ira). Tú has empezado esto y yo lo voy a terminar… Sabes de sobra que todo lo que comienza finaliza… Escucha con atención esta bonita e interesante historia que te voy a relatar… ¡¡Escúchala!!
(En un nuevo ataque de furia, Rocïo suelta el pelo de Irene, se incorpora y la hace levantarse agarrándola de los brazos y tirando de ella hacia sí con manifiesta cólera. Irene, temblando, acierta a coger su copa y beber el contenido de la misma, sentándose en el brazo del sofá grande, cara a los espectadores.
Rocío, tras arreglar su ropa con aires de Sissí Emperatriz, se pone a la vera zurda de su hermana, igualmente cara a los espectadores).
ROCÍO.- (Pasando del llanto desesperado de su madre, a Irene, con aires de señora ofendida). Tú mataste al niño que mamá tuvo dos años después que a mí… (Comprueba satisfecha la descomunal mueca de espanto, terror y asombro de Irene, mientras Pilar se levanta por fin tras zafarse de Paula y le propina una violenta bofetada que la tira al suelo).
IRENE.- (Zarandeando ahora a su madre, descompuesta, presa de un ataque de histeria, de pánico y de desesperación, casi sin poder articular palabra). ¿Qué está diciendo ésta? (Señala a Rocío con un gesto facial). ¿Qué está diciendo? ¿Qué niño dice? ¿Por qué me está llamando asesina? ¿Eh? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por queeeeeeeeeeeeeeeeeé?
PILAR.- (Rompiendo a llorar otra vez, con convulsiones momentáneas y violentas, mientras mira a su hija con la certeza de que ha llegado el momento de revelar un pasado que tan celosamente ha tratado de ocultar hasta ahora). Irene, tu hermana me ha traicionado… ¡¡Me ha traicionado!! Me prometió no contarte nunca…
IRENE.- (Con furia, gritando, volviendo a zarandearla). ¡¡Me importa un cuerno lo que te prometiera esa puta!! ¡¡Tengo derecho a saber qué sucedió en el pasado!! ¿Me oyes? ¡¡Tengo derecho!!
PILAR.- (A Irene, zarandeándola a su vez, tratando de callar lo que ya está dicho y sacado a la luz). ¡¡Déjalo ya!! ¿Qué más da ya un pasado que no va a volver? (Apartándose de Irene, se cubre el rostro con las manos y recrudece su llanto). ¡¡Tampoco quisiste que aquello ocurriera!! (Mira a Irene con cara de querer comprender lo que le resulta incomprensible). Eras una niña…
IRENE.- (Desquiciada por no saber qué acusación pesa sobre ella, descompuesta por los nervios, zarandea a su progenitora al tiempo que grita como una descosida). ¿Qué pasó? ¿De qué estáis hablando? ¿De qué me estáis acusando? ¿De qué me acusáis? Eh, ¿de qué? ¿De qué? ¿De qué? ¿De queeeeeeeeeeeeeeeeé?
ROCÍO.- (Empujando a Irene con ira, haciendo que caiga en el sofá patas arriba, y cogiéndola con saña del pelo para impedir que se levante). Mamá tuvo un niño dos años después que a mí… Un niño precioso. Yo no me acuerdo, pero me lo han contado… ¡Me lo han contado! (De un violento tirón, levanta a su hermana, la zarandea y la sienta en el sofá a la pura fuerza, agarrándola otra vez del pelo para que no pueda moverse). Tenía dos meses cuando lo mataste…
IRENE.- (Desesperada, tratando de levantarse para defenderse, lo que Rocío no le permite de ninguna manera). ¡¡Yo..!!
ROCÍO.- (Sin dar opción a Irene a hablar o a moverse). Estaba en el moisés, dormidito, y tú llegaste y lo cogiste, como si fuera un muñeco, con la desgracia de que tropezaste y se te cayó de las manos… (Haciendo caso omiso del desgarrado llanto de su hermana). Se te cayó y se dio con la cabecita en el canto de hierro de la mesa del comedor…
IRENE.- (Empujando violentamente a Rocío, se levanta y se planta frente a los espectadores, cayendo de rodillas y apoyando las manos y la frente en el suelo). ¡¡Fue un accidente!! ¡¡Por el amor de Dios, fue un accidente!! (Levanta el rostro y entrelaza los dedos de sus manos, como si rezara, con cara de empezar a recordar, de estar viendo flashes del pasado, de empezar a comprender de qué hablan su madre y sus hermanas y por qué le demuestran ese odio tan calladamente indisimulado). Fue un accidente… Se me cayó de las manos porque tropecé… ¡Cómo iba a querer que aquello ocurriera! ¡Sólo tenía cuatro años! Cuatro años… (El tono de su voz decrece, pero vuelve a aumentar cuando, en un acceso de rabia y desesperación, se levanta y se encara con su madre y con Rocío, poniéndose a escasos milímetros de ambas con los brazos en jarras). ¿Por qué nunca me habéis hablado de ese niño? ¿Eh? ¿Por qué tanto silencio y tanto odio? ¿Por qué? ¡¡Si era una niña!! ¿Por qué nunca me habéis contado nada? ¿Por qué? ¿Por queeeeeeeeeeeeé?
PILAR.- (Con cara de estar aliviada, ahora que todo ha salido a relucir). ¿Y para qué íbamos a amargarte la vida? El pequeño Arturo no iba a volver, pero tú tenías que vivir, hija mía… (Trata de abrazar a Irene, pero se contiene al ver que retrocede tres pasos). ¿De qué habría servido contarte algo de lo que sólo es culpable el demonio?
IRENE.- (Zarandeando a su madre, presa de la histeria). ¿Por qué tanto odio entonces? ¿Por qué me odiáis tanto si sabéis que no soy culpable de nada? ¡¡No lo entiendo!! ¡¡No lo entiendoooooooooooooooooooooo!!
ROCÍO.- (Empujando con saña a Irene, que no cae otra vez al suelo porque Paula logra sujetarla a tiempo). ¿Quieres saberlo? ¿Eh? ¿Quieres saberlo? ¡¡Pues lo vas a saber!! (Coge a Irene, sin dar tiempo a Paula a reaccionar, y la pone delante de los espectadores, zarandeándola con incontrolable tirria). ¡¡Después de aquello te convertiste en la niña mimada de papá!! ¡Y lo fuiste hasta su muerte! No había quien dijera nada de ti… (Su voz es rabiosa y clara, pero nada estridente, por ahora). Eras su favorita, la que se llevaba su atención, sus mimos, sus sonrisas… Por eso se te odia en esta casa… (Gesticula manualmente, cuan política en campaña).
PILAR.- (Soltándole una violenta bofetada, a Rocío). ¡¡Yo no la odio!! ¡¡También es mi hija!! ¡¡También es mi hija!! (Con los brazos en jarras, mira con rabia a Rocío, con desesperación a Irene y con impotencia a Paula).
ROCÍO.- (Impasible, aparta a su madre y vuelve a encararse con Irene). ¡¡Encima que eras la preferida de papá, no iba a consentir que te quedaras con un yogurcito como Daniel!! ¿Pues no ves que no?
IRENE.- (Cayendo de rodillas al suelo, destrozada). Así que tanto odio era por eso… (Llorando, se tapa la cara con las manos y se apoya así en el suelo). Por eso nadie me traga en esta casa, porque mi hermanito murió al caérseme de los brazos, y porque papá intentó confortarme, protegerme, cuidarme, de vosotras y de vuestro odio… (Se levanta en un acceso de cólera y se encara con las tres, apretando los puños en la espalda). ¡Y por eso esa puta (señala a Rocío con la mano derecha, devolviéndola acto seguido a su postura anterior) me quitó lo que más quería!
ROCÍO.- (Sonriendo felinamente, pero retrocediendo un paso). Era lo menos que te podía hacer…
IRENE.- (Agarrando a Rocío con saña por el suéter y plantándose de perfil con ella frente a los espectadores). ¿Lo menos? (La zarandea violentamente). ¡¡Es lo más!! ¡¡Lo másssssssssssssssss!!
ROCÍO.- (Con calma, fría, zafándose de Irene y dándole un fuerte empellón que no la manda al suelo de milagro). Ya lo sé, bonita… ¡Por eso lo hice!
PAULA.- (Aparte, socarrona). Las cosas claras, ¡y el chocolate bien espesito!
IRENE.- (Desquiciada, zarandea a Rocío, pero la suelta con la misma repugnancia que si fuera una cucaracha). ¡Me quitaste a Daniel por envidia y por celos! ¿Habrase visto mayor canallada? (Eleva el tono de voz hasta tal punto que parece querer competir con la máxima potencia de volumen de una radio). ¡Eres peor que una víbora! ¡¡Escarlata O’Hara se queda a la altura del betún a tu lado!!
PAULA.- (Aparte). ¿Por caprichosa o por quitanovios?
IRENE.- (A Rocío, encolerizándose aún más de ver la fría sonrisa que exhibe). Me quitaste la vida. (Se golpea el tórax con la mano derecha, con triste rabia). ¡¡Me quitaste a Daniel!! (Estalla en un fuerte llanto nervioso). ¡¡Me quitaste a Danielllllllllllllllll!! ¡¡Me lo quitasteeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!! (Más rápida que la velocidad del sonido, extrae de su bolso una pistola, y, sin dar tiempo a las tres a reaccionar, dispara a Rocío en un hombro y sale corriendo del escenario).
[ESCENA 2].
(Se han quedado las tres solas. Heladas. Estupefactas. Sobrecogidas. Impresionadas y aterradas. Paula se ha arrodillado junto a Rocío y le tapona la herida con una servilleta que previamente ha cogido de la mesa, al tiempo que llama a la Policía y al SAMU con un móvil que ha sacado de su bolsillo.
Pilar, mientras tanto, está sentada en el sofá de cara a los espectadores. Llorando con desesperación y con un hondo sentimiento de culpa).
PAULA.- (A Rocío, seria como un cura en el púlpito). Ay, ¡¡la que hemos liado!! (Le aprieta más la servilleta contra la herida). ¿Sirve de algo la violencia, Rocío? No puedo dejar de hacerme esta pregunta…
ROCÍO.- (Irascible, trata de incorporarse, lo que su hermana le impide como buenamente le es posible). ¡¡Oye guapa!! ¡Que ha sido a mí a la que le ha disparado la foca ésa!! ¡No pretenderás encima cargarme la responsabilidad!!
PILAR.- (Arrodillándose junto a sus hijas, enfurecida y derrotada por el dolor a partes iguales). ¡¡La culpa es de todas!! ¡¡De todas!! (Apoya su mano derecha en el suelo y gesticula con la izquierda, con viveza y pena a un tiempo). ¡Tuya (señala a Paula) por no haberme permitido cortar esta maldita reunión a tiempo!! ¡¡Tuya (señala a Rocío) por haber roto el pacto de silencio que sellamos para no contarle ¡¡nunca!! (hace un expresivo ademán con la mano derecha) a Irene lo que desgraciadamente sucedió aquella tarde con el pequeño Arturo!! ¡Fue un accidente, y todos lo sabíamos! Cierto es que papá se volcó con ella (no puede evitar que la tirria se le escape con la voz), pero eso no nos da derecho a odiarla… ¡¡Ella no es culpable de nada!!
ROCÍO.- (Con expresión de dolor por la herida, pero con voz maquiavélica). Mamá, ¿te crees lo que estás diciendo? Pareces una modelo que haga un reportaje solidario para limpiar su imagen…
PILAR.- (Desesperada). ¡¡Por supuesto que me lo creo!! Hay gente que nace con estrella, y gente que nace estrellada… Y eso le ha pasado a Irene… Toda su vida la hemos cargado con una culpa que no tiene, y encima le arrebataste, Rocío, lo que más quería…
ROCÍO.- (Fría como un pico de la Cordillera de los Andes). No iba a consentir que…
[ESCENA 3].
(La repentina y acelerada aparición de la portera, ataviada con babi, delantal, zapatillas de estar por casa y una original y caliente toquilla sobre los hombros interrumpe la frase de Rocío.
La pobre mujer observa horrorizada la escena que tiene ante sus ojos, como si le costase dar crédito a la misma).
LA PORTERA.- (Aparte, santiguándose). ¡Jesús, María y José! ¡Aquí se ha armao el dos de mayo!
PILAR.- (Levantándose, sorprendida por la presencia de la portera). Hola… ¿Cómo ha entrado usted? No la hemos oído…
LA PORTERA.- (Intentando ser discreta, no queriendo parecer lo que no es). La puerta estaba abierta, doña Pilar… (Agradeciendo el amable gesto de Pilar con una sonrisa tenue, añade:) He subío para decirle que su hija Irene… (Se detiene, temerosa).
PILAR.- (Repentinamente asustada, temiéndose lo peor, zarandea a la portera mientras le habla). ¿Qué pasa con mi hija? ¿Dónde está Irene? ¿Qué le ha pasado? ¿Qué intenta decirme? ¿Qué pasaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa?
LA PORTERA.- (Luchando contra su propio miedo, contra su desconcierto). Irene ha bajao con una pistola en la mano, y me ha pedío que llamara a la Policía. Se ha entregao…
PAULA.- (Enfurecida, a su hermana, cortando de cuajo la intención de ésta de hablar). ¡Rocío, cállate! ¡Que ya has causado bastante daño a mamá con tu lengua de astral! (Ante la intención de Rocío de replicarle). ¡¡Que te calles!!
LA PORTERA.- (Aparte). Si el presidente del congreso de los diputaos les riñera así a sus señorías ¡otro gallo nos cantaría!
PILAR.- (Poniéndose frente a los espectadores, con los brazos cruzados sobre el tórax). Ahora comprendo que mi iniciativa cumpleañera ha sido un lamentable error… Debí haber comprendido a tiempo que quien evita la ocasión evita el peligro, ¡he provocado que casi haya una tragedia! Y no sé para dónde debo echar, ¡no lo sé! Son mis hijas, es como si me preguntan a cuál de mis ojos quiero más, ¡pues no lo sé! ¡¡No lo sé!! (Su timbre de voz decrece paulatinamente, pero vuelve a aumentar con sus frases siguientes). Irene no tiene la culpa de lo que pasó, ¡¡era una niña!! (Se masajea brevemente las sienes con cara de no creerse lo que está diciendo). Era una niña… (Su tono de voz decrece, aumentando acto seguido). ¡Rocío no tenía que haber roto el pacto de silencio que en esta casa se hizo para no contarle ¡nunca! (hace un expresivo gesto con las manos) a Irene lo que pasó aquel desgraciado día! Fue un accidente, ¡¡un accidente!! (Se abraza el tórax con rabia). Pero a partir de entonces para Arturo sólo existió Irene… (Su voz deja traslucir claramente los celos que la carcomen). Sólo existía su pequeña Irene, ¡¡y a las demás que nos partiera un maldito rayo!! Irene que no sufra, Irene que no recuerde, Irene que no note nada… (Imita con rabia contenida las frases de su difunto marido). Pobre Irene… Víctima de un desgraciado suceso que ha marcado nuestras vidas, víctima de nuestro odio más o menos disimulado, víctima de nuestros celos y de nuestros rencores, víctima de la envidia de su madre, víctima del asco de su hermana Paula por lo gordita que está, y víctima de la repulsión de su hermana Rocío, que le arrebató al amor de su vida para evitar que alguna vez conociese el significado de la palabra felicidad… ¡Cuántos odios! (Menea la cabeza tristemente, mientras cruza las manos a su espalda). Cuántos odios… ¡Cuánta sinrazón han albergado nuestras almas a lo largo de estos años! Cuánta sinrazón, cuánto rencor, cuánta tirria contra una niña, contra una mujer, inocente, que no quiso que pasara lo que pasó… Cuánto odio contra mi propia hija… Cuánto odio contra su propia hermana… ¿Nos ha valido de algo tanto odio? ¿Sirve de algo el odio? El odio… El odio sólo sirve para levantar murallas de sinrazón en nuestras almas. El odio contra personas de nuestra misma sangre es el odio contra nosotros mismos… El odio no sirve para nada. (Oculta su rostro entre sus manos, al tiempo que rompe a llorar desconsoladamente).
(TELÓN).
Comentarios
Tengo la pechera llena de restos de palomitas...
Sabes que tu temática melo(so)dramática no me fascina, pero se puede advertir cierto dominio en la técnica dramatúrgica, pero como resulta que eres PRO-SIS-TA, y no... "velista", te excedes en los apartes.
El teatro es difícil por eso,porque el diálogo tiene que sobrar... el diálogo y la interpretación del actor, y luiego la puesta en escena con las indicaciones del director. Por contra, serías una buena guionista en story board para el cine.
Por eso, porque eres prosista.
(¿No querías crítica?: dos tazas)
Un beso Puri "Alba"
¡¡¡Espero seguir recibiendo tus críticas por tazas, porque me encantan y porque son una fuente impagable de aprendizaje para mí!!!
¿Qué dirán Dicybug y GKCh cuando lean "Odios"? ¡Me van a despellejar, y con razón, jejeje!
BEEEEEEEEEEEEESOOOOOOOOOOOOOOOOS, MY DEAR PROFE.
Podías poner solo un resumen... por piedad misericordiosa...
Venga, vamos allá, que peor que las poesías de ariovisto no puede ser...
Me he leído las escenas 1 y 2 del primer acto. De momento me quedo intrigada por saber qué ocurrió en el pasado y cómo va a desarrollarse la historia. Se lee muy bien. ¡Qué mal le habla la hija a la madre!, ¿no?
Mañana sigo.
Un beso!
2) "Se nota, se siente, tu odio está presente…" Solo le falta la musiquilla.
3) "No, mami, no vamos a dejar esto sin terminar."
¿Mami? A mitad de una discusión en la que se llaman de todo, llama a su madre "mami".
4)"¡Te quedaste con esos ojos color miel que eran míos!" Lo de los ojos color miel mata cualquier credibilidad.
5) Exceso de frases hechas y exceso de comparaciones que pretenden ser ingeniosas. Tres ejemplos, pero está plagado.
-soy más cotilla que la vieja que le pega bien al chinchón en Aquí no hay quien viva
-Las cosas claras, ¡y el chocolate bien espesito!
-¡¡Escarlata O’Hara se queda a la altura del betún a tu lado!!
6) Los diálogos son adecuadamente extensos, teniendo en cuenta que son mujeres.
7) Demasiado largo.
8) Supongo que también hay cosas positivas
Dic y Bug.
UN ABRAZO,
¡¡Uf, qué razón tenéis los dos...!! Lo mío es la prosa.
Beeeeeeeeeeeeeeeeeeeeesooooooooooooooos,
Besazossssssssssssssssssssssssss,
Me he leído la escena nº3... Acaba de llegar Rocío... Está emocionante! Mañana sigo.
Un beso!!
Besazoooooosssssssssssssss,
Ya he leído la escena nº4. ¡Qué pena que se traten tan mal y sean tan bastas! Aún mantienes la intriga: aunque algo se intuye no se sabe exactamente qué les ha ocurrido...
Mañana más! :)
Un beso!
Besazosssssssssssssss,
¡Ya he terminado! Pobre Irene!! Qué injusta es la vida! Al menos disfrutó del cariño incondicional de su padre... Qué pena...
Se intuía lo del novio pero no la desgracia del hermano... Hay que llegar al final de la historia para entender el odio que reinaba en aquella casa. Qué distintas pueden resultar las cosas si se actúa de manera diferente!
"Pues esa otra igual prefiere ser una foca cariñosa antes que una lagartija repelente…" Me gusta! :)
Un beso!